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Conciencia y realidad: De William James a la filosofía transpersonal

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Desde los tiempos de Platón hasta las teorías actuales sobre la conciencia, la humanidad ha intentado comprender qué es la mente y cuál es su relación con la realidad. En el pensamiento contemporáneo, la ciencia ha desplazado a la metafísica, y aunque se ha intentado superar el materialismo clásico, muchas de sus premisas siguen latentes en los discursos modernos. La idea de que «todo es energía» o que la conciencia es una simple vibración es solo un refinamiento del viejo materialismo: se cambia la sustancia, pero se sigue sin reconocer una dimensión verdaderamente espiritual en la existencia.

William James y la revolución del empirismo radical

A finales del siglo XIX y principios del XX, William James fue uno de los primeros filósofos en desafiar el materialismo reduccionista. Su empirismo radical proponía que la realidad está compuesta por «experiencia pura», sin que haya una dualidad entre mente y materia. Según William James, no hay una conciencia separada observando la experiencia, sino que todo es experiencia en sí misma. Esta idea parecía superar el materialismo mecanicista, pero tenía un problema fundamental: si todo es experiencia, ¿dónde queda el «yo» que la experimenta?

William James también abordó la cuestión de la conciencia en su pragmatismo, donde sostenía que las ideas y creencias deben juzgarse por su utilidad y efectos prácticos. Sin embargo, esto no resolvía el problema central: ¿es la mente solo un epifenómeno del cerebro o tiene una existencia propia e independiente?

El propio James se interesó por el estudio de la conciencia en estados alterados y experiencias místicas. Exploró fenómenos como la mediumnidad y las experiencias espirituales, lo que le llevó a afirmar que «nuestro campo de conciencia es solo una pequeña fracción de lo que realmente existe». Para James, la mente parecía estar conectada con algo más grande, pero nunca llegó a afirmar una dimensión espiritual en términos absolutos.

De la vibración a la conciencia: El materialismo disfrazado

En la actualidad, muchas corrientes filosóficas y científicas intentan explicar la conciencia en términos de energía y vibración. Desde la mecánica cuántica hasta la neurociencia, se insiste en que la mente no es más que un producto de la actividad cerebral, aunque se hable de vibraciones y resonancias en lugar de moléculas y neuronas. La idea de que «todo es energía», tan repetida en círculos esotéricos y científicos, puede parecer una visión más avanzada que el materialismo clásico, pero en realidad sigue siendo una forma de materialismo: todo sigue reducido a procesos físicos, aunque estos sean energéticos en lugar de materiales.

Pero, ¿qué significa realmente que «todo es energía»? Max Planck, el padre de la física cuántica, dijo: «Detrás de la materia hay algo más. Todo lo que llamamos materia se origina y existe solo en virtud de una fuerza que hace vibrar las partículas y las mantiene en un pequeño sistema solar.»

Esto no implica necesariamente que la conciencia sea simplemente una vibración o una frecuencia. Si solo identificamos la realidad con la vibración, estamos cometiendo el mismo error que si, al escuchar el sonido de un coche, concluyéramos que el coche es la vibración. En realidad, la vibración es solo un efecto, no la causa.

Platón y la ilusión de los sentidos

Desde Platón y su alegoría de la caverna, sabemos que los sentidos pueden engañarnos. La idea de que solo existe lo que podemos percibir es una falacia. La mente no es simplemente la actividad del cerebro, del mismo modo que la luz no es solo la vibración de una onda electromagnética. Platón nos enseñó que lo que vemos es solo una sombra de una realidad más profunda. Si aplicamos esto a la conciencia, podríamos decir que la actividad cerebral es solo el reflejo de un principio superior: la mente no surge del cerebro, sino que el cerebro es un instrumento de la mente.

En la filosofía transpersonal moderna, autores como Ken Wilber han intentado ir más allá del reduccionismo, postulando una «Jerarquía de la Conciencia» en la que la mente humana es solo un estadio en un proceso más amplio de evolución espiritual. Sin embargo, incluso estas teorías a veces caen en la trampa del «materialismo sutil»: en lugar de hablar de una realidad espiritual trascendente, explican todo en términos de vibraciones, estados alterados y procesos físicos refinados.

La mente informa al cerebro, no al revés

En la neurociencia actual, la mayoría de los estudios siguen sosteniendo que la conciencia es una función del cerebro. Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Y si la mente fuera una entidad independiente que utiliza el cerebro como un receptor, del mismo modo que una señal de radio usa una antena?

Algunos experimentos parecen respaldar esta idea. Los estudios sobre experiencias cercanas a la muerte muestran que la conciencia puede persistir incluso cuando el cerebro está clínicamente inactivo. Casos documentados de personas que han reportado información verificable en estados de coma sugieren que la mente no está confinada a la actividad neuronal.

El psiquiatra Ian Stevenson estudió cientos de casos de niños que recordaban vidas pasadas con detalles extraordinarios. Sus hallazgos desafían la visión de que la memoria y la identidad están contenidas únicamente en el cerebro. Si la conciencia fuera solo el producto de la química cerebral, ¿cómo podría existir sin un cerebro activo?

Pero la explicación es algo absolutizante, con una visión sesgada. Son fenómenos que apuntan a una interconexión más profunda entre las mentes humanas. Este y otros muchos investigadores han documentado casos de personas que, en estados de conciencia alterada, acceden a información que parece ir más allá de su experiencia personal. Si bien algunos han interpretado esto como pruebas de la reencarnación, otra posibilidad es que la conciencia individual pueda acceder a un «campo de información» colectivo, una especie de wifi espiritual donde se almacenan experiencias pasadas de otros seres humanos. Esta idea recuerda la noción del inconsciente colectivo de Carl Jung y, desde una perspectiva cristiana, el dogma de la comunión de los santos, que sugiere una interconexión profunda entre las almas a lo largo de la historia.

Conclusión: Hacia una filosofía de la conciencia verdaderamente trascendente

Desde William James hasta las filosofías transpersonales actuales, ha habido un esfuerzo constante por superar el materialismo, pero muchas veces este esfuerzo se queda a mitad de camino. Si reducimos la mente a energía o vibración, seguimos sin explicar su verdadera naturaleza.

La clave está en reconocer que la conciencia no es una simple función del cerebro ni una vibración impersonal, sino algo más profundo. No es el cerebro el que crea la mente, sino la mente la que informa al cerebro. La conciencia es la causa, no el efecto. Mientras sigamos buscando explicaciones basadas solo en términos físicos, seguiremos atrapados en la caverna de Platón, viendo solo sombras de la realidad.

El verdadero desafío es atrevernos a pensar más allá del materialismo disfrazado y reconocer que la mente, la conciencia y la realidad pueden tener una naturaleza que trasciende la física, abriéndonos a una comprensión más profunda del ser humano y su lugar en el cosmos.

Twitter: @lluciapou

No es el cerebro el que crea la mente, sino la mente la que informa al cerebro. La conciencia es la causa, no el efecto Share on X

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