Entre los asesinados el miércoles 12 de agosto de 1936 hay 31 mártires del siglo XX en España. Fueron el obispo auxiliar de Tarragona –Manuel Borràs Ferré-, martirizado el mismo día que cuatro sacerdotes de su diócesis, un carmelita –Carles (de Jesús María) Barrufet Tost– y un operario diocesano en esa provincia; el titular de Jaén, Manuel Basulto Jiménez, muerto junto con su vicario Félix Pérez Portela en la matanza del Tren de la Muerte en la localidad madrileña de Vallecas, donde ese mismo día fueron asesinadas dos Hermanas de la Caridad; otras cinco fueron martirizadas en Puerta de Hierro y dentro de la misma capital lo fueron un sacerdote dominico y otro capuchino –Fernando (de Santiago) Olmedo Reguera-, un vicenciano –Perfecto del Río Páramo– y en su provincia un hospitalario, martirizado en Valdemoro; cinco sacerdotes y un cooperador claretianos fueron mártires en Barbastro, y en la misma provincia de Huesca mataron a dos sacerdotes diocesanos en Monzón: José Jordán Blecua y José Nadal Guiu. También mataron al párroco de Puente del Arzobispo (Toledo) y a una mujer de la Institución Teresiana en Hornachuelos (Córdoba). En Barcelona, fue martirizado un sacerdote capuchino y en Cuenca un beneficiado de la catedral de Almería, Enrique María Gómez Jiménez.

Sobre la matanza del Tren de la Muerte he publicado un comentario de María Luisa Alonso, autora del libro Luz para el olvido.
Fuera de España, se conmemora en esta fecha en las islas británicas el martirio del sacerdote franciscano irlandés Carlos Mahoney (1679); en Francia los de san Porcario de Lérins y sus compañeros (732), y el del sacerdote Pedro Jarrige de la Morélie de Puyredon (1794); en Vietnam los de los santos santos mártires de 1838 Giacôbê Ð? Mai N?m (sacerdote), Antôn Nguy?n Ðích (labrador) y Micae Nguy?n Huy M? (médico); en Polonia los de los beatos sacerdotes Floriano Stepniak y José Straszewski, mártires en Dachau (1942); en Alemania, el del beato sacerdote Karl Leisner (1945); en Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado como mártir al diácono Iván Plotnikov (1918).

Fusiladas por no querer ser maestras o enfermeras en vez de religiosas





Por enfermedad le dieron cinco días más de vida


«Tranquilo, que yo voy a la casa del Padre»

Fusilada en último lugar, la mujer que animaba a los hombres al encuentro con Cristo

La dejaron prisionera en una de las casas en la plaza del pueblo. En la madrugada del 12 fue conducida junto con 17 hombres a las afueras del pueblo, en una marcha de 12 kilómetros en la que Victoria, que en alguna ocasión había escrito «si es preciso dar la vida para identificarse con Cristo, desde hoy dejo de existir», alentó a los hombres: «Ánimo, adelante, Cristo nos espera». Llegados a un caserón, fueron sometidos a juicio y condenados a muerte. Victoria, la única mujer, presenció la ejecución de los hombres, fusilados uno a uno ante la boca de uno de los pozos mineros de la Mina del Rincón, supuestamente para tratar de amedrentarla y que abjurara de la fe. No lo hizo y fue ejecutada.

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