No eres coherente si tus obras no se corresponden con tus palabras. Eso, suponiendo que para ti tus palabras signifiquen algo, y que se engarcen en verdad. Porque ya sabemos que muchas veces “las palabras se las lleva el viento”, y que entre una y otra palabra nos sale un palabro que lo revienta todo, o bien que entre ellas desconectamos la conciencia, como pretendiendo que nuestro sistema de alerta no nos advierta de que esas palabras que decimos son sencilla y llanamente papel quemado… o siendo un poco más gráficos, como en los buenos TBO, los apaños de “Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio”.
Si no eres coherente, no serás nunca de fiar, por más que te empeñes en aparentar. Pues sabemos que la industria del espectáculo nos tiene ya un poco pasados de rosca con el maquillaje con que decoramos tantos de esos reality en que vivimos en primera persona, como si nuestras acciones fueran intercambiables como las máscaras con que dibujamos las palabras.
Podrás argüir que es exagerado afirmar semejante estupidez, pero quizás que el estúpido serías tú, dado que lo estúpido es que consideremos que las palabras sean simplemente trazos que plasmamos a brochazos a nuestro antojo, sin ton ni son, únicamente según nuestro estado de ánimo, o el efecto con que pretendemos manipular a nuestro receptor. Hay hoy mucho excremento en las cloacas del TBO de tantos de los medios de comunicación, pues casi que pocos se salvan de practicar una descomunicación abisal, más que comunicar como deberían.
Es lo mismo que nos encontramos en las pinacotecas de postín, cuando se trata de engañar al personal enriqueciendo a los amigos de los tugurios donde se reúnen para decidir cómo engañarnos para hacerse ellos con el poder y el pastel. Como ocurre con tanta martingala, que solo por tener colores vivos y rasgos infantiles ya las consideramos “obra de arte”. Mira sino los precios que se pagan por chorradas que al “artista” le salen por la cabeza a la hora de plasmar algo que pueda pasar a la posteridad. ¡Vaya si pasan! ¡Al TBO de internet!
Es bueno que te fijes el objetivo de cumplir con la Verdad a la hora de comunicarte con tus semejantes. Perdón. Contigo, a decir verdad, “semejantes” lo son solo aquellos que juegan a tu juego. Por eso sería mejor decir “con tu prójimo”, pues es lo que vino a comunicarnos Jesús: el amor al hermano. Y para Él, hermano no lo es solo por la sangre, sino todo aquel ser humano que comparte contigo un lugar en esta aldea llamada Tierra donde ya casi todos nos conocemos por el nombre… y por las chorradas de cada uno.
Eso significa que para hablar con el hermano debes quitarte la máscara y dejar de jugar al pito-pito-colorito con tus colecciones de papel maché, como los niños a la hora del patio, pues las plumas que le pones a tanta máscara te sobresalen ya de la testa en que solo hierves agua sucia… por aquello de que −ante tu conciencia− quede purificada. La pureza se encuentra solo a las buenas, viviéndola, cuando la buscamos; y de golpe y porrazo, cuando no la buscamos y nos sorprende haciéndonos saltar las plumas por los aires; y, a veces, ni aun así aprendemos. ¡Aprende!
Twitter: @jordimariada
Para hablar con el hermano debes quitarte la máscara y dejar de jugar al pito-pito-colorito con tus colecciones de papel maché, como los niños a la hora del patio Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
Para quitarse la máscara habría que empezar por hablar claro