En la vida matrimonial, los pequeños gestos cotidianos tienen un poder inmenso. Una mirada, una palabra amable, una oración compartida… pueden ser semillas de amor y de gracia. Pero hay un gesto, quizás poco conocido, que la Iglesia ha querido elevar a una dimensión espiritual más profunda: besar el anillo matrimonial.
Pocos saben que fue San Juan XXIII, el Papa bueno, quien tuvo la inspirada idea de vincular una indulgencia especial —parcial— a este sencillo pero profundo acto conyugal. En su sabiduría pastoral, quiso ofrecer a los esposos cristianos un modo accesible y cotidiano de vivir su fe dentro del matrimonio, santificando incluso los gestos más simples.
El Santo Padre expresó su deseo con palabras llenas de ternura y profundidad espiritual:
Es necesario que los esposos cada día descubran el significado de la alianza que llevan en el dedo, lo besen cada día prometiéndose ambos el respeto, la honestidad de los hábitos, la santa paciencia del perdonarse en las pequeñas faltas, y que miren esta alianza que llevan como vínculo de indisolubilidad en la que los hijos que Dios quiera mandarles, aprendan a crecer en las santas virtudes que tanto gustan a Dios y hacen feliz a Jesús, y que luego hacen feliz a la familia misma que sabrá así ser testigo de cómo se vive como cristianos y cómo se es feliz superando juntos cada día las grandes dificultades de la vida.”
Un gesto de amor y de fe
El anillo matrimonial es mucho más que una joya. Es un signo sagrado, un símbolo visible del compromiso invisible que une a los esposos en Cristo. Su forma circular —sin principio ni fin— representa la permanencia y la fidelidad del amor conyugal, reflejo del amor mismo de Dios, que no se agota ni cambia.
Besar el anillo es, entonces, un gesto que puede transformar la rutina diaria en una oración viva. Es una renovación silenciosa del “sí” pronunciado el día del matrimonio. Es decirle al cónyuge: “te amo de nuevo hoy, con la gracia de Dios”, y decirle a Cristo: “quiero seguir amando como Tú amas”.
La indulgencia: don de misericordia
La indulgencia parcial concedida por San Juan XXIII a este gesto no es un mero detalle piadoso. Es una expresión de la misericordia de Dios que, a través de la Iglesia, ofrece alivio y purificación a las almas. Las indulgencias no son “premios”, sino manifestaciones del amor divino que anima a los fieles a vivir con más fervor su vocación y a reparar con amor sus faltas.
En este caso, besar el anillo matrimonial con fe y devoción —acompañado del deseo sincero de vivir en gracia y cumplir las condiciones ordinarias de toda indulgencia (confesión, comunión y oración por las intenciones del Papa)— se convierte en una fuente concreta de crecimiento espiritual dentro del hogar.
Una escuela de virtudes para la familia
San Juan XXIII, en su intuición pastoral, quiso que este acto diario fuera también una escuela de virtudes domésticas: respeto mutuo, honestidad, paciencia, perdón. Cada beso al anillo es un recordatorio de que el amor no se sostiene solo con emociones, sino con decisiones diarias, con pequeños sacrificios y con la ayuda de la gracia.
Además, los hijos que contemplan este gesto aprenden sin palabras el valor sagrado del matrimonio. Ven que el amor de sus padres no es simplemente humano, sino que está anclado en la fe y abierto a Dios. De esta forma, el hogar se convierte en una iglesia doméstica, donde se vive y se testimonia el Evangelio con alegría y coherencia.
Redescubrir la santidad del matrimonio
Redescubrir gestos como este es un acto de resistencia espiritual. El beso al anillo matrimonial no es una costumbre del pasado, sino una propuesta actual y necesaria: la de volver a poner a Dios en el centro del amor conyugal.
Besar el anillo cada día puede ser un momento breve, pero lleno de eternidad. Un recordatorio de que el amor verdadero no se improvisa ni se apaga, sino que se cultiva con fe, con ternura y con humildad.
Que cada esposo y esposa que lean estas palabras se animen a revivir este gesto santo. Que cada beso al anillo sea una oración silenciosa que diga: “Señor, bendice nuestro amor y hazlo signo de Tu amor eterno”.









