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Elecciones 23 de julio en una sociedad “tocada”

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Los españoles han sido llamados de nuevo a votar en las elecciones del 23 de julio, en plena canícula veraniega, con medio país de vacaciones. La dificultad para acudir a las urnas y el previsto incremento exponencial del voto por correo han ocupado los medios de comunicación y los corrillos en la primera semana que ha seguido a la convocatoria lanzada por el presidente Pedro Sánchez.

Es cierto que la canícula veraniega y los desplazamientos por vacaciones pueden influir de manera significativa en la participación electoral, así como que surjan problemas prácticos a personas que sean convocadas para formar parte de mesas electorales y tengan adquiridos billetes para viajar, pero no basta con quedarse ahí y hay que reflexionar sobre aspectos más de fondo, aquellos que afectan al núcleo antropológico.

En todos los comicios las corrientes de fondo se dan en un grado mayor o menor, pero en unas legislativas a nivel estatal es mucho más sustancial plantearse qué sociedad queremos. Y, en consecuencia, qué gobierno deseamos salga de los comicios, porque quizás tendrá una influencia significativa en la deriva del país en aspectos de alto contenido antropológico.

Al reflexionar sobre a quién dar el voto, lo más evidente e inmediato es analizar cómo han gobernado los que han detentado el poder estatal en los últimos años. Tras la conclusión plantearse si hay o no alternativas mejores. Si alguien considera globalmente negativo el período Sánchez, como quien escribe este artículo, preguntarse si otros serán capaces o no de reducir o revertir el estropicio causado.

Mucho puede hablarse de la política económica del Gobierno de Pedro Sánchez de los últimos años. Hay errores notables, pero también deben reconocerse aciertos y mejoras, hasta el punto de que, en junio de 2023, el resultado económico global es mejor del que era previsible hace un par de años. O echar un vistazo a la política exterior que no ha sido precisamente brillante. O la tendencia al gasto infinito sin sentar las bases de futuro para asegurar los ingresos necesarios. En cualquier caso, serían aspectos opinables.

Pero mucho mayor es el lastre del gobierno de Pedro Sánchez en asuntos más de fondo, aquellos que afectan al mismo concepto del ser humano.

Reforma de la Ley del aborto para convertirlo en derecho y facilitar aún más llevarlo a la práctica, incluidas adolescentes sin conocimiento de sus padres; ley de eutanasia; ideología de género a tope en todos los ámbitos de la sociedad y de la educación; ley trans; ley del solo sí es sí; reformas de la educación claramente restrictivas para el derecho de los padres, y tantas iniciativas legislativas y ejecutivas más.

En todos estos temas ha ido mucho más allá de las ya radicales políticas socialistas, por haber adoptado la agenda de su socio Podemos, un partido que ha sustituido las reformas sociales por las relacionadas con la bragueta.

Un aspecto adicional ligado más a la persona que a un grupo político. Sánchez es un hombre que miente de manera habitual y con el mismo aplomo dice hoy una cosa y el día siguiente la contraria.

De otro lado, se le debe reconocer que es un personaje hábil, muy hábil. Es como los gatos, que saben caer siempre de patas cuando parece que iban a estrellarse irremisiblemente al precipitarse desde gran altura. En varias ocasiones se le ha dado por políticamente muerto y no solo ha aguantado sino que se ha crecido y ha salido victorioso.

La misma convocatoria de las elecciones para el 23 de julio al día siguiente de la debacle electoral socialista del pasado 28 de mayo es una muestra de tener grandes reflejos y de saber marcar la agenda, hasta el punto de descolocar a todos y evitar que sus adversarios gocen y saquen partido de su victoria. Es innegable su resiliencia.

Con el panorama existente cuando el presidente Sánchez convoca elecciones nadie puede dudar que la sociedad española está “tocada” en aspectos antropológicos de fondo. Más aún, desquiciada. No es solo culpa de este gobierno, porque el bajar la pendiente hacia el precipicio empezó hace muchos años, pero con Sánchez en la Moncloa el proceso se ha acelerado en profundidad y amplitud.

Los ciudadanos que perciben esta tendencia a la degradación han de preguntarse cómo votar en estas elecciones si quieren contribuir a cambiar la tendencia.

No hace falta ser católico para detectar muchas de las deficiencias y desear darle el vuelco, pero cuando todavía todas las encuestas vienen dando que al menos el 60 por ciento de la población española se declara católica no deja de ser espeluznante que tengamos gobiernos que han promovido una serie de leyes como las antes citadas, o haya un Tribunal Constitucional que no solo haya reconocido como constitucionales aberraciones degradantes del ser humano como el aborto sino que las haya transformado en un derecho.

Son muestras de que entre demasiados católicos no hay coherencia entre los principios en los que supuestamente creen y su aplicación en la vida, también en la relacionada con la política.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Messerschmidt
    5 junio, 2023 18:46

    Seamos sinceros, no nos engañemos: ningún partido se acerca en serio a los diez puntos acertadamente propuestos en esta misma publicación (https://www.forumlibertas.com/el-voto-cristiano/) y a los que, en vista de la terrible crisis internacional actual, habría que añadir urgentísimamente el undécimo, referido a una política exterior de paz, desarme, reducción drástica de gastos bélicos y solución negociada de conflictos.

    Si algun partido asume parcialmente algunas de tales propuestas programáticas lo hace, bien lo sabemos, de manera engañosa, como simple medio de propaganda electoral. No pasa sólo en España, no únicamente en Europa, no es cosa exclusiva de la izquierda o de la derecha, es un problema «global». Lo necesario es una muy profunda regeneración ética de todos los partidos, cada uno desde sus posiciones, y del conjunto de la sociedad en la que ellos viven y de la que surgen. Los políticos no vienen de otro planeta, surgen de una sociedad y reflejan los vicios y las virtudes de la misma. Si esta regeneración no acaece previamente, el hecho de votar (dónde, cuándo y a quién sea) seguirá siendo fuente inagotable de decepciones, que a su vez continuarán erosionando la cohesión social y el sistema político, un círculo vicioso y una espiral de destrucción, no ya a largo plazo, sino de manera inmediata. Para que la política mejore, primero debemos empezar por mejorarnos todos a nosotros mismos.

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