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Consejos de un opositor para sobrevivir al confinamiento (I)

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Todos nos encontramos en un momento inverosímil en nuestras vidas. Un tiempo de aislarse desprendiendo al ser humano de una función básica, como es la relacional.  Para ello, hay que estar preparado mentalmente, no hay que dejar que pasen los días y que la situación nos controle, sino estar al mando.

Ejercitar cuerpo y mente para sobrevivir a cada día de encierro, y más aún, llegar sano, física y psíquicamente al esperado día en que todo termine. No se trata de aguantar un día más, sino que ese día más que pasa nos aproveche para el mañana. Que el día que volvamos a la calle, a nuestro trabajo, a nuestras universidades y escuelas, a reencontrarnos con la familia y amigos, a la gente en general (concepto éste que se ha reducido en estas semanas a aquellos con los que convivimos y los vecinos del balcón de enfrente), tengamos la fortaleza y estabilidad necesaria para afrontar los retos que estén por venir.

El mañana depende del hoy, y el hoy ya está aquí. La máxima de vive cada día como si fuera el último puede sonar demasiado agresiva quizás, pero la realidad es que debemos vivir cada día como si fuera el único. El día de hoy es lo más importante, es lo que tenemos delante, aquello que podemos modelar con nuestro tiempo. Porque si de una cosa disponemos en estos días es de tiempo.

El tiempo es un concepto ambiguo. Hay que entenderlo con cautela. Suele ocurrir que cuanto más tiempo disponible tenemos, menos productivo es. Mientras que cuando es limitado parece que nos da tiempo a todo. Podríamos decir que el tiempo se parece a una presa de agua, que cuando se abre un poco dejando que caiga el agua de forma racionada aprovecha para producir energía. Pero cuando se desborda o rompe la presa el agua arrasa lo que encuentra a su paso no solo quedando desaprovechada, sino que tiene una fuerza destructiva. Algo parecido sucede con el tiempo.

Por eso en estos días es muy importante que interioricemos esta idea:

El tiempo de confinamiento puede ser un tiempo de aprovechamiento, de producción tanto material como intelectual y espiritual, pero también puede hacer mella en nosotros y en las relaciones con aquellos con los que convivimos en estos días.

Y es aquí donde siento que debo, y humildemente quiero, plasmar una serie de vivencias o consejos que podrían servir para sobrevivir a esta situación. Lo hago de una forma sincera y con el ánimo de que mi experiencia como opositor pueda aprovechar de alguna forma a cualquier persona, especialmente a los más jóvenes, para salir reforzado de lo que nos ha tocado vivir. Se plasman en sucesivas entregas con el fin de que se haga mayor hincapié en cada uno pues no se trata de mera palabrería que nada aportaría al lector; en particular son 10 consejos que se plasman en tres artículos sucesivos.

Oposito desde hace casi cinco años al Cuerpo de Abogados del Estado, y estos son mis consejos:
  1. Dar las gracias cada día. La etapa del opositor es dura, sin duda, pero una cosa que siempre he tenido clara es que es una suerte poder permitírselo. Es una etapa difícil, en la que estas en la flor de la vida, eres joven, lleno de vitalidad, de buenas intenciones, y sin embargo renuncias a ello y te encierras durante años con tus libros y apuntes ante un futuro incierto. Y sin embargo, a día de hoy lo sigo creyendo, es una oportunidad. Cuantas veces afrontamos el nuevo día centrando la mirada en lo que está mal, en lo que no tenemos o en lo duro que va a ser, y sin embargo no apreciamos todo lo bueno que hay a nuestro alrededor. Las cosas más sencillas, aquellas que tantas veces damos por hecho, qué importantes son para nosotros y qué poco las apreciamos…hasta que faltan. Por eso, al empezar cada día de cuarentena tomarse medio minuto y asimilar todo lo bueno que nos rodea: un techo, una familia, salud, alimento… y no solo esto, también el mero hecho de que empiece un nuevo día debe ser causa de gratitud. Coger el día con toda su amplitud, abarcándolo solo a él, y poniendo todos nuestros pensamientos, ideas, intenciones en el día presente, para hacer de él algo bello. Porque hay una gran diferencia entre actuar movido por la desidia o la dejadez, a actuar movido por la pasión, por el entusiasmo. Sin duda que estamos en un momento de dificultad extrema, pero es en la necesidad cuando el ser humano demuestra su valía, y cada día debemos dar las gracias por esa oportunidad de poder ser más humanos que nunca.

 

  1. Aprender a estar con uno mismo (que no solo). El aislamiento es la esencia de la oposición. Y digo aislamiento y no soledad. Cada día de estudio podría entenderse como una mezcla entre trabajador autónomo y universitario. Es como ir a la facultad, pero en este caso a una clase particular, en la que no hay un profesor que te controle sino que tú eres tu propio jefe (por supuesto, sin olvidar el imprescindible papel del preparador al que luego aludiremos). Eres tú contigo mismo, ocho, diez, doce hasta quince horas. Y así día tras día. Como todo en esta vida, es un proceso. Aprendes a estar contigo mismo. Lo primero y más importante al respecto es aprender a soportarte. Puede sonar paranoico, pero el aislamiento saca a la luz tu esencia, tus pensamientos más profundos, tus manías. Se podría decir que conoces a tu gemelo. Y debes aceptarlo. Ese que se encierra contigo cada día eres tú mismo. Al principio puede resultar extraño, pero poco a poco se va produciendo un conocimiento interior que hace que se produzca una unidad entre tu pensar y tu actuar. Al ponernos delante del espejo y vernos, y aceptarnos como somos, tenemos la materia prima, el punto de partida para moldear la persona que queremos ser. El aislamiento nos permite abstraernos de los condicionamientos sociales que, sin darnos cuenta probablemente, hemos interiorizado y realizamos de una forma refleja. Es la oportunidad de redefinirte, de pararte a pensar quién eres, de plantearte quien quieres ser y poner los medios para ello, ahora, libre de toda injerencia deshonesta. No voy a decir que sea fácil estar encerrado, porque el ser humano es social por naturaleza, y necesita de los demás para vivir. Pero desde que nacemos nos vemos empujados por la corriente del mundo y las tareas y apenas tenemos momentos para pararnos a estar con uno mismo y ser sincero con lo que se es. Este aprender a estar con uno mismo, a conocerse y a quererse es, a mi entender, imprescindible en la vida de una persona para ser realmente feliz. Vivir su vida, y no la de otro. Conocerse a uno mismo y tener la valentía para ello y para llegar a ser quien realmente quieres ser.

 

  1. Paso corto que vamos lejos: no pensar en lo que queda sino en el hoy: Uno de los aspectos fundamentales en una carrera de fondo es ir paso a paso. Cuando se realiza un esfuerzo prolongado en el tiempo es lógico que la cabeza se desconcentre, que se disperse y se abstraiga del momento presente. Es típica la comparación entre la oposición y una carrera de fondo, una maratón. Por experiencia en ambas puedo asegurar que es una comparación muy certera. Una carrera de largo recorrido no sucede en único día, sino que lleva semanas, meses de preparación. Físicamente preparas al cuerpo para ir abarcando de manera progresiva mayor distancia y adquiriendo mayor resistencia. Pero también mentalmente rompes barreras que parecían inalcanzables. Un día corres 10 km y te crees Superman, y al día siguiente llegas a 15 km y así sucesivamente. La cabeza se familiariza con las limitaciones del cuerpo y aprende a entenderla. Un preparador me decía que el día de afrontar el primer examen (en Abogacía del Estado, oral sobre 250 temas aproximadamente), en el momento de sentarte en la silla delante del tribunal el cuerpo te iba a pedir salir de allí, levantarte, pero debía aguantar ese primer impulso interno y dominar la situación. El cuerpo es inteligente y busca su supervivencia. Normalmente, cuando estás en una carrera el cuerpo te manda señales de agotamiento y te pide que pares antes de que esté realmente extenuado. Actúa de manera preventiva. Eso significa que hay un margen de actuación entre el límite real y el mental. En ese margen es en el que somos capaces de mejorar. Y no es un margen fijo, sino que varía a medida que nos familiarizamos con nuestro límite. Por lo tanto, debemos conocer nuestros límites no para confinarnos en ellos sino para mejorar. Dicho todo esto, es necesario recalcar que los límites no son ilusorios, y hay que afrontarlos con respeto. Si tú empiezas una maratón y en el km 2 piensas en que aun te quedan 40 km más estás mentalmente poniendo sobre tus hombros el final de la carrera cuando aún apenas la has comenzado. Estás anticipando el esfuerzo físico que aún no toca hacer, y mentalmente te estas derrotando a ti mismo. En la oposición, puedes pensar que es imposible estudiarse tal cantidad de temario (especialmente en las consideradas “tochas”) y sinceramente, lo es. Pero como en una carrera, todo comienza con un paso, con un tema. Da igual que sean 460 temas, 42 km, lo importante es tener la capacidad de dar el siguiente paso. No se trata de abarcar todo de golpe, sino de ir poco a poco. Aprendiendo a estar cómodo en la incomodidad. Y creo que esto es muy aplicable a la etapa de confinamiento que nos toca vivir. No estar pendiente de la semana que empieza y que va a ser como la anterior, todo el día entre cuatro paredes. Afrontar la semana empezando por el primer día, y empleando la fuerza física y mental de ese día para ese día. De nada nos sirve abrumarnos con afrontar la semana entera en un día, porque al día siguiente probablemente nos ocurra lo mismo, y eso solo consigue desgastarnos siete veces más cada día. Por lo tanto, día a día, paso a paso, que sin darte cuenta llegaremos al final del camino habiéndolo recorrido e incluso disfrutado.

Las cosas más sencillas, aquellas que tantas veces damos por hecho, qué importantes son para nosotros y qué poco las apreciamos…hasta que faltan. Clic para tuitear

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