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Juan Pablo I, el Papa de los 33 días

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El 16 de septiembre de 1972 el papa san Pablo VI viajó a Udine con el fin de participar en la conclusión del XVIII congreso eucarístico italiano. Ese día el Papa quiso detenerse en Venecia para saludar a los fieles de la ciudad de los canales, que abarrotaron la plaza de san Marcos. Al final del acto, en un determinado momento, Pablo VI, con un gesto inusual y a la vez premonitorio, se quitó la estola papal en el estrado de la plaza y se la colocó alrededor del cuello del patriarca de Venecia, monseñor Albino Luciani, a quien crearía cardenal al año siguiente. Aquel mismo día, antes de abandonar el palacio apostólico de Castel Gandolfo, residencia estiva de los papas, Pablo VI había escrito la fecha y la hora, las 7:30, en una anotación de su testamento espiritual. Esto lleva a considerar que el Papa había pensado en su propia muerte horas antes de realizar en Venecia aquel gesto tan sorprendente con el patriarca Albino Luciani.

A la muerte de Pablo VI, el cardenal Luciani fue elegido 263º obispo de Roma y sumo pontífice en el cuarto escrutinio del cónclave, el 26 de agosto de 1978 (el cónclave había comenzado el día anterior). Escogió el nombre de Juan Pablo pensando en el de sus inmediatos predecesores, san Juan XXIII y san Pablo VI. Juan Pablo I falleció inesperadamente el 28 de septiembre de 1978.

El de Juan Pablo I fue un pontificado muy breve: 33 días. Pero el más breve de la historia de la Iglesia fue el de Urbano VII, que duró solo doce días: del 15 al 27 de septiembre de 1590. En su primer ángelus (27 de agosto), Juan Pablo I recordaba: «Ayer por la mañana, fui a la Sixtina a votar tranquilamente. Nunca habría imaginado lo que iba a suceder. Apenas comenzó el peligro para mí, los dos colegas que tenía al lado me susurraron palabras de ánimo. Uno me dijo: «ánimo, si el Señor da un peso, dará también las fuerzas para llevarlo». Y el otro compañero: «no tenga miedo, en el mundo entero hay mucha gente que reza por el nuevo Papa». Al llegar el momento, he aceptado». Después de la renuncia de san Pablo VI en 1964 a la tiara papal (corona triple que simboliza la potestad del pontífice como vicario de Cristo, obispo y rey), Juan Pablo I ya no fue coronado con esta histórica insignia pontificia en la ceremonia que desde entonces pasó a llamarse «de inicio del ministerio petrino». También rechazó el trono regio que le fue ofrecido.

Albino Luciani tenía una salud delicada. Podía no haber aceptado la elección realizada en el cónclave. Sin embargo, asintió en obediencia a la voluntad de Dios, que en aquel momento se le manifestaba a través de la elección de los cardenales reunidos en el cónclave de agosto de 1978, el año de los tres papas. Y este es el primer gran mérito de Juan Pablo I, que manifiesta un gran abandono en la providencia divina.

Los tiempos de Juan Pablo I no fueron fáciles. En el mundo continuaba la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y en Italia se vivía con especial dureza el final de los anni di piombo (años de plomo), con frecuentes atentados terroristas. Sin ir más lejos, Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana, había sido asesinado por las Brigadas Rojas en mayo de 1978.

El magisterio del papa Luciani se encuentra recogido en un pequeño opúsculo de apenas cien páginas, publicado por la Libreria Editrice Vaticana, que lleva por título Insegnamenti di Giovanni Paolo I (Enseñanzas de Juan Pablo I). Aunque muy breve, el pontificado de Juan Pablo I no fue irrelevante; en primer lugar, porque a los ojos de Dios no hay vida humana alguna que lo sea. Juan Pablo I dejó huella en tantas personas por su humildad, por su sonrisa y por su buen hacer como catequista, como demostró en las cuatro audiencias generales que tuvo. Las tres últimas fueron dedicadas a las virtudes teologales (la fe, la esperanza y la caridad). El tema de la primera fue la virtud de la humildad. En ella comentó: «Tenemos que sentirnos pequeños ante Dios. Cuando digo: «Señor, creo», no me avergüenzo de sentirme como un niño ante su madre; a la madre se le cree; yo creo al Señor y creo lo que Él me ha revelado». En aquella primera audiencia pidió que subiera al estrado un monaguillo maltés para dialogar junto a él, acercándole el micrófono, sobre el cuidado de una madre enferma por parte de su hijo.

Albino Luciani publicó Catechetica in briciole (Catequesis en migajas) en 1949. En esta obra, escrita con claridad y sencillez, el autor ofrece consejos muy útiles para preparar encuentros de catequesis, acerca del modo de relacionarse con quienes participan en ellos, etc. Su intención era hacerse entender por todos, cultos o no. Y lo demostró con creces.

En 1976, siendo ya cardenal patriarca de Venecia, publicó Illustrissimi (Ilustrísimos señores), una recopilación de cuarenta cartas imaginarias dirigidas a diversos personajes de la historia: de Charles Dickens a Mark Twain, de san Lucas a santa Teresa de Jesús, pasando por Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), e incluso Pinocho (el títere ideado por Carlo Collodi) y el oso del ermitaño san Romedio.  El destinatario de la última carta del libro es Jesucristo. En estas epístolas su autor reflexiona sobre Dios y el hombre, los acontecimientos de la vida y la certeza de la muerte, manifestando su conocimiento del personaje a quien escribe y de la época en la que vivió, y sirviéndose de una finísima ironía.

El milagro que ha abierto las puertas a la beatificación de Juan Pablo I es la curación, por la intercesión del papa Luciani, de una niña argentina de once años que padecía una grave forma de encefalopatía. Como decía el escritor británico Chesterton, lo más increíble de los milagros es que suceden.

El próximo 4 de septiembre el papa Francisco beatificará a Juan Pablo I en la plaza de san Pedro. Es el quinto papa del siglo XX que llega a los altares, después de Pío X, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.

Miquel Delgado Galindo, ex subsecretario del Consejo Pontificio para los laicos

El milagro que ha abierto las puertas a la beatificación de Juan Pablo I es la curación, por la intercesión del papa Luciani, de una niña argentina de once años que padecía una grave forma de encefalopatía Clic para tuitear

 

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