La diócesis de Getafe y la archidiócesis de Toledo han vivido una jornada de profunda emoción y espiritualidad con la celebración de la misa de acción de gracias por la reciente beatificación de Sor Juana de la Cruz.
La Santa Misa, que tuvo lugar en el Monasterio de Santa María de la Cruz en Cubas de la Sagra, reunió a cientos de fieles, así como a numerosas autoridades eclesiásticas y civiles.
Una celebración solemne y multitudinaria
La Eucaristía fue presidida por el nuncio apostólico en España, Mons. Bernardito Auza, y concelebrada por importantes figuras del ámbito eclesiástico, como el arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Cerro Chaves, el obispo de Getafe, Mons. Ginés García Beltrán, y el obispo auxiliar Mons. José María Avendaño. También participaron los arzobispos de Oviedo y Mérida-Badajoz, así como el obispo auxiliar de Madrid y varios obispos eméritos de distintas diócesis.
Junto a ellos, se sumaron sacerdotes de las diócesis de Getafe y Toledo, con una destacada presencia de la orden franciscana, a la que perteneció Sor Juana. En el ámbito civil, alcaldes y autoridades locales también quisieron rendir homenaje a la nueva beata.
Una vida de la mano del Evangelio
La ceremonia comenzó con una solemne procesión de entrada, durante la que se portaron el decreto de beatificación y una reliquia de Sor Juana de la Cruz. A continuación, se leyó una síntesis del decreto, destacando la importancia de su vida y legado espiritual.
El obispo de Getafe, en su intervención, resaltó las virtudes de la beata, describiéndola como «una mujer de palabra profética, con un don de consejo excepcional, cercana a todos y con un espíritu evangelizador incansable». Subrayó que su vida sigue siendo un testimonio de santidad tanto para su época como para la actualidad.
Por su parte, el nuncio apostólico, Mons. Bernardito Auza, dedicó su homilía a reflexionar sobre el mensaje de Sor Juana de la Cruz para la Iglesia de todos los tiempos. «Su palabra no es de empoderamiento, sino de amor, humildad y servicio en favor de la conversión de las almas», afirmó, recordando las cuatro cruces que mencionaba la beata en su predicación: la cruz de la carne, la del mundo, la del demonio y la de Cristo.
Además, Mons. Auza destacó la importancia de la beata en la historia de la evangelización, recordando cómo dos religiosas del Monasterio de Cubas viajaron en 1619 a Filipinas para fundar un convento de Hermanas Clarisas en Manila.
Un ejemplo de fe y entrega
El arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Cerro Chaves, cerró la celebración con unas palabras de agradecimiento, comparando a la beata con la Virgen María en tres aspectos clave:
su capacidad de reconocer la falta de alegría en el mundo, su aceptación del sufrimiento confiando en Dios y su entrega total a Cristo.
El acto concluyó con la interpretación del himno a Santa María de la Cruz por la Coral Santiago Apóstol, que acompañó musicalmente toda la ceremonia, poniendo el broche de oro a una jornada marcada por la fe y el reconocimiento a la vida ejemplar de Sor Juana de la Cruz.
Con esta celebración, la Iglesia rinde homenaje a una vida en Dios que, siglos después de su vida terrenal, sigue iluminando con su legado el camino de los fieles, invitándolos a vivir con amor, humildad y entrega al servicio del Evangelio.