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Monseñor Luis Argüello: «Esta es la hora del amor»

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El mundo necesita amor. Un amor que redima y que reconcilie, que llene las grietas y transforme las estructuras. Y ese amor en su forma más pura, más alta, más desbordante tiene un nombre: Jesucristo. Y tiene un lugar: su Corazón traspasado. Y tiene un tiempo: ahora.

Así lo ha proclamado esta mañana monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, en la clausura del congreso “Cor Iesu Spes Mundi” celebrado este fin de semana en Valladolid.

Su intervención ha sido una llamada ardiente a vivir en el corazón de Cristo para, desde allí, devolver alma a un mundo que ha olvidado cómo amar.

Y es que, como bien dijo monseñor, esta es la hora del amor. No de la estrategia ni del cálculo, ni de la prudencia política ni del repliegue eclesial.

Es la hora del amor radical, evangélico, humilde y total. Hablamos de un amor que se ofrece sin condiciones, que se dona incluso cuando no es recibido. Que se enamora del mundo para enamorar al mundo.

Un mundo sin corazón

Pero, ¿cómo salvar un mundo que se ha encerrado en sí mismo? ¿Cómo amar a quien ha dejado de creer que necesita ser amado?

Vivimos en un tiempo,  como nos recuerda monseñor Argüello, de narcisismo y autorreferencialidad, donde el alma ha sido sustituida por la imagen, donde el deseo se ha pervertido en posesión, y el individuo se ha erigido como su propio dios.

El resultado de todo esto es un corazón herido, fragmentado, roto y agotado.

Una sociedad “sin espíritu”, donde las instituciones, los proyectos, incluso muchas obras eclesiales, corren el riesgo de convertirse en estructuras sin vida si no están habitadas por personas con alma, por enamorados.

No es que falten recursos, programaciones o eficiencia sino que falta lo esencial: el corazón. Y cuando falta el corazón, falta lo humano. Cuando falta lo verdaderamente humano, se entierra también lo divino.

Volver al corazón

Pero si hay un remedio, es el que brota del costado traspasado de Cristo. Es el corazón abierto del Señor, que sigue derramando sangre, agua y Espíritu para resucitar lo muerto, para dar sentido al sinsentido. Y ahí es donde la Iglesia está llamada a volver.

Luis Argüello propone lo que él llama “el programa 2033”. Un camino de renovación espiritual y misionera. De volver a las fuentes vivas, a la Eucaristía, al bautismo, a la caridad real, visible y  transformadora.

Este camino exige, en primer lugar, redescubrir la vida como vocación, como llamada a amar desde el lugar donde Dios nos ha situado.

En segundo lugar, unir caridad, unidad y paz: tres palabras que no son eslóganes sino parte imprescindible del Reino de Dios.

Y por supuesto, recuperar el domingo como el día del Señor, el día de la comunidad, el día de la misión. Nos pide no relegar el domingo a u  mero cumplimiento, sino que sea verdadero manantial, recarga, alimento y sustento.

Solo los enamorados pueden enamorar

Pero todo esto sería papel mojado si no nos damos cuenta de la siguiente premisa

la verdadera división hoy en la Iglesia no debería ser entre progresistas y conservadores, sino entre enamorados y acostumbrados”.

Solo los que aman y aman de verdad pueden transmitir la fe, porque la fe conforma el testimonio.

La gran llamada del congreso por parte de monseñor Luis Argüello no fue, por tanto, programática, sino existencial:

¿Estamos enamorados de Cristo? ¿Nos duele su herida? ¿Nos conmueve su amor? Porque si no, cualquier intento de evangelización será hueco.

Solo un corazón tocado por el fuego del Espíritu puede salir al mundo y ofrecer agua viva. Solo un corazón con alma puede revivir lo que está muerto.

En medio de la ciudad, con corazón

Un punto especialmente inspirador de la intervención de Luis Argüello fue la referencia a Juliano el Apóstata. Aquel emperador, admirado por la organización de los cristianos, intentó replicar sus obras… sin éxito. ¿Por qué? Porque le faltaba lo que los primeros cristianos tenían: alma. Porque los pobres seguían yendo a los cristianos, aunque tuvieran menos recursos, porque los cristianos tenían corazón.

Hoy ocurre algo similar. Podemos tener hospitales, colegios, medios de comunicación, ONGs… pero si no hay personas habitadas por el amor de Cristo, todo se vacía.

Si no hay quien viva su vocación como don, quien ame su realidad como un altar, todo se convierte en insulso.

Y sin embargo, si hay una sola alma ardiente, si hay un solo corazón conmovido, entregado y enamorado, puede comenzar el milagro social. Puede germinar de nuevo el Reino en medio de la ciudad, en medio de la empresa, en medio del Parlamento, en medio de la escuela…

Un alma basta. Y esa alma puede ser la tuya.

La misión: amar al mundo que no ama

A veces parece que hablar de amor es una ingenuidad o una ñoñería. Pero no. El amor es una Verdad. Y por eso no puede ser cancelado por el mal o ensombrecido por la desilusión.

La propuesta del Corazón de Jesús no es solo una devoción piadosa de abuelas. Es una forma de habitar el mundo.

El Corazón de Cristo, ese Cor Iesu Spes Mundi que ha presidido el Congreso de Valladolid, es la llave para comprender qué es el ser humano, qué es la historia, qué es la Iglesia, cuál es nuestra misión y razón de existir.

No hay espiritualidad más revolucionaria que amar a quienes no te aman. No existe estrategia más poderosa que ser presencia viva de Cristo en un mundo que necesita ser amado.

Un programa de amor

El programa 2033 que Luis Argüello propone no es otro que esto: vivir del Corazón de Cristo para transformar el mundo desde dentro. A través de la sencillez y la cotidianidad. Con esperanza.

Porque esta es, de verdad, la hora del amor. Y amar es la forma más elevada de esperanza.

Esta es la hora de los enamorados. De quienes beben del costado traspasado. De quienes, al saberse amados, aman. De quienes tienen un corazón con alma. Porque solo ellos pueden enamorar al mundo.”

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
Haznos capaces de amar como Tú.

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