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Ante la confusión: Fe y razón

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Providencialmente, hemos de acoger este año el 25º aniversario de la encíclica Fides et Ratio (FR) del Papa San Juan Pablo II. Se trata de un texto que constituye una de las declaraciones eclesiales más importantes sobre la fe y la razón, que ahora necesitamos como agua de mayo del uso masivo de ambas.

Me he referido con anterioridad a otra gran encíclica de la que este año conmemoramos el 30 aniversario, Veritatis Splendor, otro documento papal imprescindible. Ambos señalan, mejor que cualquier discurso, un aspecto crucial de la aportación del papa polaco a la fe católica y más allá de ella: una concepción clara y concreta que establece horizonte de sentido y que ayuda a transitar en mejores condiciones el camino del Pueblo de Dios en este mundo e incluso a muchas personas de buena voluntad.

Fides et Ratio es larga y detallada, examinando exhaustivamente la relación entre teología y filosofía, y presenta la defensa de la fe y la razón como modos complementarios de entender la humanidad; la refutación de la posición nietzscheana, de la cual la noción misma de verdad es quimérica; la defensa de la suprema importancia de la filosofía, de la ciencia y de la razón natural; la insistencia con que la revelación introduce una certeza universal y última en la historia; la afirmación de que existe una estructura de logos en el cosmos mismo mediador de la verdad.

Juan Pablo II también afirma que los teólogos deben entablar una discusión con toda la tradición filosófica «esté o no en consonancia con la Palabra de Dios». Y la encíclica promueve a santo Tomás de Aquino como el teólogo paradigmático, uno que dialogó no solo con los antiguos, sino también con pensadores árabes y judíos.

Juan Pablo II anticipó la idea de la teología «popular» de Francisco, afirmando que las iglesias jóvenes han contribuido con una serie de expresiones de sabiduría popular que constituyen «una genuina riqueza cultural de tradiciones». Juan Pablo II añade, sin embargo, que el estudio de la sabiduría popular debe ir de la mano con la investigación filosófica. Y advierte contra la visión sin matices de que la teología «debería mirar más a la sabiduría contenida en las tradiciones de los pueblos que a una filosofía de procedencia griega y eurocéntrica».

Juan Pablo II desea que la Iglesia sea consciente de los contextos globales, señalando las culturas no cristianas de la India y China para su discusión. Ciertamente, estas civilizaciones pueden enriquecer a la Iglesia; sin embargo, la encíclica también afirma que «a cada cultura los cristianos llevan la verdad inmutable de Dios».

Fides et Ratio también aborda esta preocupación, afirmando que «la filosofía necesita ante todo recuperar su dimensión sapiencial como búsqueda del sentido último y global de la vida».

Juan Pablo II subraya la universalidad de la verdad. El conocimiento contextual por sí solo es insuficiente. Por el contrario, «toda verdad, si realmente es verdad, se presenta como universal. Si algo es verdad, entonces debe ser verdad para todas las personas y en todo momento». Juan Pablo II advierte contra «una desconfianza generalizada de las declaraciones universales y absolutas».

Juan Pablo II declara que la teología debe ir más allá de lo concreto: «Lo que quiero subrayar es el deber de ir más allá de lo particular y de lo concreto, para que no se abandone la tarea primordial de demostrar la universalidad del contenido de la fe».

También sostiene algo que en nuestro tiempo se olvida con facilidad. La filosofía debe tener un «alcance genuinamente metafísico». «Una filosofía que rehúye la metafísica sería radicalmente inadecuada para la tarea de mediación en la comprensión de la Revelación». Y es así porque la verdad de la revelación es universalmente válida, y solo invocando alguna dimensión metafísica puede la teología dar una explicación coherente del carácter trascendente, perpetuo y universal de las afirmaciones de la revelación.

Fides et Ratio muestra que los condicionamientos históricos y socioculturales que acompañan a todo pensamiento no pueden ni obviar la objetividad y universalidad de la verdad. Se debe abordar la situación existencial del creyente, como hace el Papa Francisco, pero al mismo tiempo debe señalarse la verdad universal que la revelación trae a hombres y mujeres de todos los contextos y culturas, por encima de subjetividades.

Son aspectos destacados de Fides et Ratio:

  1. Armonía entre Fe y Razón: fe y la razón no deben considerarse opuestas o en conflicto.
  2. La búsqueda de la verdad: Juan Pablo II enfatiza la importancia de la búsqueda de la verdad a través de la razón y la fe.
  3. Filosofía y teología: La encíclica aborda la relación entre la filosofía y la teología, destacando la importancia de la filosofía como un medio para comprender y expresar la fe de manera más profunda.
  4. Crítica al relativismo: Juan Pablo II critica el relativismo, la idea de que no hay verdades absolutas, y enfatiza la existencia de verdades objetivas que pueden ser conocidas y comprendidas.
  5. Papel de la Iglesia: La encíclica destaca el papel de la Iglesia en la promoción del diálogo entre la fe y la razón, así como en la preservación y promoción de la verdad revelada.
La verdad de la revelación es universalmente válida, y solo invocando alguna dimensión metafísica puede la teología dar una explicación coherente del carácter trascendente, perpetuo y universal de las afirmaciones de la revelación Clic para tuitear

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