fbpx

El poder del homosexualismo político: entre la cultura de la desvinculación y la redefinición del ser humano

COMPARTIR EN REDES

Vivimos en un tiempo en el que las palabras ya no describen la realidad, sino que la moldean. El lenguaje se ha convertido en campo de batalla, y en esa lucha silenciosa, conceptos como “matrimonio igualitario” para designar a las uniones homosexuales han desplazado al  matrimonio, es decir, a la unión entre un hombre y una mujer.

En esta guerra semántica, lo que por siglos fue la norma  estadística de la familia ahora es visto como desigual, mientras se eleva a superioridad moral toda relación entre homosexuales. Porque si su matrimonio es el igualitario, es obvio que se está diciendo que el matrimonio natural no lo es. Es el vector de fuerza. La superioridad de lo humano radica en lo LGBTQ, de ahí sus magnas celebraciones y atribuciones

Como explicar, sino, que España ha decidido nombrar un embajador para el colectivo LGTBIQ+. ¿Por qué esta figura diplomática? ¿Qué sentido tiene reconocer oficialmente en estos términos a unos grupos definidos por su particular práctica sexual?

La reciente celebración del Día del Orgullo ha sido un ejemplo de cómo la cultura institucional se ha alineado con una visión particular del ser humano. No se trató de un día, sino de semanas —incluso un mes entero, en ciudades como Barcelona— de actos, exposiciones, propaganda y banderas multicolores ondeando en edificios públicos. Las bibliotecas de la Diputación de Barcelona se sumaron activamente con libros temáticos y decoración simbólica, Lo que empezó como una jornada de visibilidad, hoy absolutamente innecesaria cuando lo homosexual y queer invade los medios, la televisión y el cine hasta saturarlos, y presentar una realidad, que nada tiene que ver con su proporción real en la sociedad, se ha transformado además en una celebración institucionalizada de una identidad política.

Cabe preguntarse: ¿por qué un colectivo, cuya única característica común es la vivencia de una determinada forma de entender la relación sexual minoritaria, merece tanta visibilidad estatal, al punto de convertirse en símbolo de virtud pública? Y más aún: ¿por qué sus valores deben convertirse en norma común, impuesta desde las instituciones?

La respuesta está en un concepto clave: el homosexualismo político. Esta ideología no se limita a defender derechos individuales —lo que sería justo y necesario en toda sociedad libre— sino que pretende reconfigurar las instituciones, las leyes, la moral pública y la educación para construir un nuevo imaginario colectivo. En él, la heterosexualidad, la familia tradicional y los vínculos estables son vistos con sospecha, mientras que las identidades fluidas, el deseo subjetivo y la desvinculación se presentan como nuevos modelos de realización humana.

Este fenómeno forma parte de un cambio más amplio en la historia de Occidente. En los siglos XIX y XX, los grandes conflictos giraban en torno al modo de producción: el trabajo, la propiedad, la lucha de clases. Hoy, en cambio, el centro del conflicto es el modo de vida. El debate se ha trasladado a cómo entendemos lo humano: qué significa ser hombre o mujer, qué valor damos a la familia, al compromiso, a la donación de uno mismo.

Nos encontramos ante una “guerra cultural”, profunda y silenciosa, en la que los afectos, el cuerpo y el deseo se convierten en materias de política. La hegemonía cultural actual, basada en el emotivismo y la subjetividad, ha desplazado los vínculos duraderos y las virtudes clásicas. Lo personal ya no es solo político: lo sexual es ahora el eje de toda construcción social.

Las consecuencias de esta ideología son múltiples y tangibles:

  1. Se ha desplazado el foco del conflicto social: del trabajo al estilo de vida. El resultado es evidente, se ha desplazado del eje de la política la desigualdad económica, para substituirla por diatribas contra los hombres heterosexuales y su “patriarcado”
  2. La batalla ya no es económica, sino cultural y moral.
  3. Se impone una cultura de la desvinculación, en la que se considera que la realización personal se basa en la satisfacción de las pasiones y el deseo que debilita los lazos humanos y sociales. Discursos al margen, esto es lo que muestran los desfiles del Día del Orgullo y su exhibicionismo kitsch.
  4. La sexualidad ha sido politizada y convertida en identidad.
  5. Se enfrenta un modelo de vida basado en vínculos estables frente a otro centrado en el deseo subjetivo.
  6. El feminismo, ha sido cooptado por una narrativa de confrontación.
  7. Las élites económicas se han aliado con estas corrientes para redirigir el debate público.
  8. La ideología de género ha penetrado en las leyes y la educación como doctrina oficial. Se ha convertido en ideología de Estado.
  9. Se ha instaurado un nuevo moralismo, donde disentir se castiga con exclusión o ley.
  10. Se redefine al ser humano desde la emoción y la percepción subjetiva.
  11. Todo esto conlleva una crisis demográfica, educativa, familiar y sanitaria.
  12. El matrimonio, de ser una institución orientada a la vida y la estabilidad, se transforma en una unión líquida basada en el deseo efímero.
  13. Se crean privilegios para algunos colectivos mientras otros son silenciados.
  14. Se penaliza la crítica, bajo la figura ambigua del “discurso de odio”.
  15. Y finalmente, se incrementan los costes sociales y psicológicos, afectando la salud emocional y la cohesión de la sociedad.

El homosexualismo político no es una simple demanda de inclusión; es una ingeniería cultural que busca redefinir los fundamentos de nuestra civilización. Frente a ello, los cristianos no podemos permanecer en silencio. No se trata de odio ni de intolerancia, sino de amor a la verdad, al ser humano integral, y a una antropología que reconoce la dignidad de cada persona, pero también el orden natural querido por Dios.

La batalla cultural de nuestro tiempo no se libra solo en parlamentos o tribunales, sino en el corazón de cada uno, en cómo vivimos, educamos, y proclamamos la verdad con caridad.

Twitter: @jmiroardevol

Facebook: josepmiroardevol

España ha decidido nombrar un embajador para el colectivo LGTBIQ+. ¿Por qué esta figura diplomática? Compartir en X

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

3 Comentarios. Dejar nuevo

  • J. Messerschmidt
    2 julio, 2025 12:03

    El ministro Albares afirma:
    “Ante la tentación de retroceder, los derechos LGTBIQ+ son la frontera decisiva de la democracia en el siglo XXI. España no será neutral ante cualquier marcha atrás en los derechos humanos»
    Que los “derechos LGT etc.” sean “la frontera decisiva de la democracia” resulta bastante sorprendente. Cabe preguntarse si no hay otros y mucho más urgentes problemas que amenacen al sistema democrático. Las crecientes desigualdades sociales, el continuo e imparable aumento de la pobreza en el antes llamado ”primer mundo”, la paralela destrucción de la clase media y el desmontaje sistemático del estado social, al tiempo que crecen el número de multimillonarios, sus fortunas y su despotismo (la boda de Bezos es un síntoma grotesco, pero también muy revelador) son factores que están socavando la democracia a marchas forzadas. ¿Y los gobiernos que ignoran estos peligros se concentran en los “derechos LGT etc.”? En realidad para cualquier persona que forme parte de los grupos definidos por estas siglas la amenaza viene mucho más de la evolución que he señalado que del presunto ataque a unos derechos convertidos en privilegios.
    Lo de que “España no será neutral” es claramente una amenaza a países que no comparten la ideología del arco iris (por cierto, junto a la paloma el más antiguo símbolo de paz, hoy usurpado y desvirtuado por un movimiento minoritario y egoísta). La tendencia es a la intolerancia, a la imposición de una “corrección” política y moral a la totalidad de la humanidad. No estamos ante un mensaje liberador, sino más bien totalitario que se parece bastante al colonialismo: en el siglo XIX se trataba de “civilizar” a presuntos salvajes africanos o asiáticos. Ahora, de obligar a todos a asumir la ideología d eunos pocos.

    Responder
  • Lo del “matrimonio igualitario” es una falacia, porque es igualar verbalmente lo que es distinto en la realidad. Además, es una burla ofensiva hacia las persones que sienten amor de pareja hacia personas del mismo sexo. Ofrecerles un matrimonia igual al que contrae una pareja hombre-mujer es equiparar ambas relaciones haciendo como que no existen diferencias, lo cual es discriminatorio respecto a las relaciones entre dos hombres o dos mujeres. Las personas homosexuales que están en sus cabales deberían exigir, y las hay que así lo hacen, una figura legal propia y adecuada para ellas y rechazar indignadas esa igualación absurda con el matrimonio. El mal llamado “matrimonio igualitario” es un constructo legal por medio del cual se pretende utilizar a personas de orientación homosexual como carne de cañón para fines de desintegración social.
    El pretendido colectivo LGBTIQ+ es otra fantasmada ideológica con la que aglutinar a ciertas personas para usarlas de ariete contra un orden social y mental que se pretende descomponer, desmenuzar, barrer, y sustituir por un paraíso definitivo, que ya no será el comunista de antaño, sino el consumista, es decir, uno en el que cada individuo dispondrá de ofertas para sus demandas, sean estas cuales sean, sin más límites que los que impongan las demandas de otros individuos.

    La palabra homosexualidad, por otra parte, es un oxímoron, porque si existe la palabra “sexo” es porque hay dos sexos distintos que se complementan el uno al otro, mientras que los individuos del mismo sexo se oponen entre sí, de la misma forma que los polos distintos de un imán se atraen y los polos iguales se repelen. Por tanto, la relación entre dos personas del mismo sexo -sea cual sea la naturaleza de dicha relación- nunca puede ser sexual. Como mucho será un sucedáneo o una parodia de la relación sexual. Si todos los individuos de la especie humana fuesen asexuados, no existirían las relaciones sexuales, como no existen entre las amebas, que se reproducen por división celular. El onanismo, por poner otro ejemplo, tampoco es una relación sexual.

    El género líquido y la multiplicidad de géneros son otro invento con el que captar la adhesión a la causa destructiva de personas con trastornos de identidad, ya sean físicos o mentales.

    El “orgullo” LGBTIQ+ es otra falacia verbal, porque nadie puede estar orgulloso de que ciertas fuerzas políticas lo metan en ese submarino de letras para que luche en una guerra cultural cuya finalidad es acabar con la cultura. Estas fuerzas han diseñado una ideología totalitaria contra la que no caben críticas ni disensiones , porque la propia ideología dispone de un aparato conceptual que reconvierte toda crítica en un argumento a su favor, y además persigue y castiga a quienes se niegan a comulgar con sus banderas y globos de colorines.

    Respetar a las personas es respetar sus diferencias reales, no igualar dichas diferencias de forma virtual y meterlas a todas en el mismo saco para que se crean iguales.

    Responder
  • María del Pilar
    2 julio, 2025 18:50

    Es la consecuencia de darle tanta relevancia a la vida sexual…es el nuevo dios.
    Como en el imperio Romano, estamos en la decadencia y declive de esta civilización. Sodoma y Gomorra se quedan cortos ante estos tiempos que estamos viviendo.
    ¡Dios tenga piedad y misericordia de todos nosotros y del mundo entero!

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.