Se trata ademÔs de un prelado, el cardenal Robert Sarah, que nació en un pueblo perdido de Guinea-Conakry y fue en su tiempo el obispo mÔs joven del mundo:
SegĆŗn Ć©l la emigración masiva constituye una sangrĆa para los paĆses africanos emisores.
Dice asĆ:
āEl Occidente que se les pinta a los africanos es un paraĆso terrenal. El hambre, la violencia y la guerra pueden empujar a esos hombres a arriesgar su vida por llegar a Europa. ĀæEs admisible que haya paĆses que se priven de tantos hijos suyos? Āæcómo van a desarrollarse esas naciones si tantos trabajadores optan por el exilio?ā Y denuncia la actividad contraproducente de determinadas ONGs:
āĀæCuĆ”les son esas extraƱas organizaciones humanitarias que recorren Ćfrica promoviendo la huida de los jóvenes con la promesa de una vida mejor en Europa?ā Y nos describe la frecuente tragedia de la emigración:
āĀæPor quĆ© la muerte, la esclavitud y la explotación son tantas veces el verdadero destino final de los viajes de mis hermanos africanos hacia un soƱado El Dorado?ā
Denunciando con vigor a las mafias que se enriquecen con el trĆ”fico de personas: āLas redes mafiosas de traficantes deberĆan ser erradicadas con la mayor firmeza, y lo curioso es que siguen siendo totalmente impunesā. (PĆ”g. 299 de āSe hace tarde y anocheceā, 2ĀŖ Ed., Madrid 2019, por el cardenal Robert Sarah). Y la solución, continĆŗa el cardenal, pasa por el desarrollo de los paĆses africanos:
āHay que hacer todo lo posible para que los hombres puedan quedarse en los paĆses que los han visto nacerā ⦠āLa Ćŗnica solución posible a largo plazo pasa por el desarrollo económico de Ćfricaā Y seƱala el frecuente trato inhumano que reciben los inmigrantes en Europa, en vez de una acogida digna:
āEn Europa se despoja a los migrantes de su dignidad. Los que se hacinan en los campos, condenados a esperar sin nada que hacer en todo el dĆa, son seres humanos. La jungla de Calais en Francia fue una vergüenza. ĀæQuiĆ©n puede pretender que un hombre sin trabajo se realice plenamente? El desarrollo cultural y religioso de los africanos trasladados a unos paĆses occidentales que tambiĆ©n estĆ”n atravesando una crisis sin precedentes es un caldo de cultivo mortalā (IbĆdem pĆ”gs. 300-301) Pero ĀæquĆ© hacer con los migrantes que pisan ya suelo europeo? ContinĆŗa en su libro:
āSi los gobiernos ya han acogido a esos hombres y mujeres, se supone que es porque disponen de un proyecto para ofrecerles todas las garantĆas de una vida digna: un techo, un trabajo y una vida familiar y religiosa estable. Lo contrario serĆa una irresponsabilidad muy preocupanteā āEs una vergüenza que se ofrezca hospitalidad a los migrantes sin contar con un proyecto concreto de integraciónā (ibĆdem, pĆ”gs. 301-302)
El propio Papa Francisco comentó en su viaje de regreso de Suecia que no serĆa aconsejable admitir mĆ”s inmigrantes que los que el paĆs receptor pudiera integrar. Y a nadie se le escapa la hipocresĆa que supone acoger a emigrantes, para no darles unas condiciones de vida dignas.
Hay que distinguir entre la polĆtica general sobre la emigración y el trato digno a quienes ya estĆ”n aquĆ entre nosotros. La polĆtica general ha de ser responsable, no admitiendo a quienes no se va a poder atender. Pero los emigrantes que estĆ”n ya entre nosotros son acreedores a un trato digno. Dice la Sagrada Escritura dirigiĆ©ndose al pueblo de Israel: āSi viene un extranjero para habitar en vuestra tierra, no le oprimas; tratad al extranjero que habita en medio de vosotros como al indĆgena de entre vosotros; Ć”male como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo YavĆ©, vuestro Diosā (Levitico 19, 33-34)
No hace tantos aƱos los espaƱoles emigraban en gran nĆŗmero a AmĆ©rica y Europa. Y no debemos tratar a los que vienen como no nos gustarĆa que nos tratasen a nosotros. Y como muestra de este buen trato debido hay que seƱalar que serĆa inhumano negar la asistencia mĆ©dica gratuita a los migrantes pobres que estĆ”n entre nosotros. Y elevando la mirada, hemos de ver en el necesitado, sea extranjero o no, el rostro sufriente de Cristo, aunque sin caer en el sentimentalismo hipócrita de admitir mĆ”s inmigrantes que los que el paĆs puede integrar dignamente.