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Abusos sexuales en la Iglesia: el dolor del Sagrado Corazón de Jesús

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Después de leer el informe vaticano sobre las actividades inmorales del excardenal norteamericano, expongo algunas reflexiones.

Respecto a los afectados, en primer lugar está el Sagrado Corazón de Jesús, luego las víctimas abusadas y en tercer lugar el daño a la Iglesia como institución. Es cierto empero que los tres forman parte de la Iglesia, que Jesucristo es su Cabeza y tiene una enorme capacidad de sufrimiento y de empatía, y que las víctimas han sido sin lugar a dudas cruelmente torturadas. Pero hay que subrayar claramente la inmensa ofensa a Dios en las acciones sexuales aberrantes.

Los Derechos humanos existen y deben ser respetados. También existen y deben ser respetados los Derechos de Dios. Y uno de Sus derechos es que no se maltrate a sus hijos, a sus criaturas, configuradas a imagen y semejanza Suya. Es cierto que, siendo omnipotente, permite a veces cosas terribles y ello forma parte del gran misterio de la existencia de la libertad humana. Una libertad que puede ser usada para bien o para mal. Una libertad que, por la dignidad que Le merecen los humanos, será juzgada y castigada o recompensada.

La libertad, su buen o mal uso, comporta responsabilidad. La libertad tiene un tiempo para ser bien o mal ejercida. Al ser humano se le ha dado un tiempo de prueba sobre la tierra. Los pecados se pueden redimir pidiendo perdón (a Cristo y a los hermanos), reparando el mal realizado en lo posible y procurando no hacerlo más. Pero el hombre es un ser social. Pecados-crímenes como los presentados en el informe también nos muestran claramente que los demás miembros de la Iglesia y de la sociedad humana tenemos nuestras responsabilidades en la prevención y contención del daño infligido a los débiles, a los que son víctimas de abusos de poder, conciencia o sexuales.

Una gran parte de los abusos sexuales a menores o personas vulnerables son ejercidos por personas con atracción por el mismo sexo. A ellos se les puede ofrecer ayuda profesional y se les debe presentar la belleza de la opción por la castidad. Aquellos que son adictos sexuales, adictos afectivos o se encuentran mal con su condición disponen de programas de ayuda claros. Lo mismo vale, en otro orden de cosas, para aquellos que son mujeriegos…

Después de unos años de una gran confusión, sin saber muy bien qué hacer con personas que parecen muy “buenas”, piadosas y competentes y que resultan “malas o enfermas”, parece que la Iglesia jerarquía ha comprendido bien el daño que pueden hacer y se han activado protocolos de prevención, detección y resolución.

Sin embargo, ahora falta comprender y resolver bien los problemas creados por aquellos con personalidades extremadamente manipuladoras que poseen habilidades que les permiten ascender en poder y prestigio en una sociedad donde ciertamente existen las condiciones idóneas para instalarse y seguir utilizando a los demás.

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