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El último bastión de la Orden de San Jerónimo: silencio y espiritualidad

Cultura

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Las piedras milenarias del monasterio segoviano de Santa María del Parral guardan secretos, tradiciones y el legado de la Orden de San Jerónimo. Esta orden, fundada en 1373, tiene la especial distinción de ser una de las «españolísimas» que ha resistido el paso del tiempo. Hoy, solo quedan seis monjes pertenecientes a esta Orden en todo el mundo, y su hogar es este enclave en Segovia.

David G. Maciejewski, del periódico El Español, tuvo la oportunidad única de sumergirse en la rutina y en los rincones de este espacio sagrado durante 48 horas. «Unos pasos nerviosos taconean tras el portón del monasterio», comienza su narración al describir su llegada. Fue recibido por Fray Martín, quien, con un «Has llegado a la mejor hora», lo condujo hacia los secretos que guarda el monasterio.

En el corazón del complejo, una imponente galería de un claustro revela un jardín central dominado por gigantescos pinsapos. «Mañana, mejor mañana», susurra Fray Martín, aludiendo a su voto de silencio, mientras continúa enseñando las diversas estancias.

La vida en el monasterio fluye con una lentitud y serenidad palpables. Tres veces al día, sus residentes se sumergen en liturgias que se celebran en una capilla adornada con «un gigantesco Jesús crucificado de unos dos metros de altura». Estos encuentros devotos, como señala Maciejewski, «mantienen cohesionado este santo lugar de fe».

Sin embargo, no es solo una vida de reclusión y oración. En un sorprendente contraste con la austeridad esperada, los desayunos son ricos en «barras de pan con mermelada de ciruela casera» y el menú de la cena puede incluir «pechugas de pollo a la plancha con un salteado de champiñones con ajo».

Pero el silencio reina en este lugar, marcado por campanas y acompañado de la vista inigualable de la Catedral de Segovia y el Alcázar. Es un silencio que «permite reflexionar, pasar los pensamientos por el corazón», como aconseja Fray Martín.

Mientras los días pasan con una rutina constante, la sombra de la falta de vocación y la ruina económica amenazan la continuidad de este último bastión de la Orden de San Jerónimo. Aun así, mientras exista, el monasterio de Santa María del Parral seguirá siendo testigo de una tradición que, como describe Maciejewski, parece transportar al visitante «a otro siglo, incluso a otro milenio».

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Por favor, respetados lectores de este sitio católico, les pido una breve, pero sentida, jaculatoria diaria por las vocaciones sacerdotales y religiosas.
    Esta Orden de San Jerónimo, y vaya uno a saber cuántas otras, prácticamente tienen contados los días de existencia.
    ¿Habrá fe cuando vuelva el Hijo del Hombre? (Lc 18,8)

    Quiera Dios suscitar en nosotros interés por las vocaciones, para que en vez de lamentar mañana: «No tenemos la Iglesia que necesitamos, sino la que merecemos», podamos decir alegres: «¡Tenemos la Iglesia que necesitamos y merecemos!»

    Responder
  • Las Congregaciones religiosas no se preocupan por captar vocaciones, no digo que sea el caso de los Jerónimos, pero sí las ordenes de vida activa, huelga decir los nombres; quieren vocaciones sin moverse del sofá y limitando la edad de las muchas vocaciones tardías que podrían aflorar…¡¡game over!!

    Responder

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