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El Ayuno – 8 claves para aprovechar bien la Cuaresma

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Hace pocos años Mons. Munilla propuso estas 8 claves para entender y vivir bien el Ayuno, inseparable de la Oración y la Limosna, para seguir a Cristo. No se trata solo en ayunar de la comida, sino de las muchas distracciones y adicciones que nos alejan del Señor.

Ocho claves sobre el sentido espiritual del ayuno

Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante.

Nosotros aprendemos lo que es el ayuno de Jesucristo porque Él se retiró al desierto y allí tuvo un prolongado ayuno. No fue Jesucristo el que inauguró el ayuno. Moisés, en un momento clave, cuando iba a recibir las tablas de la ley, ayunó. También Elías cuando iba a tener aquel encuentro con Yahveh, ayunó. Esos momentos claves de la recepción de las tablas de la ley, del encuentro con el Señor en el Horeb, son momentos de ayuno para Moisés y para Elías, luego es importante que entendamos cuál es el sentido del ayuno. Aquí van las 8 claves:

  1. La primera es que el sentido del ayuno no se puede buscar de una manera aislada sino en una unión con la triada ayuno-oración-limosna. Así lo predica la Iglesia. Hay una cita especialmente luminosa para explicar la íntima conexión de esta triada ayuno-oración-limosna. Es una cita de san Pedro Crisólogo que dice: “el ayuno es el alma de la oración y la misericordia es la vida del ayuno por tanto quien ora que ayune, quien ayuna que se compadezca”. Curioso esto.

“El ayuno es el alma de la oración”. Si no hay ayuno la oración no tiene alma. Y luego dice “la misericordia es la vida del ayuno”. El ayuno tiene vida. Se traduce en caridad, en misericordia. Esta es la primera clave para entender el sentido del ayuno. El ayuno no es algo aislado, está integrado junto con la oración y limosna, está integrado en lo que son los consejos de Jesucristo para su seguimiento.

 

  1. Hay una pista muy importante sobre el sentido el ayuno que nos lo da la primera de las tentaciones del desierto cuando el diablo intenta romper el ayuno de Jesucristo proponiéndole que convierta las piedras en panes. La respuesta que Jesucristo da a esta tentación es muy luminosa sobre el sentido del ayuno, porque le dice que “no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. O sea que el fin del ayuno es alimentarnos de Dios. El fin del ayuno es disponernos a ese ser alimentados por la palabra de Dios. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi padre”, dice Jesucristo. Si Él se preparó con el ayuno para acoger esa voluntad del Padre, también nosotros, a través del ayuno, se debe alimentar de la Palabra de Dios y por eso ayuno porque con todo a la vez no se puede. Hay una pedagogía para tomar conciencia de que me alimento de la Palabra de Dios, pues ayuno. “No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. El ayuno es por lo tanto un recordatorio, algo que nos dispone interiormente para tomar conciencia, para prepararnos para alimentarnos de Dios, de su Palabra, nos predispone para hacer de la voluntad de Dios nuestro alimento.

 

  1. La práctica del ayuno contribuye a dar unidad interior a nuestra persona. El hombre es una unidad sustancial de cuerpo y alma, pero al mismo tiempo vive también un drama de división interior. Estamos interiormente divididos, no estamos unificados por que el pecado original y nuestros pecados nos han debilitado y descoyuntado, han hecho que esa unidad interior del hombre – cuerpo y alma – viva en hostilidad, como si el cuerpo y el alma fuesen el gato y el ratón. La práctica del ayuno nos ayuda a controlar los apetitos de la naturaleza, nos ayuda a un mayor autodominio y a una libertad del corazón.

Ojo que esto es muy importante porque hoy en día padecemos esa falta de autocontrol, de unidad dentro de nosotros. La práctica del ayuno es una verdadera terapia frente a la debilidad de las adicciones que tan fácilmente se están generando en nosotros. En nosotros surgen unas impulsividades que son contrarias a lo que yo quisiera tener, que es el dominio sobre mí mismo pues no soy capaz de dominar mi atracción al alcohol, al móvil, a la pornografía… en nosotros se han ido generando determinadas compulsividades, adicciones que manifiestan la falta de unidad dentro de nosotros en cuerpo y alma y necesitamos que el ayuno sea una práctica que nos ayude a unificarnos interiormente. El cuerpo y el alma están llamados a vivir perfectamente integrados.

 

  1. El ayuno es una autentificación del seguimiento de Jesucristo. Os acordáis de aquel pasaje en el que decía: “el que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Es decir, frente a la tentación de seguir a Jesús de una manera abstracta, sin mover un dedo, el ayuno quiere ser un lugar en el que de una manera existencial mostremos que queremos seguir a Jesucristo. Eso de seguir a Jesucristo sin renunciar a nada, sin mover un dedo, no es real. Por algo dijo Jesucristo eso de que “el que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo”, y ¿se estaba refiriendo a renunciar a la comida? No, se estaba refiriendo a muchas más cosas, pero es que necesitamos expresar de alguna manera esa renuncia y el ayuno es una renuncia que nos puede ayudar a autentificar el seguimiento a Jesucristo, hacer verdad eso de que “el que quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo”.

 

  1. Prepararnos para la batalla. La vida es una batalla, un combate. También el ayuno forma parte de la pedagogía de Dios. Es como un gimnasio divino y espiritual para fortalecer el espíritu, para permitirnos llevar a cabo nuestra vocación. Se trata de aprender a abstenerse de cosas lícitas para fortalecernos ante las proposiciones ilícitas, para que cuando lleguen estas proposiciones ilícitas uno tenga capacidad de combate. Por eso es importante que se haya ejercitado en la abstinencia de cosas lícitas. El ayuno voluntario nos hace resistentes ante el mal, de lo contrario somos muy vulnerables, somos muy blanditos, es así. Es la realidad. Máxime en este contexto en el que los que hemos nacido en la sociedad del bienestar, que no hemos sido hijos de la posguerra – porque quienes han sido hijos de la posguerra saben lo que es luchar en la vida – lo hemos tenido todo hecho y quizá no sabemos renunciar a nada, no sabemos decir que no, no sabemos negarnos ningún capricho.

Digamos que el ayuno es muy importante como gimnasio espiritual para prepararse para la batalla de la vida, para fortalecer el espíritu, para que nos haga capaces de llevar a cabo nuestra vocación.

 

  1. Es un instrumento que nos ayuda a la reparación de nuestros pecados. Porque cuando le pedimos a Dios tener un acto de contrición, que nos duelan nuestros pecados y llorar nuestros pecados – que dice san Ignacio de Loyola – para que esto sea verdad también tenemos que unirlo a una expresión corporal. El dolor de los pecados, la compunción, es más fácil que Dios nos la de como una gracia cuando nos disponemos a ella con una renuncia diciendo: Señor, te ofrezco este ayuno como reparación de mis pecados, te pido que me duelan mis pecados, te pido tener una profunda contrición, y te ofrezco este ayuno no solo como reparación de mis propios pecados, sino ofreciéndolo por los demás. Te ofrezco mi ayuno por los demás. Tema importante, obviamente.

 

  1. El ayuno nos sensibiliza, nos solidariza ante el sufrimiento del mundo, nos humaniza. Existen personas que no pueden comer, que están teniendo hambre, existen madres y padres que están pensando en la manera de que sus hijos no pasen hambre y eso es terrible. Es un hecho que nos hemos acostumbrado, acostumbrado a conocer que hoy pueden morir 40 mil personas en el mundo por falta de alimento. Van a morir 40 mil personas y yo aquí sigo y encima voy a comer tres veces al día, pues esto no puede ser. Ya sabemos que esto es un drama en el que yo no puedo mandar el desayuno de esta mañana por correo. Sé que no puedo, pero necesito, de alguna manera, unirme a ese drama, necesito participar también con mi ayuno del drama del sufrimiento del mundo. Yo no puedo permanecer insensible. Se habla de 40 mil al día, entre ellos 15 mil niños. Pero, ¿yo puedo permanecer indiferente ante ello? No puedo remediar el hambre, pero sí quiero expresar que me importa y me afecta lo que pasa en el mundo, por lo tanto, es un gesto de compasión, de padecer con, eso es compasión, padezco con, quiero experimentar de alguna manera el sufrimiento que experimenta el mundo. Es como un recordatorio que necesito tener presente para que siga siendo luchador y reivindicativo, para que sea una llamada en mí a la austeridad, lógicamente una llamada a la misericordia, a tomarme en serio compartir mis bienes, qué voy a hacer de mis bienes, a quién voy a dejar mis vienes. El ayuno suscita muchas preguntas en mi vida.

 

  1. El ayuno nos ayuda para profundizar en la espiritualidad de la ofrenda. Manifestar nuestra reverencia ante Dios y subrayar nuestro ofrecimiento. Acordaros del texto de Romanos 12, 1: “os exhorto hermanos, por la misericordia de Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como hostia viva, agradable a Dios. Tal es vuestro culto razonable”. Ofrecer nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios. Queremos hacer del ayuno una expresión de nuestra ofrenda. Señor, me ofrezco y me entrego a ti, me pongo en tus manos. Queremos que esta espiritualidad de la ofrenda, que supone una manifestación de reverencia ante Dios, sea también como un signo de la reorientación radical de nuestra vida, una conversión a Dios de todo corazón.

 

Del programa Sexto Continente de Radio María.

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