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El cristianismo en el mundo: mayoría global y motor de futuro

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El cristianismo sigue siendo, pese a todos los diagnósticos precipitados, la primera religión en el mundo. En 120 países, más de la mitad de la población se declara cristiana. Ninguna otra fe alcanza semejante extensión geográfica, y ninguna combina con tanta coherencia doctrinal y diversidad cultural la pertenencia de comunidades diseminadas en todos los continentes.

El catolicismo, columna vertebral del cristianismo, agrupa a más de mil doscientos millones de fieles: un número que no solo se mantiene, sino que crece al mismo ritmo que la población mundial. Un continente europeo con signos de cansancio espiritual no puede oscurecer una realidad que, mirada en conjunto, ofrece la imagen de una tradición viva, universal y profundamente enraizada.

En América, el cristianismo es abrumadoramente mayoritario: desde Alaska hasta la Patagonia, pasando incluso por la Cuba oficialmente comunista. Uruguay constituye la excepción: allí los no afiliados, en su mayoría agnósticos, alcanzan una posición dominante.

África, por su parte, es el gran laboratorio del futuro religioso, donde la fe cristiana vive un crecimiento extraordinario que rivaliza con la expansión musulmana, dibujando un continente que será decisivo en el equilibrio espiritual del siglo XXI.

Europa sigue siendo culturalmente cristiana, aunque debilitada en su práctica por un proceso de desvinculación que avanza más por indiferencia que por rechazo militante. Los casos de Francia, Países Bajos, Reino Unido o Chequia son el espejo de este cambio, donde crecen los no afiliados, agnósticos y ateos a expensas de las confesiones cristianas. Hay un correlato entre la crisis y la marginación de Europa del mundo, su desvitalización cristiana y el aumento de quienes quieren vivir al margen o contra del cristianismo. La llamada de Juan Pablo II:

Yo, obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces” (Discurso en Santiago de Compostela 9 de noviembre de 1982).

El islam, segunda gran fuerza global, suma mayorías en 53 países, desde Marruecos hasta Indonesia, pasando por Oriente Medio, el Sahel y Asia Central. Con sus 270 millones de habitantes, Indonesia es hoy el mayor país musulmán del mundo. Pero más allá de esta expansión, lo que resulta significativo es el dinamismo demográfico: en conjunto, los musulmanes representan ya el 26% de la población mundial, ello es debido no tanto a las conversiones sino a su natalidad muy alta comparada con la nuestra De ahí que es clave la batalla incruenta para conseguir la libertad de culto en los países musulmanes, la equiparación con las condiciones que tiene en los países cristianos. Esto es lo decisivo, y no las fabulaciones políticas de su expulsión masiva de Europa.

El tercer grupo, los no afiliados, aparece con cifras llamativas —24% de la población—, pero se trata de un fenómeno concentrado en China, cuya opacidad política convierte esos números en una auténtica caja negra. Japón y algunos países occidentales —Uruguay, Países Bajos, Nueva Zelanda— suman a esa estadística, pero en términos globales el peso de los “sin religión” sería marginal de no mediar el gigante chino.

Los demás credos completan el mosaico: los hindúes, aunque mayoritarios solo en dos países, representan un 15% de la humanidad gracias al subcontinente indio; los budistas, mayoritarios en siete países, alcanzan un 4% de la población mundial; el judaísmo, con Israel como único Estado confesional, no llega al 0,5%.

Si se observa la fotografía por países, el 60% de los estados del mundo son de mayoría cristiana, frente al 26% de mayoría musulmana y al 5% de no afiliados. El contraste aparece al girar la lente hacia la población: el cristianismo suma un 29%, el islam un 26% y los no afiliados un 24%. La diferencia es que, mientras en Occidente el cristianismo se erosiona por la indiferencia, en África y Asia vive un impulso formidable. El resultado es una Iglesia global cada vez menos eurocéntrica, más africana, más latinoamericana, más diversa, pero al mismo tiempo sostenida por un tronco doctrinal común que le otorga una cohesión incomparable.

La lección de este mapa religioso es doble:

Por un lado, confirma la vitalidad de la fe cristiana: lejos de ser un vestigio del pasado, sigue marcando el presente de la mayoría de las naciones y crece con la humanidad, y tiene en el papado la unidad, la referencia doctrinal y un liderazgo moral sin igual en el mundo. De todo ello hemos de ser conscientes

Por otro, revela el contraste entre un Occidente desvinculado y un Sur Global vibrante, donde el cristianismo y el islam compiten no tanto en confrontación como en pujanza demográfica y cultural.

En este pulso de civilizaciones, el catolicismo tiene una ventaja que las cifras no siempre reflejan: su capacidad de conjugar tradición y universalidad, doctrina y pluralidad cultural. La mayor comunidad religiosa del mundo no solo conserva su número: conserva su voz, su unidad y su horizonte. Y todo indica que seguirá siendo así en las próximas décadas. Y un añadido más. Allí donde la fe cristiana vibra, también lo hace toda la comunidad.

Juan Pablo II en nuestro caso está más vivo que nunca.

«Europa, abre de nuevo las puertas a Cristo. No tengas miedo: su Evangelio no te quita nada, sino que te lo da todo. Abre de nuevo las puertas a su salvación» (Exhortación apostólica Ecclesia in Europa, 2003).

El futuro religioso se decide en el Sur global: cristianismo y islam en pujanza, mientras Occidente se desvincula. #Cristianismo #Religión Compartir en X

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