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Mujer: lo que no quieren que sepas de los anticonceptivos

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Pocas decisiones personales están tan influenciadas por la cultura dominante como lo está la sexualidad.

Desde la década de 1950, la anticoncepción ha sido presentada como una solución médica y social para los problemas de la mujer moderna.

El origen de la píldora: ¿una solución o el inicio del problema?

La historia comienza en 1950, cuando Carl Djerassi sintetiza en México la primera progestina sintética. Aunque se autodenominó «la madre de la píldora», Djerassi no anticipó las dimensiones sociales, morales y médicas que tendría su descubrimiento.

Una década después, Gregory Pincus, considerado «el padre de la píldora», logra comercializar el primer anticonceptivo hormonal, que contenía una dosis hormonal hasta 10 veces mayor que las actuales.

Desde entonces la sexualidad se desvinculó de la procreación, y el cuerpo femenino comenzó a ser regulado artificialmente con la promesa de una falsa «liberación».

La advertencia profética de la Iglesia

En 1968, el Papa Pablo VI publica la encíclica Humanae Vitae, advirtiendo con claridad que separar el acto conyugal de su dimensión procreativa tendría consecuencias devastadoras.

Entre sus predicciones estaban: la degradación de la moralidad sexual, la instrumentalización de la mujer, la intervención coercitiva de los gobiernos en materia de natalidad, y el debilitamiento del matrimonio.

Todas estas advertencias se han cumplido de manera profética. La pildora fue vendida como una «liberación femenina» cuando es una nueva forma de dominio inmoral sobre el cuerpo de la mujer.

Los anticonceptivos convierten los procesos naturales del ciclo femenino en disfuncionales y su fertilidad en una «enfermedad» a suprimir. Violencia femenina ¿o no?

El descenso demográfico 

En 1950, el promedio mundial de hijos por mujer era de 5,3. Hoy, la cifra ha caído a entre 1,7 y 2,2, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional.

Esta caída, promovida activamente por organizaciones como Planned Parenthood es el resultado de una descarada y pensada manipulación biológica y cultural de la maternidad.

Los anticonceptivos hormonales —como las píldoras combinadas, el DIU medicado, implantes, inyecciones, parches o el anillo vaginal— actúan interfiriendo en los procesos naturales del cuerpo femenino: inhiben la ovulación, modifican el moco cervical, alteran el endometrio e impiden la implantación.

Lejos de ser inofensivos, estos mecanismos conllevan riesgos graves, especialmente cuando son usados a largo plazo o sin un análisis médico personalizado.

Lo que no se dice

A pesar de su uso masivo y normalizado, los anticonceptivos hormonales tienen efectos secundarios muy importantes y significativos, entre ellos:

  • Disminución de la libido

  • Náuseas, vómitos y dolores de cabeza

  • Aumento de peso y retención de líquidos

  • Depresión, ansiedad y riesgo aumentado de suicidio, especialmente en adolescentes

  • Alteraciones del ánimo y de la organización cerebral

  • Mayor riesgo de trombosis, cáncer de mama y cuello uterino

  • Alteraciones en la microbiota y proliferación de enfermedades de transmisión sexual como clamidia y virus del papiloma humano (VPH)

El uso de anticonceptivos se sabe que también agravan condiciones como el síndrome de ovario poliquístico, la resistencia a la insulina, la disfunción hepática y otras patologías metabólicas.

No se cuenta por ejemplo que el uso de progestinas derivadas de testosterona puede causar efectos virilizantes (acné, hirsutismo), mientras que algunas formulaciones como la drospirenona tienen riesgos cardiovasculares elevados.

Otras progestinas, como el acetato de medroxiprogesterona, anticonceptivo de larga duración, inhiben la producción de alopregnanolona, alterando negativamente el funcionamiento neuronal.

De forma errónea en lugar de tratar la causa de ciertas patologías físicas, muchas veces los anticonceptivos son ofrecidos como «talla única» de forma indiscriminada para irregularidades menstruales, acné, dismenorrea y otras dolencias de la mujer.

La píldora del día después y el RU486: ¿anticoncepción o aborto precoz?

Además hay que resaltar que fármacos presentados como anticonceptivos de emergencia, como la píldora del día después o el RU48,  tienen efectos post-fecundación, es decir, pueden evitar la implantación de un embrión ya concebido.

Esto los convierte en abortivos, no meramente anticonceptivos, según los propios estudios de farmacología y biología.

El RU486, en particular, altera la expresión genética del endometrio, impidiendo que el embrión se implante en el útero. ¿Qué implica esto?

Que el inicio de una vida humana es deliberadamente impedido, lo que plantea serias cuestiones éticas.

El cuerpo femenino

Por favor, dejemos de mirar la fertilidad de la mujer como un enemigo.

La fertilidad femenina no es una patología, sino un regalo, una expresión profunda de la capacidad de amar, de cuidar y de cooperar con Dios en la transmisión de la vida.

Suprimir artificialmente la fertilidad rompe el equilibrio hormonal, psíquico y emocional natural de la mujer. Lo que ella es por gracia femenina.

Las adolescentes

No olvidemos que el uso indiscriminado y normalizado de anticonceptivos hormonales en adolescentes es especialmente grave.

Estudios muestran que estas sustancias afectan la maduración cerebral, sobre todo en el sistema límbico y el lóbulo frontal, afectando la capacidad de juicio, el control emocional y la estabilidad psíquica.

En países desarrollados, millones de adolescentes entre 15 y 19 años utilizan anticonceptivos hormonales. Escalofriante.

Esta medicalización precoz del cuerpo femenino deja heridas invisibles en el desarrollo integral de la persona, atentando contra su libertad, su dignidad, su salud física y su vocación al amor.

Conocer la fertilidad

La Iglesia Católica jamás se ha quedado en una mera prohibición infundada, ha buscado y expuesto la verdad del sexo y la fertilidad y ha promovido métodos naturales y éticos para conocer, vivir y gestionar la sexualidad y la fertilidad.

Estos métodos permiten a las mujeres y a los matrimonios conocer el ciclo femenino y ofrecen una respuesta saludable, científica y moralmente coherente de la relación conyugal.

La medicina personalizada, la educación afectiva y el reconocimiento de la dignidad del cuerpo es el camino adecuado frente a los gigantescos intereses económicos y culturales de la industria farmacéutica, que hoy mueve unos 17.000 millones de euros anuales solo en anticoncepción.

Hay algo totalmente macabro en todo esto y es que los anticonceptivos no solo suprimen la fertilidad. Suprimen la verdad del cuerpo, el sentido de la sexualidad y la profundidad del amor humano.

El cuerpo no es objeto de manipulación es templo del Espíritu Santo, y la sexualidad es lenguaje de amor y de donación, no de uso o consumo.

Mujer, no lo olvides, estás bien hecha, puedes reconocer y dar gracias por tu fertilidad, disfrutar de tu fecundidad y conocer tu cuerpo; para vivir tu vocación femenina plenamente.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Por favor, proporcionar las fuentes de estos resultados.
    Es lo primero que reclaman los partidarios de los anticonceptivos.
    Y sería de gran ayuda a quienes difundimos este tipo de artículos, si se pudiera n incluir estudios sobre los preservativos (condones)

    Responder

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