Es una evidencia que España se encuentra en una situación crítica respecto a su muy baja natalidad, sin que el gobierno de Sánchez se dé por enterado de ello. Al contrario, juega la carta de la inmigración de proporciones desmesuradas porque inyecta PIB, aunque sea a expensas de empobrecer todavía más la productividad, el estrangulamiento endémico de la economía española, generar condiciones crecientes de conflicto social y de seguridad, grandes tensiones en el mercado de alquiler de los pisos accesibles para las rentas inferiores y aumentar las dificultades de enseñar bien en un sistema público de educación caracterizado por su insuficiencia.
España necesita, a manos llenas, una política favorable a la natalidad y la familia. Ahora, un reciente análisis de Our World in Data sobre el baby boom que vivió Occidente, «The baby boom in seven charts”, nos puede servir como inspiración para perfilar estas políticas necesarias. A partir de este diagnóstico, se puede apreciar que el baby boom no fue fruto de un solo factor, sino de la conjunción de diversas causas estructurales, sociales y económicas que propiciaron un aumento sostenido en las tasas de natalidad.
A continuación, se identifican y definen las causas principales y se esboza una caracterización de una política pública actual que favorezca la natalidad.
En España, el baby boom se produjo más tardíamente en comparación con otros países occidentales. Las fuentes sitúan este fenómeno entre 1957 y 1977, coincidiendo con el final de la autarquía franquista y el inicio del desarrollo económico conocido como el milagro español.
En Estados Unidos, el baby boom se sitúa entre 1946 y 1964. En Europa Occidental, países como Francia, Alemania y el Reino Unido también registraron incrementos en la natalidad durante las décadas de 1950 y 1960, aunque las fechas exactas pueden variar ligeramente según el país.
Este incremento en la natalidad tuvo implicaciones significativas en la estructura demográfica y socioeconómica de los países afectados, influyendo en aspectos como el mercado laboral, el sistema educativo y las políticas públicas.
En el artículo científico antes citado se identifican las causas del baby boom:
Reducción de la mortalidad y avances en salud pública
La disminución significativa de las tasas de mortalidad, impulsada por avances en la medicina, mejoras en la sanidad y el acceso a servicios de salud, permitió que las familias no solo sobrevivieran a periodos críticos (como la Segunda Guerra Mundial), sino que también planificaran futuros con mayor seguridad. La combinación de una mayor supervivencia infantil y una esperanza de vida creciente creó un ambiente propicio para la formación y ampliación de familias. Este es un aspecto que se mantiene mejorado y difícilmente es un factor que ahora pueda influir en una mejora de la natalidad.
Aumento de las tasas de matrimonio y cambios en la estructura familiar
A partir de los años 30, se observa un incremento en las tasas de matrimonio, especialmente entre mujeres jóvenes. El hecho de que un mayor porcentaje de mujeres se casara a edades tempranas facilitó que se iniciasen familias de forma anticipada. Este cambio en la conducta social –con un mayor compromiso matrimonial– favoreció el incremento del número de nacimientos, al mismo tiempo que se transformaban los modelos familiares tradicionales.
Cambios en el patrón de fertilidad y en la edad de maternidad
Durante el baby boom, no solo aumentó el número total de hijos por mujer, sino que también se modificó la edad promedio en que las mujeres tenían a sus hijos, comenzando a formar familias a edades más tempranas. Este adelanto en la planificación familiar permitió concentrar el periodo reproductivo en una franja de edad que propició mayores tasas de natalidad en el corto plazo, generando cohortes con una elevada fertilidad.
Factores socioeconómicos
El contexto de posguerra implicó una recuperación económica que se tradujo en mejores condiciones laborales, crecimiento de ingresos y, en algunos casos, reducción de costos de vivienda. Este entorno de estabilidad y prosperidad impulsó la confianza de las familias para tener más hijos, a pesar de los cambios culturales y el incremento de la educación y participación laboral de la mujer, lo que en otros contextos suele asociarse con menores tasas de natalidad.
Diferencias con la actualidad en España y la necesidad de una política pública favorable a la natalidad
¿Qué podemos aprender de todo ello?
La importancia de los incentivos económicos y el apoyo financiero. También subsidios y bonificaciones: incentivos económicos directos, como bonos por nacimiento o por hijo, y deducciones fiscales que alivien la carga económica de la crianza. Estas aportaciones, en las condiciones actuales, deben contemplar el coste real de la crianza de los hijos para que sirvan realmente de ayuda.
De gran interés es el acceso a la vivienda, facilitando condiciones de acceso mediante subsidios o créditos hipotecarios preferenciales para jóvenes familias, replicando la estabilidad económica observada en el periodo de bonanza del baby boom.
La conciliación de la vida laboral y familiar. Ampliar y flexibilizar los permisos de maternidad y paternidad, asegurando que ambos progenitores puedan disfrutar de un periodo de adaptación y cuidado sin perder estabilidad laboral. Garantizar la existencia de servicios de cuidado infantil de calidad y asequibles, que permitan a las familias equilibrar la vida profesional y personal, así como la existencia de cuidadores domiciliarios para los periodos, generalmente cortos, en los que el niño enferma por su asistencia a la guardería y no puede acudir a ella.
Políticas sociales y culturales que favorezcan la estabilidad matrimonial, la reconciliación y el mantenimiento de las líneas de parentesco, en especial la de los abuelos, por el refuerzo que aportan a la crianza.
El desarrollo de una cultura favorable al compromiso matrimonial y al valor y reconocimiento social de la maternidad. Conseguir un rejuvenecimiento progresivo de la primera maternidad es decisivo.
Políticas de apoyo a la mujer. Promover medidas que faciliten la inserción y la continuidad laboral de la mujer sin que ello implique sacrificar la maternidad, a través de horarios flexibles, teletrabajo y otros apoyos estructurales.
El fomento de la estabilidad y cohesión social. Establecer redes de apoyo comunitario y servicios de asesoramiento para jóvenes familias, que ayuden a fortalecer la cohesión social y el bienestar emocional en el entorno familiar.
Asimismo, desarrollar políticas que integren a inmigrantes como un activo para el desarrollo social y económico.
El diagnóstico del baby boom nos enseña que una combinación de mejoras en salud, estabilidad económica y cambios en las conductas sociales –como el aumento del matrimonio y el adelanto de la edad de maternidad– fue determinante para el aumento de la natalidad.
Replicar, en la actualidad, un entorno favorable a la natalidad implica:
- Crear condiciones económicas estables y accesibles.
- Fortalecer el sistema de salud y los servicios de cuidado infantil.
- Promover una cultura de conciliación entre vida profesional y familiar.
- Impulsar políticas que reconozcan y apoyen la maternidad y la paternidad.
- Fomentar una cultura que revalorice el matrimonio, la familia, la maternidad, la paternidad y la descendencia, lo que seguramente implica la recuperación de los valores comunitarios incompatibles con el individualismo hedonista y desvinculado que hegemoniza la cultura actual y que, para mayor desgracia, es el que impulsa con recursos públicos las políticas del gobierno.
Una política pública integral, inspirada en estos factores, puede ayudar a revertir las tendencias descendentes en la natalidad, promoviendo el bienestar de las familias y contribuyendo a un desarrollo demográfico y social sostenible.