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El macabro negocio de la eutanasia

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La eutanasia no es un acto de compasión y dignidad. Sino que esconde despiadadas y peligrosas realidades.

El caso de Alastair Hamilton

Un ejemplo terrorífico y conmovedor de esto es el caso de Alastair Hamilton, un hombre de 47 años del Reino Unido que decidió terminar con su vida en una clínica de suicidio asistido en Suiza.

Este trágico acontecimiento ha sido un llamada de atención sobre los riesgos y engaños asociados con la eutanasia y la importancia de valorar la vida en todas las circunstancias.

Sin diagnóstico médico

El periodista Paul Brand informó el 16 de mayo de 2024 para ITV.com sobre el caso de Alastair, quien había estado sufriendo una condición no diagnosticada que le causaba dolor, fatiga y malestar.

A pesar de la falta de un diagnóstico médico definitivo, Alastair recurrió a la clínica de suicidio asistido Pegasos, pagando 11,000£ para acceder a lo que falsamente se llama «muerte asistida voluntaria», cuando en realidad es un suicidio asistido. La clínica aprobó su solicitud y, pocos días después de su llegada a Suiza, a Alastair le mataron.

Un negocio macabro

Este caso es clamoroso por la ligereza con la que lidian ante la muerte las instituciones que ofrecen servicios de eutanasia.

La clínica Pegasos aprobó la muerte de Alastair a pesar de que su condición no estaba diagnosticada, no había un dictamen médico.

Con el agravante de que su familia no tenía conocimiento de la tragedia que envolvía a Alastair.

Su madre, Judith, descubrió la muerte de su hijo solo después de que este no regresara al Reino Unido ni respondiera a sus llamadas. Las investigaciones bancarias revelaron el pago a Pegasos, llevando a la familia a Suiza para rastrear sus últimos pasos y dar con la clínica.

Una grave falta de ética

La situación se volvió aún más inquietante cuando se supo que Sean Davison, representante de Pegasos, había estado involucrado en varias polémicas relacionadas con la eutanasia. Davison, expresidente de la Federación Mundial de Sociedades por el Derecho a Morir y exlíder de Dignity South Africa, fue condenado en Sudáfrica por su implicación en las muertes de varias personas y había perdido su licencia médica en Nueva Zelanda en 2020. Estos ejemplos revelan la ética y la responsabilidad de aquellos que manejan instituciones de suicidio asistido.

La historia de Alastair y su familia denota la macabra realidad que encubre el negocio de la muerte.

En 2022, la Asociación Médica Suiza revisó sus directrices sobre el suicidio asistido, pero estas no son legalmente vinculantes, lo que deja un vacío significativo en la protección de las personas vulnerables. Organizaciones como Exit, Dignitas y Pegasos han expresado su oposición a estas directrices revisadas, argumentando que amenazan la autodeterminación y la libertad de elección.

Sin embargo, no se trataría sólo de la necesidad de cambios cruciales para evitar casos de abuso y decisiones precipitadas, basadas en diagnósticos inciertos o en la falta de apoyo familiar. Se debería de apoyar a la persona sufriente ante su desesperanza y vacío.

La vida, en todas sus formas y circunstancias, debe ser valorada y protegida.

Se deben fortalecer los sistemas de salud y amparo emocional, asegurando que las personas que sufren reciban el cuidado y la atención que necesitan.

La eutanasia es un engaño

La advertencia de Judith Hamilton, madre de Alastair,  sobre el suicidio asistido debe ser escuchada con seriedad. Es una llamada a la acción para revisar y mejorar las políticas y abolir la eutanasia, asegurando que se priorice siempre la vida y el bienestar de las personas.

La eutanasia, en cualquiera de sus regulaciones y formas, es un callejón sin salida, es un engaño que lleva a la muerte y pisotea el respeto a la existencia humana.

La eutanasia, en cualquiera de sus regulaciones y formas, es un callejón sin salida, es un engaño que lleva a la muerte y pisotea el respeto a la existencia humana. Clic para tuitear

 

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Está claro que suministrar suicidios es un negocio que, como todos los negocios, prospera atendiendo a la demanda y procurando que crezca. Una vez legalizado el servicio, no hay más que aprovechar los resquicios de la ley para colar clientes de lo más variopinto, como en este caso. Así se va creando un plantel de hechos consumados que sirven de acicate para ampliar la ley, en vez de restringirla.

    Lo intrigante es la mentalidad de unos médicos que en vez de paliar, curar y proteger a las personas se dedican a cadaverizarlas. No son asesinos a sueldo, como los abortistas, que matan a quien quiere vivir, estos matan a quien quiere morir, lo cual les sirve de lenitivo moral para su conciencia, que de mala se vuelve buena, y quizás hasta se sienten benefactores de la humanidad, a la que asean de gente negativa y tóxica que no tiene ganas de vivir. También es posible que a estos ejecutivos especializados en ejecutar les complazca matar y que con este trabajo encuentren una manera de darse el gusto con todas las de la ley, sin persecución judicial y sin que la sociedad bienpensante los criminalice. Imagino que deben dormir a pierna suelta, con la satisfacción de haber adormecido a otros con un sueño del que nunca despertarán, mientras que ellos esperan despertar a la mañana siguiente para seguir ampliando su negocio de dar muerte a quien paga porque se la den.

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