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¿A quién metes en tu cama?

Familia

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Los anticonceptivos han hecho que no metas a la «persona para ti» o a la «única» en la cama, sino a la primera que es capaz de dar rienda suelta a tus pasiones o sentimientos . Es curioso ver que, aunque el mundo está lleno de personas que conocen la veracidad de estas palabras, la gente cede. Y es que se nos olvidaba aquello de que «si todos lo hacen, no vas a ser el bicho raro»: intimidación del número, lo llaman.

Pero, ¿es posible vivir de otra manera la sexualidad cuando la abrumadora sociedad nos grita otra cosa? ¿Es este el ideal de nuestro corazón, dejarnos mirar y usar con unos ojos y un tacto que nos despersonalizan? El que cede puede ser que alcance un cierto placer o bienestar, que no es lo mismo que la felicidad.

Para empezar, podríamos partir de una premisa fácil y de sentido común: «si ya crees que no será para siempre, es que no es de verdad» entonces, ¿Qué necesidad hay de embarrarse? ¿por qué vivir atado? ¿placer? ¿necesidad de afecto? El amor humano no es ciego, debe ser razonable y no simplemente pasional, excluyendo todas las demás las razones. La simple elección por «flechazo» puede herirnos hasta el punto que al ser traspasado por la flecha nos haga desangrarnos. ¿Es suficiente el factor «entendimiento erótico» ? ¿Es posible una relación libre de mentira?

San Pablo en la carta a los corintios habla de un amor no posesivo, un amor de entrega al otro para su bien. «La mujer no es dueña de su cuerpo, sino el marido; tampoco el marido es dueño de su cuerpo, sino la mujer.» (1, Co 7,4).

La principal herida del pecado original es que la inteligencia humana ya no reconoce a Dios como su bien principal, el bien que le hace feliz. Por ello, los deseos del alma o los instintos puramente animales se desordenan y no escuchan a la razón. No se alinean con lo más significativo, Dios.

La sociedad actual nos confunde ante la espera para un bien mayor y nos invita a  la antropofagia: nos cebamos con nuestra propia carne para después de saciados seguir buscando más carne. Sí, una barbaridad. ¿Hay alguien que haya advertido de esta tremenda barbarie? La Iglesia católica es quien nos enseña que un amor desordenado hará que nos pongan el «collarcito» y a partir de ese momento nos pondrán la «correa».

Los anticonceptivos con todas sus consecuencias son el signo que anuncia que amar de verdad es el único lugar seguro para vivir en mayúsculas. Es amando sin red, con entrega, donde está la verdadera aventura. Entonces ¿por qué conformarse con menos? Nuestra vida más auténtica estará fundada a base de síes, que lo dan todo para que no se pierda nada.

¿Dónde quedan los regalos del matrimonio? Es real y palpable, no es un cuento chino, que existe una gran libertad a la hora de vivir las relaciones: querer al otro de verdad. Libre de todo (pasiones, respuestas, gustos, resultados…) y en orden con una fidelidad a lo más significativo. La vida matrimonial es verdaderamente un regalo, es decir, pasar de lo bueno a lo mejor, redescubriendo lo verdaderamente esencial. Cuando tu cama se convierte en un lugar reservado, divino y único, se te concede la gracia de levantar los ojos del suelo y sólo así  se ama más y mejor.

 

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