Cuando pensamos en el cuerpo humano, a menudo lo vemos solo desde su aspecto físico o biológico. Sin embargo, el cuerpo tiene un significado mucho más profundo en el plan de Dios. San Juan Pablo II lo llamó “el significado esponsalicio del cuerpo”, que nos invita a descubrir el lenguaje que habla nuestro cuerpo en el amor.
Dios creó el cuerpo del hombre y de la mujer no solo con la capacidad de engendrar vida, sino también para expresar un amor verdadero, total, fiel y fecundo.
El cuerpo “dice” sin palabras: “soy un don para ti”.
El cuerpo como lenguaje
Este lenguaje se hace especialmente visible en el amor matrimonial, donde el esposo y la esposa se entregan mutuamente con todo su ser, incluido el cuerpo, como signo de un amor que se promete para siempre.
En el relato del Génesis leemos que “el hombre y la mujer estaban desnudos, sin avergonzarse” (Gn 2,25). Esto significa que, antes del pecado, el hombre y la mujer se miraban con ojos limpios, sin miedo ni desconfianza.
Sus cuerpos no eran motivo de vergüenza, sino expresión de un amor transparente y sincero, donde la comunión era total, y el cuerpo un puente de unión, no una barrera.
Hombre y mujer
Ser hombre o ser mujer no es solo una realidad biológica, sino una vocación al amor.
Dios nos creó diferentes para complementarnos y enriquecernos mutuamente.
La masculinidad y la feminidad expresan esta llamada al don de sí: el hombre está hecho para entregarse, y la mujer para acoger, una verdad que se manifiesta en toda la persona, cuerpo y alma.
El pecado original rompió esta armonía. Con él llegó la vergüenza, el miedo y la culpa. El cuerpo, antes vivido como un don, comenzó a verse como un objeto para usar, controlar o esconder.
Esto también se refleja hoy en muchos matrimonios, con dificultades como la incomprensión, luchas de poder y heridas afectivas. Pero no todo está perdido, porque Dios no nos abandona.
Matrimonio cristiano
Jesús vino a perdonar y a restaurar el sentido original de nuestra vida y nuestro amor. En Él, el cuerpo recupera su verdad: está hecho para amar y entregarse. La entrega de Cristo en la cruz nos muestra el amor auténtico “hasta el extremo”.
Así, el matrimonio cristiano es más que una relación humana: es una vocación y un camino de redención, donde marido y mujer aprenden a amar como Cristo, con paciencia, ternura, sacrificio y fidelidad.
Comprender el significado esponsalicio del cuerpo nos ayuda a ver que el amor matrimonial no es solo convivencia o afecto, sino una vocación profunda a entregarse totalmente.
El cuerpo es un lenguaje de amor, fidelidad y comunión. El matrimonio cristiano es el lugar privilegiado para vivir y renovar esta verdad día a día, siempre con la ayuda de la gracia de Dios.
Aunque el pecado haya oscurecido esta verdad, la redención en Cristo la ilumina nuevamente. El cuerpo sigue siendo llamado a expresar el amor verdadero, y el matrimonio, cuando se vive con entrega sincera, sigue siendo un camino de santidad, comunión y alegría.