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Del discernimiento individual al comunitario: discapacidad y biotecnología 

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Nos enfrentamos a grandes avances en las tecnologías genéticas, como la edición génica, el diagnóstico genético preimplantacional (DGP) y otras intervenciones reproductivas. Por ello, la reflexión ética cristiana se enfrenta a nuevos retos.

Devan Stahl, teóloga y bioeticista, sostiene que las comunidades eclesiales deben convertirse en espacios de discernimiento moral comunitario, especialmente cuando estas tecnologías tocan realidades como la discapacidad.

A partir de su experiencia pastoral y hospitalaria, Devan Stahl plantea una crítica constructiva: muchas iglesias han abandonado el acompañamiento moral en decisiones médicas, dejando a los fieles solos ante dilemas profundos.

Esta realidad contradice la naturaleza del cuerpo eclesial: si somos miembros de un mismo cuerpo, nuestras decisiones no pueden reducirse a lo privado o individual.

La comunidad eclesial como sujeto moral

El Concilio Vaticano II recuerda que la conciencia, aunque sagrada, debe ser formada a la luz de la Revelación, el Magisterio y el discernimiento comunitario (cf. Gaudium et Spes, 16).

Por tanto, la comunidad eclesial no es un espectador pasivo ante los dilemas bioéticos de sus miembros, sino un sujeto moral que acompaña, ilumina y, en muchos casos, orienta.

Más allá de la dominante autonomía radical, la ética católica recupera la dimensión relacional de la persona humana: somos creados para la comunión y estamos llamados a deliberar en comunidad. Esta visión cobra especial relevancia en decisiones que tocan la vida, la salud y la transmisión de la vida humana.

La discapacidad como interpelación teológica

Uno de los grandes aportes de Devan Stahl es visibilizar cómo la discapacidad desafía ciertas presuposiciones implícitas tanto en la cultura biomédica como en algunos sectores eclesiales.

El modelo médico tiende a concebir la discapacidad como una deficiencia a corregir o eliminar, la teología cristiana ve en toda vida humana —incluida la que vive con discapacidad— una imagen de Dios plena y valiosa.

Sin embargo, muchas comunidades cristianas han fallado históricamente en esta área.

Desde actitudes de lástima hasta prácticas abiertamente eugenésicas, la discapacidad ha sido tratada como una anomalía incompatible con la plenitud cristiana.

Esta herida todavía no ha sido sanada del todo, y ello explica, al menos en parte, por qué tantos ven la biotecnología como una vía de “redención”.

La Iglesia, si desea ser coherente con su doctrina sobre la dignidad de la persona, debe no solo rechazar todo enfoque utilitarista o eugenésico, sino también crear entornos litúrgicos, pastorales y comunitarios donde las personas con discapacidad participen plenamente.

Solo así se podrá deliberar éticamente sobre las tecnologías genéticas desde un contexto de aceptación y no de exclusión.

Evaluación moral desde la tradición católica

A diferencia de muchas denominaciones protestantes, la Iglesia Católica cuenta con una rica tradición ética basada en la ley natural, la dignidad de la persona humana y los fines propios del acto médico. Documentos como las Directrices Éticas y Religiosas para los Servicios de Salud Católicos (ERDs) y la instrucción Dignitas Personae ofrecen criterios claros para evaluar la licitud de las intervenciones genéticas.

La teología moral católica distingue entre intervenciones terapéuticas legítimas y aquellas que, por su naturaleza o intención, contradicen la dignidad del ser humano.

La intervención médica puede considerarse moralmente aceptable si:

  1. Busca el bien integral del paciente, no sólo su corrección funcional.

  2. Respeta la dignidad del embrión humano, reconociéndolo como sujeto de derechos desde la concepción.

  3. No introduce discriminación genética, ni selecciona embriones con criterios de calidad de vida.

  4. No reemplaza la procreación natural por procesos artificiales heterólogos o mercantilizados.

A pesar de contar con principios orientadores, cada caso concreto requiere de una prudente aplicación pastoral. En este punto, el acompañamiento de un sacerdote bien formado y una comunidad orante resulta esencial.

El rol formativo del sacerdote y la comunidad

Devan Stahl advierte que muchos sacerdotes no se sienten preparados para acompañar en decisiones médicas complejas.

Sin embargo, el acompañamiento moral en cuestiones de salud —especialmente en torno a la procreación, la discapacidad y la biotecnología— forma parte del cuidado pastoral integral.

El sacerdote no debe ser un experto en genética, pero sí un guía espiritual capacitado para ayudar a discernir a la luz del Evangelio.

El discernimiento moral no es únicamente un ejercicio individual de conciencia, sino una práctica eclesial.

Como tal, requiere de formación, oración, escucha y reflexión comunitaria. Preguntas como ¿Qué entendemos por el cuerpo humano? ¿Qué significa traer un hijo al mundo? ¿Qué temores proyectamos sobre la discapacidad? son esenciales para que las decisiones no se reduzcan al miedo o a la eficiencia, sino que se orienten al amor, la verdad y la comunión.

Discernimiento cristiano 

La Iglesia está llamada a ser un testigo profético ante la creciente mercantilización de la vida.

La tecnología genética, si bien puede ofrecer beneficios médicos, también encierra riesgos morales serios: la objetivación del cuerpo, la selección de vidas “deseables”, y el debilitamiento del sentido cristiano del sufrimiento y la vulnerabilidad.

Formar comunidades capaces de deliberar moralmente, incluir a las personas con discapacidad en la vida eclesial, y acompañar pastoralmente a quienes enfrentan decisiones complejas es parte esencial de la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo.

Solo así, nuestras decisiones serán verdaderamente humanas y profundamente cristianas.

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