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Cuando la indiferencia nos separa

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Hace unos días apareció publicada en algunos medios de comunicación una tristísima noticia. Más de cincuenta niños han fallecido en un orfanato en la ciudad de Jartum (Sudán).

Sudán está en medio de la que sería su tercera guerra civil. Como sucede desgraciadamente en los conflictos armados de países “olvidados”, una vez pasada la novedad y cuando los extranjeros que viven allí han sido evacuados, dejan de ser noticia.

Esta vez la tercera guerra civil de Sudán ha vuelto a las portadas y a los informativos de radio y televisión porque los bebés y niños que vivían en el principal orfanato del país, han sufrido de manera desgarradora también el horror de la guerra.

Las causas de la muerte de estos pequeños han sido: hambre, infecciones, deshidratación, falta de cuidados para los bebés prematuros puesto que dejaron de funcionar las incubadoras y no había ambulancias para trasladarlos, etc.

Es inevitable pensar que, de algún modo, cada vez que acontece uno de estos terribles sucesos, la humanidad entera se ve retratada y surge una tremenda pregunta, al menos en algunas conciencias “¿Qué has hecho con tu hermano?” (Gn. 4,).

Nos separan de estos niños unos cuatro mil quinientos kilómetros, pero también nos separa de ellos la indiferencia, la falta de sensibilidad, nuestro ritmo agobiante de vida que nos impide pensar, reflexionar, nuestra falta de solidaridad, etc.

Muchos de ellos son hijos de mujeres que han sufrido abusos, violaciones y que han seguido adelante con su embarazo, pero no pueden hacerse cargo de sus hijos. Optaron por la vida en clara oposición al egoísmo de haberles privado del regalo de vivir, pero ahora el odio entre rivales, y la indiferencia de todos les ha robado la vida.

Cuando se están implantando tantas medidas de protección de la naturaleza, que en su mayoría son encomiables, y que no pretenden otra cosa que mejorar el cuidado de nuestro planeta. Mientras las leyes de género y la ideología que las sostiene pretenden ocupar el protagonismo de toda acción política, social, educativa, etc en aras de un supuesto progreso y avance de la humanidad. Cuando nos estamos introduciendo en el metaverso, realidad virtual que pretende un universo, una humanidad perfecta, tenemos el crudo bofetón de la realidad que nos recuerda que el hombre puede ser realmente el peor enemigo de su propia especie.

Seguimos cayendo una y otra vez en los mismos errores y crueldades.

Resulta terrible pensar que mientras estos niños agonizaban, los enfrentados en la guerra impedían el acceso de las medicinas, el agua y los cuidados necesarios para salvarlos. Era más importante la victoria que la vida de estos setenta niños, algunos con problemas mentales y con edades comprendidas entre los primeros meses de vida y los quince años.

¿Hemos aprendido algo? ¿Realmente hemos evolucionado como especie? ¿No será que realmente necesitamos ser redimidos del egoísmo, de la avaricia, del rencor, del odio, de la falta de amor y solidaridad?

¿Cómo hubiéramos actuado tú y yo si alguno de estos niños hubiera sido hermano nuestro?

Quizás esa sea la clave para salir de nuestros estrechos muros: son mis hermanos.

Hace unos días apareció publicada en algunos medios de comunicación una tristísima noticia. Más de cincuenta niños han fallecido en un orfanato en la ciudad de Jartum (Sudán) Share on X

 

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