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No, no existe el derecho a la blasfemia

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A continuación, reproducimos el texto publicado por Jean-Pierre Cattenoz, arzobispo de Aviñón sobre la libertad de expresión en relación al supuesto derecho a la blasfemia:

Una pregunta me ronda desde hace semanas: ¿es la blasfemia verdaderamente un derecho en democracia? ¿Son las caricaturas blasfemas un derecho en una democracia? A pesar de las afirmaciones del Presidente de la República, respondo no a esta pregunta y me gustaría argumentar mi respuesta.

En tierra del Islam radical, la blasfemia contra el profeta o el Corán se castiga con la muerte y en algunos casos con la decapitación. En la Iglesia Católica, cuando se profana un sagrario que contiene la presencia real del Señor, los cristianos celebran misas de reparación y piden perdón por tales actos de profanación.

Después de los atentados de «Charlie Hebdo», ¡todo el mundo era «Charlie»! Personalmente, siempre he afirmado: «Yo no soy Charlie», al tiempo que condenaba firmemente a los autores de ese atentado bárbaro y odioso. Era fundamental condenar el atentado, pero era también fundamental disociarse de una publicación que muestra en su portada caricaturas blasfemas.

Cuando «Charlie» pudo reaparecer meses después, la portada seguía siendo escandalosa y me dolió profundamente. ¡Representaba al Papa Benedicto XVI siendo sodomizado por el profeta! La prensa se mostró encantada de ver esa «revista» resurgir de sus cenizas. Algún tiempo después, tuve la oportunidad, durante una comida en la Prefectura de Aviñón con el Ministro del Interior de entonces, y los representantes de los cultos, de hacerle la siguiente pregunta al ministro: la blasfemia parece formar parte de los genes de «Charlie Hebdo», pero ¿no cree que la libertad de publicar blasfemias y caricaturas acaba allí donde causo un daño grave a mis hermanos? Añadí lo profundamente conmocionado que estaba de ver al Papa Benedicto despreciado de esa manera e incluso de ver también al profeta despreciado en esa caricatura. Me respondió que en aquellos momentos había habido en el gobierno un debate, porque algunos ministros condenaban aquella caricatura en nombre de un límite a la libertad en un mundo donde se nos invita a vivir como hermanos.

Debo confesar que lloré ante aquella caricatura que hería mi sensibilidad cristiana. ¿Cómo pueden los periodistas actuar así en nombre de un pseudoderecho a la libertad total e ilimitada de caricaturizar hasta el extremo y de glorificarse a sí mismos? La democracia o el laicismo no tienen nada que ver aquí.

Creía – quizás ingenuamente – que el hombre estaba hecho para vivir en sociedad y que la República había considerado oportuno tomar prestado de los cristianos el símbolo de la «Fraternidad» como emblema de la República. Si somos llamados a vivir juntos como hermanos, la libertad de cada uno se detiene allí donde hiero a mi hermano. Puedo ciertamente entrar en diálogo con un hermano que no comparte mi punto de vista, y usar todo mi poder de persuasión, pero declarar como principio que la blasfemia, sea cual sea, es un derecho en democracia… eso no es justo, no es verdad.

Por otra parte, esto no justifica de ninguna manera la decapitación de un profesor de historia que quería reflexionar con sus alumnos sobre el significado de tales caricaturas y sobre el gusto actual de la prensa sensacionalista por la blasfemia.

Debo confesar que me quedé sin palabras ante las declaraciones del Presidente de la República, además desde el Líbano, como reacción ante aquel acto. Justificó, en nombre de la democracia, la libertad de decir y publicar cualquier cosa, la libertad de blasfemar en todas sus formas. ¡Pensé que estaba soñando!

Entiendo que hoy en día está de moda burlarse de las religiones y arrastrarlas por el fango, pero ¿se dan cuenta los autores de tal comportamiento de que están pisoteando la libertad en su verdadero, profundo y genuino sentido?

En nombre de la fraternidad, base de toda la vida en sociedad, sólo puedo repetir: ¡la libertad de cada uno acaba donde yo hiero gravemente a mi hermano! Esta verdad o es el fundamento mismo de toda vida en sociedad o si no, nos dirigimos hacia una disimulada deriva totalitaria. Al mismo tiempo, debemos condenar enérgicamente los actos de violencia y barbarie que pretenden responder a esta concepción errónea de la libertad.

Cuando Charlie Hebdo pudo reaparecer meses después, la portada seguía siendo escandalosa y me dolió profundamente. ¡Representaba al Papa Benedicto XVI siendo sodomizado por el profeta! Clic para tuitear

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Ah, es que hay que ser incluyentes, progresistas, tolerantes, no hay verdades absolutas… y esto, entiéndase bien, ¡es una verdad absoluta! No te metas con los tolerantes, porque ¡no te lo van a tolerar!

    Responder
  • África Marteache Echevarria
    16 noviembre, 2020 16:07

    Lo que dice este obispo también lo había pensado yo. No tiene sentido que gocen de esa manera con la humillación de lo sagrado y aireen que en el insulto más atroz, la burla y el desprecio está la «fraternite». En realidad no hay mucha diferencia entre el laicismo de la República Francesa y el ateísmo soviético. No es casualidad que las dos revoluciones, Francesa y Rusa, estén tan hermanadas.

    Responder

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