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Carta abierta a Monseñor Joan Planellas, arzobispo de Tarragona

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Recientemente, el quince de noviembre, Monseñor Joan Planellas fue entrevistado por el diario Público. En dicha entrevista se trataron diversos temas, como los presuntos abusos del obispo de Cádiz (que por cierto, ya ha presentado su renuncia, siendo ésta aceptada), la inmigración, el sacerdocio de las mujeres, la eutanasia… Pero uno de los temas que ha causado más polémica, y al que ahora me quiero referir, ha sido el del aborto. En concreto, el de los grupos de oración que se forman para ir a rezar delante de abortorios de toda España. La iniciativa con mayor fuerza en este sentido está organizada por la asociación40 días por la vida”.

Preguntado al respecto por el periodista, Monseñor Planellas afirma:

Yo aquí he dicho, o sea, me he opuesto a veces, bueno, ya sabes que la Iglesia también es plural, y que hay quien va a rezar rosarios delante de un abortorio. Yo digo, esto es ideologizar la oración, es banalizar en definitiva la misma oración. Y yo no estoy de acuerdo con esto, porque ¿qué ganas con esto?

¿Ideologizar la oración, Monseñor? ¿Banalizar la oración? ¿De verdad cree usted que rezar para salvar vidas humanas es ideologizar y banalizar la oración? ¿Es una oración banal la que se eleva al Cielo para salvar vidas humanas? ¿Es una oración banal aquella que se entona para pedir a Dios que se detenga el brutal crimen del aborto? ¿Es banal la oración  entonada para que miles de inocentes dejen de ser asesinados en el lugar donde deberían estar más seguros, el vientre de sus madres? Y, ¿de verdad piensa usted, excelencia, que el aborto es un tema ideológico? ¿Qué el momento del inicio de la vida humana es ideología?

El señor obispo continúa diciendo:

Aquí tenemos unos proyectos para mujeres que han quedado embarazadas. Tenemos el proyecto Llar Natalis. Llar es hogar. Pueden residir en un centro. Pueden estar ahí hasta tres años. Y después ahí nace su hijo. Son mujeres que van muy desorientadas. Después se les busca trabajo para que puedan hacer su vida. Yo creo que esto es trabajar en pro de la vida y no ir a un abortorio, hacer una manifestación y rezar un rosario.

Eso está fenomenal, su excelencia. Son iniciativas maravillosas y necesarias, que también llevan a cabo numerosas asociaciones provida. Pero lo cortés no quita lo valiente. No son incompatibles estas iniciativas con la oración. Es más, el centro de la vida de un cristiano, lo sabe usted bien, Monseñor, debería ser siempre la oración. Por tanto, no es incompatible llevar a cabo iniciativas para acompañar y acoger a las mujeres, con organizar campañas de oración. A Dios rogando y con el mazo dando. Cada uno puede hacerlo en privado, sí, pero la fe es también un asunto público.

Hagan lío en las calles, ¿recuerda, Monseñor? Son palabras del Papa Francisco al inicio de su pontificado. Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. No hace falta que le diga que son palabras de Nuestro Señor. ¿Va usted a negar, Monseñor Planellas,  que en medio de todos los que van a rezar a los abortorios, está Cristo también elevando su oración al Padre?

Por otro lado, dice usted, excelencia, que qué se gana con ir a rezar a los abortorios.

Pues mire, Monseñor, ahí están los resultados. Puede usted consultarlos en cualquiera de las asociaciones que organizan estas campañas. Estas campañas salvan vidas. Son muchos ya los nacimientos logrados a base de Ave Marías en las puertas de los abortorios. Son muchas las vidas salvadas, pero una sola bastaría para que cualquiera de esas campañas de oración merecieran la pena. Y no es ese el único fruto de desgranar las cuentas del rosario frente a estos centros.

Especialmente en EEUU, donde este tipo de campañas se llevan a cabo desde hace más tiempo que en España, los abortorios cerrados se cuentan por decenas. Cada vez más trabajadores de la industria del aborto se dan cuenta de lo que están haciendo, se arrepienten y renuncian a continuar con su sangrienta labor. El ejemplo de los oradores (llamémosles así) frente a los centros de abortos da lugar a numerosas conversiones. ¿Le parece a usted poco, Monseñor?

Por otro lado, ¿qué piensa usted de todos sus compañeros en el episcopado, que acuden a rezar, junto a sus fieles, a centros de abortos de todo el mundo?

Sobre todo en EEUU, pero también aquí en España. Monseñor Kemme, de Wichita, llegó a hacer un exorcismo delante de un abortorio, y Monseñor Cordileone, de San Francisco, asperjó agua bendita después de rezar el rosario.

En España, Monseñor Francisco Pérez acudió a rezar delante del primer centro de abortos de Navarra. Monseñor Cañizares lo hizo al pasar por delante de otro centro en Valencia. Martínez Camino delante de Dator, en Madrid, probablemente el centro que más abortos realiza en toda España. Y Monseñor Munilla es habitual en las campañas de oración en Alicante, y no solo acude a rezar, sino que además anima en redes sociales, donde es muy activo, a hacer lo mismo.

Dice usted que no sabe qué se gana con estas campañas. Ya le he mostrado algunos de los frutos que se consiguen, el principal, salvar vidas humanas. Dice también que los que van a esos centros van a manifestarse. Sabe usted, excelencia, que eso no es verdad. Antes de iniciar sus campañas, miembros de 40 días por la vida en Tarragona se reunieron con usted y le explicaron lo que hacían y cómo lo hacían. En ningún momento acuden a manifestarse, salvo que considere usted la oración como un tipo de manifestación, que podría ser. Pero lo único que hacen es rezar. No profieren gritos, ni mucho menos insultos. No protestan, no se quejan, no reclaman nada. Simplemente rezan.

Y hablando de aquella reunión con los representantes de 40 días, algunos de ellos manifiestan que salieron de su despacho con un profundo abatimiento y pena en el corazón por sus palabras, Monseñor.

Allí les manifestó lo mismo, o algo muy parecido, a lo que manifestó después en la entrevista que nos ocupa. Usted les dijo, además, que no os lo puedo prohibir porque sois hijos de Dios y, por lo tanto, libres, pero no me gusta.

Valerie, responsable de 40 días en Tarragona, afirma que se sintió desamparada porque les hizo sentir culpables. Sin embargo, tengo que obedecer a mi obispo, pero antes a Dios y a mi conciencia, afirma Valerie. Lo que más nos disgustaba es que nos decía que éramos manifestantes. Le argumentábamos que no. Le entregué un documento de lo que hacíamos: rezar en turnos, sin buscar confrontación, con el objetivo de acompañar a las mujeres, rezar por el no nacido y ofrecer alternativas reales al aborto. Entonces, si ya le habían explicado lo que hacían, y que no iban a manifestarse, ¿por qué insiste usted en su entrevista, Monseñor, en que acuden a los abortorios a manifestarse?

En cualquier caso, ¿estaría mal eso? Desde mi humilde punto de vista, pienso que debe separarse una protesta de un rato de oración o del rezo del rosario. Pero el derecho de reunión, y, por tanto, de manifestación, está amparado por nuestra Constitución, y creo que es totalmente legítimo protestar contra algo que se lleva por delante la vida de miles de inocentes cada año en España y en todo el mundo.

Decía Santa Teresa de Calcuta que la amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decir a otros que no se maten? Y que el país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar, sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere. Es por eso que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto. ¿Y no vamos a rezar para que eso termine?

Por otro lado, uno de los cuatro principios no negociables que debería tener en cuenta todo católico a la hora de ejercer su voto, según Benedicto XVI, es el del respeto de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. Eso lo tiene usted muy claro, Monseñor. Entonces, ¿por qué afirma que rezar para que el crimen del aborto termine, y hacerlo donde ese crimen es llevado a cabo, o donde haga falta, es ideologizar y banalizar la oración?

No quiero extenderme más. Y espero que no se moleste si, al despedirme, le digo que rezaré por usted. Dios me libre de juzgarle o de decirle cómo debe llevar a cabo su labor pastoral. Solo le pido que tenga en cuenta que, por desgracia más a menudo, los católicos nos sentimos desamparados por nuestros pastores, y que declaraciones como las suyas no contribuyen a que esa sensación se mitigue, sino todo lo contrario.

¿Qué piensa usted de todos sus compañeros en el episcopado, que acuden a rezar, junto a sus fieles, a centros de abortos de todo el mundo? Compartir en X

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