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Un estudio demuestra que la legalización del aborto ha distorsionado la moral colectiva

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A pesar de las críticas y objeciones, es innegable que la restricción del aborto en Estados Unidos ha influido de manera positiva en el cuidado de la castidad y la reducción de la promiscuidad.

Así lo revela una encuesta que ha realizado «Singles in America»: el 87% de los 5.000 encuestados admitió que la reversión de la sentencia Roe vs Wade ha afectado sus citas y vida sexual. El 15% de los solteros menores de 50 años ahora teme el embarazo. El 14% reporta tener menos sexo casual o fugaz. Además, el 54% no ha tenido relaciones en el último año. 

La restricción del aborto es positiva

A través de los resultados, se ha podido ratificar que la restricción del aborto ayuda a las personas vivir la castidad. Esto demuestra que es imprescindible reconocer el papel educativo de la ley en la formación de una sociedad ética y responsable.

El problema de hoy en día es que lo legal no es siempre legítimo.

Como decía el filósofo, santo Tomás de Aquino,

la ley tiene la capacidad de educar a los ciudadanos, incluso a través de la imposición de sanciones. 

Es decir, toda ley, quiera o no, educa o deseduca. A través de la ley, la moralidad deja de ser una imposición externa y se convierte en la esencia misma del ser.

La ley educa o deseduca

Lo que sigue a una ley no es simplemente una cuestión de cumplimiento superficial, sino una evolución del alma misma, puesto que la coacción inicial de una ley se convierte con el tiempo en una convicción ardiente.

Es por ello que lejos de suponer una limitación de la libertad individual, la restricción del aborto en numerosos estados de EE.UU. puede conducir a un cambio positivo en el comportamiento humano, llevando a las personas a abstenerse de acciones moralmente cuestionables y a desarrollar un impulso intrínseco por la virtud. 

Uno de los impactos más evidentes de la restricción del aborto ha sido la promoción de relaciones menos promiscuas. La posibilidad de tener que asumir las consecuencias de un embarazo no deseado, sin la opción de recurrir al aborto, ha llevado a un cambio en la mentalidad de la sociedad estadounidense.

Reducción de la promiscuidad

Las personas son más conscientes de la importancia de un acto sexual responsable y comprometido. Esto deriva en una mayor percepción de la necesidad de una relación basada en el respeto mutuo en la que se valore la vida humana desde la concepción.

Este conocimiento ha contribuido a la reducción de los encuentros sexuales casuales y fugaces, promoviendo en su lugar relaciones más íntimas, duraderas y significativas.

Además, la restricción del aborto en numerosos estados de EE.UU ha llevado a un aumento en la adopción de métodos de planificación familiar. Las personas son más conscientes de que el acto sexual es un medio de amor, no un fin y desarrollan una mayor responsabilidad en el ámbito afectivo-sexual. 

En Estados Unidos se ha registrado una clara disminución de las tasas de embarazos imprevistos y, consecuentemente, una disminución de la demanda de abortos.

El aborto no es una solución

El orden llama al orden y el desorden llama al desorden. Las leyes injustas generan comportamientos igualmente injustos y fomentan la promulgación de sentencias y conductas cada vez peores.

El aborto no es una solución, sino un asesinato. El aborto no es un derecho, sino un crimen.

En estos días,  está en juego en Europa la intensificación deliberada y masiva de este genocidio. Según un proyecto de resolución, los eurodiputados votarán el próximo jueves, 11 de abril, si consideran o no que el aborto debe incluirse en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. 

Cambiar la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE para incluir el aborto requeriría un acuerdo unánime de todos los Estados miembros.

El futuro de Europa 

El resurgir de este debate parece deberse a las presiones ejercidas desde Francia. La presión de Francia en la UE para promover el supuesto derecho al aborto se ha convertido en un punto significativo.

Su postura abre un debate político sobre la soberanía nacional frente a la integración europea. Mientras algunos Estados miembros abogan por la autonomía en decisiones éticas y morales, otros defienden la armonización de políticas en toda la UE, cuestionando la libertad de cada Estado en estos asuntos.

Francia, a través de sus influjos y presiones, busca además desmarcarse de los cambios políticos en EE.UU., posicionándose en contra de la revocación de la sentencia Roe vs Wade.

El aborto no es un derecho

La legalización del aborto es un acto de imposición que manipula y distorsiona la moralidad colectiva. La ley no solo refleja una involución social, sino que también la fuerza, socavando valores morales arraigados y destruyendo la ética.

La legalización del aborto no sería una consecuencia benévola de la opinión pública, sino una causa directa de la corrupción moral y el deterioro de los principios fundamentales.

La legalización del aborto no sería un reconocimiento sensato de la demanda social, sino un ataque flagrante a la sacralidad de la vida y una apología desenfrenada del martirio de inocentes.

¿Es posible que el aborto, al ser legalizado, se convierta en una práctica menos común? ¿Importa la vida que está en juego? ¿Importa la vida de los padres? ¿Importan las conductas indómitas de la sociedad en terreno sexual?

No, nada importa. La legislación a favor del aborto es una cruel herramienta de ingeniería social, manipulando la moralidad y destruyendo a la humanidad, a capricho de una bandera ideológica.

Según un proyecto de resolución, los eurodiputados votarán el próximo jueves, 11 de abril, si consideran o no que el aborto debe incluirse en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE Clic para tuitear

 

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • No es que el aborto se haya restringido en EEUU, es que la sentencia Roe lo amplió. Lo ocurrido ahora es que ha vuelto a su cauce el desbordamiento provocado por una sentencia fraudulenta basada en falsedades.
    Por lo mismo que la promoción del aborto propició el desmadre sexual, su restricción ha generado una cierta sensatez colectiva en la práctica de estos ejercicios, pero esa contención no proviene de una convicción moral profunda, sino del miedo a un embarazo que no se podrá interrumpir, para decirlo en el argot abortista. Y eso no es bueno ni loable, aunque haya modificado la moralidad.
    El aborto voluntario se utiliza legalmente por asimilación a un anticonceptivo. O bien como un plan B, por si se ha prescindido del plan A o éste ha fallado. Y esto es lo que hay en los países en que el aborto lleva años legalizado y practicado como un “derecho de la mujer”

    La moral colectiva seguirá apoltronada en su cómoda y bienpensante inmoralidad mientras no se renuncie al aborto, no porque esté prohibido o dificultado, sino por su intrínseca maldad. Lo cual va a costar lo suyo, a la vista de que la corriente va en sentido contrario y está llevando el aborto libre hacia el Parlamento Europeo, en donde los caciques de la muerte presididos por Macron esperan consagrarlo como un derecho inalienable. Es el permanente retorno de los sacrificios humanos, solo que ahora no se ofrecen a los dioses sino a la propia humanidad. Mientras Dios, encarnado en Jesucristo, sufre y llora cada vez que impedimos, abortándolo, que uno de esos pequeños se acerque a él.

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