fbpx

Esposo castísimo de la Virgen María

COMPARTIR EN REDES

“Glorioso Patriarca san José”, lo llamaba nuestra gran santa Teresa de Jesús, y, también, “nuestro verdadero Padre y Señor”. De ambas maneras se refería habitualmente la santa a san José, un santo absolutamente singular y único, en muchos sentidos.

En primer lugar, es único por el silencio. San José es, seguramente, el único santo del Nuevo Testamento del que no conservamos una sola palabra. De hecho, hay teólogos que entienden su vocación como casi opuesta a la de los apóstoles: estos estaban llamados a predicar a Jesús, José a silenciarlo. Estos a presentarlo a todas las naciones, José a custodiarlo, protegerlo, incluso ocultarlo… hasta que llegase “su hora”. San José, ¡maestro del silencio!

Pero, ante todo, san José es el único santo que ha sido padre del Niño Jesús. Apóstoles hay doce, o trece, si sumamos a san Pablo; mártires, innumerables; y así con todos, pastores, vírgenes, santos varones, etc. Es cierto que Precursor, estrictamente ha habido solo uno, el Bautista, pero en un sentido amplio el Verbo tuvo también otros precursores, los patriarcas, jueces y profetas del Antiguo Testamento. Pero padre del Niño Jesús, solo José de Nazaret.

Y ahora vienen las matizaciones siempre necesarias pero, a su vez, “muy matizables” ellas mismas, porque solemos añadir que san José “no era padre realmente de Jesús”, o expresiones similares que, a mi juicio, pueden ser falsas o, cuando menos, inexactas.

Yo mantengo que José realmente era padre de Jesús aunque, lógicamente, no padre biológico. Y lo hago porque creo que debemos evitar poner tanto el acento en que José no era el padre biológico de Jesús – algo que siempre debe quedar meridianamente claro si queremos mantenernos dentro de la fe católica – que casi demos a entender que, en consecuencia, “no era padre-padre de Jesús”. A ver si me explico: es absolutamente necesario salvar la concepción virginal del Verbo, pero no a costa de rebajar de categoría la paternidad de José, porque, de hecho, ejerció de padre de Jesús, y lo hizo por designio divino, no por voluntad propia, y de manera plena, aunque no biológica. Por lo tanto, no me adhiero a ese tipo de afirmaciones que, sin más matizaciones, aseguran que “… bueno, realmente, José no era Padre de Jesús”. Y no lo hago por el mismo motivo que no lo hago en el caso de cualquier padre que tenga un hijo adoptivo, pero, tratándose de san José, con mucho más motivo.

Ocurre que tenemos un concepto de paternidad muy ceñido a la paternidad biológica, y es necesario ampliar nuestra visión de lo que es ser padre.

“Padre”, lo que se dice “padre”, solamente es Dios, todos los demás lo somos simplemente por participación, participación de esa paternidad primera y fontal de Dios. Unos participamos de la paternidad biológica, otros de la paternidad en la crianza y educación, otros incluso de la paternidad espiritual, en el caso de los sacerdotes. En definitiva, ¿qué es ser padre? Pues ser padre es algo que va mucho más allá de la mera generación biológica, de lo contrario, no sería oportuno llamar “padre” a los sacerdotes, cuando es algo cargado de sentido, ni a los que tienen hijos adoptados. En ambos casos, esos padres no han concurrido a la generación biológica de sus hijos, de los que pueden de hecho ser padre en plenitud.

Porque ser padre es, ante todo, una forma de amor y una forma de entrega, amor y entrega tan singulares, tan ricos y fecundos que, o bien generan vida, en el caso de la procreación – ¡qué palabra más hermosa! –, o bien la cuidan, la mantienen, la educan, en el caso de adopciones, o la acompañan y ayudan a llegar al cielo, en las paternidades espirituales. De hecho, todos sabemos que tan padre puede ser un padre adoptivo de sus hijos como un padre biológico de los suyos, y yo jamás me atrevería a decirle a ningún padre con un hijo adoptivo que no es, realmente, el padre de su hijo. Y no por prudencia, delicadeza o tacto, sino porque, sencillamente, no es cierto. Ese padre, aunque no lo sea biológico, es padre de su hijo, y en muchos casos es “más padre” que el que lo fue biológico. Por lo mismo, porque ser padre es una cuestión de amor y entrega.

Por lo tanto, san José era padre en la tierra de Jesús, el Hijo Único de Dios e hijo de María, y así era llamado y conocido, y era padre de manera plenísima, de tal manera que constituye modelo maravilloso para todos los padres.

En el evangelio de san Mateo, el evangelio josefino, cuando el Maestro visita Nazaret, los vecinos se preguntan maravillados, “¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13, 55). Por lo tanto, la gente le tenía por hijo de José y, además, así le menciona también la Virgen, su Esposa. Al encontrar a Jesús perdido en el Templo, la Madre le habla en estos términos: “Hijo… mira que tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando” Lc 2, 48. María no dice “mira que tu padre putativo y yo…, ni mira que tu padre adoptivo…”; dice “tu padre”, sin más añadidos. Y esta frase de María constituye el elogio más bello que conservamos sobre san José; naturalmente, ese elogio solo pudo salir de la boca de su Esposa, la Virgen Santísima, que no añade ningún adjetivo que “disminuya” o matice la paternidad de su esposo, aunque bien sabía ella que José no era el padre biológico de su Hijo.

Y esto me lleva al último punto que quiero tratar muy brevemente ya, el de los nombres de José, porque mira que hay nombres para san José. Empecemos por el menos afortunado: padre putativo, del latín putare, pensar, por aquello de que se pensaba que era padre de Jesús (de ahí, como saben, los Pepes). Padre adoptivo, apelativo que, insisto, no añadimos ante ningún otro padre adoptivo, con toda lógica. Padre nutricio, porque se encargó de alimentar y cuidar a Jesús. En fin, la tradición ha ido acumulando nombres para aquel que la escritura nos describe como “varón justo” Mt 1, 19.

Y termino, simplemente, con la relación de mis favoritos:

San José, esposo castísimo de la Virgen María.

San José, padre virginal de Jesús.

San José, varón santísimo.

Y, siguiendo a santa Teresa:

San José, nuestro verdadero Padre y Señor.

San José Bendito.

Glorioso Patriarca san José.

Ora pro nobis.

Y ahora vienen las matizaciones siempre necesarias pero, a su vez, “muy matizables” ellas mismas, porque solemos añadir que san José “no era padre realmente de Jesús”, o expresiones similares Compartir en X

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.