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China veta contenidos religiosos

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El 15 de septiembre de 2025, la Administración Nacional de Asuntos Religiosos de China publicó un reglamento específico para el comportamiento digital del clero. El texto busca someter toda actividad religiosa en el entorno digital al control del Estado, cerrando espacios que antes eran difíciles de vigilar y castigando con sanciones administrativas y penales a quienes no se alineen con la ortodoxia del Partido Comunista Chino (PCCh).

Diversas fuentes confirman la promulgación, su alcance nacional y su objetivo: consolidar el control total sobre palabra, imagen y catequesis en la red.

Lo que prohíbe el nuevo marco

El reglamento prohíbe la predicación y la enseñanza religiosa en cuentas personales, transmisiones en vivo, grupos de WeChat, foros no oficiales y cualquier plataforma no autorizada.

Sólo pueden difundir contenidos religiosos organizaciones registradas que cuenten con una licencia de Servicios de Información Religiosa en Internet y que se sometan a revisiones previas para garantizar la “sinización” y la promoción de “valores acordes”.

Entre las restricciones más graves figuran: la prohibición de formación religiosa a menores, la recaudación de fondos con fines espirituales, la venta de artículos religiosos y la organización de grupos juveniles o actividades formativas por vía digital.

También se veta monetizar la fe mediante directos, “influencers” religiosos o comercio electrónico.

De forma especialmente sensible para los católicos, la norma desalienta o bloquea la difusión de contenidos religiosos extranjeros, etiquetándolos como “infiltración”.

Esto puede afectar la circulación de audiencias del Papa, documentos del Vaticano o recursos formativos internacionales, asfixiando el vínculo universal del católico con la Iglesia en todo el mundo.

La “sinización” como censura doctrinal

El gobierno presenta estas reglas como garantía de “armonía” y “orden”. Pero en la práctica, la sinización se convierte en un filtro ideológico que domestica la doctrina, imponiendo lecturas que encajen con el ateísmo de Estado y que descarten todo lo que huela a disidencia doctrinal o a comunión con instancias eclesiales globales. La prohibición de vestir signos religiosos en ciertos contextos audiovisuales o de utilizar inteligencia artificial con fines evangelizadores ilustra hasta qué punto se pretende controlar el símbolo y el mensaje.

Un aviso para Occidente

Este paso supone una agresión directa a derechos fundamentales: adorar a Dios libremente, transmitir la fe, educar a los hijos y comunicarse eclesialmente sin fronteras. La historia enseña que cuando el Estado se arroga el poder de discernir qué se puede predicar, acaba cercenando la dignidad de la persona y la autonomía de la comunidad creyente. La advertencia vale también para Europa y América: cuando prospera la lógica del control cultural, otras libertades quedan en la cuerda floja.

No es casual que la Santa Sede y numerosas instituciones cristianas hayan señalado, en distintas épocas, los peligros intrínsecos del comunismo para la vida espiritual y social. Como recordaba Pío XI en Divini Redemptoris y otros documentos del Magisterio, se trata de una “mortal enfermedad” que se infiltra en las articulaciones de la sociedad. Hoy, esa infección se manifiesta con claridad en el espacio digital: se busca arrancar lo sagrado del corazón humano para reducirlo a herramienta de propaganda.

Nota: Información corroborada con reportes de prensa y análisis especializados publicados entre el 16 y el 27 de septiembre de 2025.

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