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Festín para cuatro

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¡Qué quieres que te diga, hermano! ¡Estamos todos igual, cayendo, cayendo…! Solo falta coronar con la guinda el pastel, para que con el sobrepeso la torta sea mayúscula. Para todos, hermano. Para todos. No sé si me explico. Para todos.

¿No ves cómo va el vecindario con morros y cabizbajo por la calle? Y al llegar a las oficinas, Tito muerde al Tano, y la Mona se monta a la madre que los parió a todos. Con el tóxico derroche emotivo que nos trae tanto “empoderamiento” de ese que nos hace sentir importantes, hemos perdido el norte, el sentido y la importancia. Pero lo importante sigue ahí sin hacer.

Los antecedentes

Puestos a decir, quizás sea eso aquello que llaman “autorrealización”, pero que en realidad es el narcisismo de siempre, que ahora unos convierten en especialmente destructivo, no solo del Narciso ese, sino de todo aquel que campa por sus lares.

¿No lo ves? ¡Ya no nos aguantamos, hermano! Es el sobrepeso que nos autotragamos, atiborrados como vamos de chuches y golosinas de esas, por no decir de aquellas marranadas de los desperdicios de las bestias muertas por virus en las cuadras, que luego “purifican” en los laboratorios de la nueva biotecnología. Esos chanchullos del mercado global, que lubrican el tracto, pero resecan la sensatez, puesto que el dulce que nos dan no viene no ya de la caña de azúcar, sino ya ni de la remolacha, hermano: ¡proviene del laboratorio central de los químicos con que nos embuchan! Y los pueblos locales pierden su potencial.

De ahí viene parte del sobrepeso de cuerpo y mente. Ese que luego nos ofrecen nivelar con otros químicos que nos dicen que son más “seguros” que los pastelillos de la yaya. Porque con esa cantinela nos venden ahora la película de que consumimos demasiada naturaleza; que debemos parar el carro; que en el laboratorio está el futuro de la Humanidad. Pero el tatano macho tira que tira que da gusto sin parar del carro, porque no hay nadie que nos pare. ¿Quieres ser tú el primero? ¡Yo no!

Lo que nos encontramos

Así, tenemos a aquellos que ya no compran nada porque hasta un maldito artilugio que antes duraba una vida, ahora se desmonta antes del primer uso; y luego hay aquellos que no tienen ni para llevarse al trinque… y así el tracto sobre reseco duele y lacera lo que todavía no duele ni lacerará en un futuro próximo que todos veremos, traído de la mano de las siglas IA (Inteligencia Artificial) con la llamada agenda 2030 o antes… menos los que la vayan palmando. ¡Y vamos tragando chuches! ¡Inventa Nuevo Lenguaje! ¡Dale a la manivela!

No sé si me entiendes. Aquel que le pide a este, este que le dice al otro que le dice que el otro le está pidiendo… y así vamos todos buscando el equilibrio entre nosotros sobre la cuerda floja, que se deshilacha mientras por los extremos hay quien con mano negra la desanuda. Son esos cuatro gatos que nos quieren en el fosal, revolcados como borregos, mientras nos distraen como rebaño con droga, sexo y rock-and-roll. ¡Ah! ¡Y a mascar chuche con las fake de la política, el espectáculo y la vida social de la “gente guapa” que bien podría llamarse “la fea operada”!

La solución

¡Que no me grites, hermano, que estoy como tú! ¡No hace falta que me vengas encima con esa agresividad que gastas y tus malos modales! ¿No has aprendido que con una sonrisa el tracto tira mejor? Si a ti te duele al tragar, más me duele a mí, que soy de los que le dan a la manivela. Llagas y pústulas. Gritos y desplantes. Olla de grillos. Confusión. ¡Esto no hay quien lo aguante!

¿Sabes qué? ¡Tengo la solución! Pongamos cada uno de su parte, lo que a cada uno le toca hacer. Dale tu mano al hermano en lugar de exigirle tú a él. No pisotees a tu vecino, aquel que te ha visto el plumero y ya no te deja pasar pie con bola. Abraza tu cruz con amor, y cárgala con dignidad. El trayecto está todo por hacer, y debemos espabilar, si no quieres que el chaparrón nos coja a la intemperie.

Sé lo que estás pensando. Me llamas soñador y poeta. Pero ten presente una cosa. En el foso podemos revolcarnos u organizarnos. Si nos revolcamos, los cuatro que nos han ido metiendo con nuestra aquiescencia conseguirán hacerse con el festín… a modo de bacanal.

Si nos organizamos, cuando a los cuatro gatos de arriba (o abajo, da igual, quiero decir fuera del fosal, que hoy son de los de arriba y de los de abajo) se les acabe la cuerda, clamarán entre ellos. Eso será solo hasta que “después de un breve tiempo” (Cfr. Apc 17,10) con ser capitaneados por el Gran Hermano que los hermana, nos someta aún más. La Biblia lo llama Anticristo porque “como león rugiente, ronda buscando a quién devorar” (1 P 5,8), contra los de Cristo. Pero será derrotado, no sabemos más que con un final feliz.

La lucha definitiva

¿Final feliz? Fíjate, sino, en cómo están a punto de caer los últimos de los últimos que faltan por caer: “Levantad los ojos y mirad los campos que están dorados para la siega” (Jn 4,35), “en cuanto está a punto el fruto, enseguida mete la hoz, porque ha llegado la siega” (Mc 4,29). No sabemos con certeza qué nos espera. Ni lo saben los futurólogos de los cuatro gatos que nos festejan, ni sus “expertos en tendencias de futuro”.

Pero ojo al dato: lo que sí sabemos es que, si no nos comportamos como debemos cumpliendo cada uno su deber sin escaquearse, habrá un Apocalipsis de castigo, provocado por nuestra propia mano…, como está escrito: “los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn 3,19). Eso sí, “el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el padre” (Mt 24,36).

Llegada la hora –que será inexorable– “el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo y las potestades de los cielos se conmoverán” (Mt 24,29; Is 13,10; Jl 2,10; Ag 2,6-21). El final feliz será en la Tierra, con Cristo, que nos liberará y dará lo prometido: “Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y en ese momento todas las tribus de la tierra romperán en llantos. Y verán al Hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria” (Mt 24,30; Ez 12,10; Dn 7,13); “vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo” (Hch 1,11), porque es “Rey de reyes y Señor de señores” (Apc 19,16), “Camino, Verdad y Vida” (Cfr. Jn 14,6).

Podemos evitarlo

No está claro cómo acabará el tinglado. Lo que sí está claro es que podemos cambiarlo. Si no, ya todo será definitivo. “Quien venga a mí, no lo echaré fuera” (Jn 6,37).

Así será en la Tierra hasta nuevo aviso. Pero no lo olvides: el festín definitivo será en el Cielo, aunque solo entrarán los de la “puerta estrecha” (Mt 7,13-14). Los gatos pardos, que se habrán atragantado de fasto, a maullar, que es lo suyo: “Quien se avergüence de Mí y de mis palabras […] también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles” (Mc 8,38); “Allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt 13,50).

Ya lo sabes. Cada cosa en su lugar y a su momento. Es de justicia, ¿no crees? Por eso está escrito. –Pero la decisión es tuya, fruto de tu ansiada libertad, no lo olvides…

No está claro cómo acabará el tinglado. Lo que sí está claro es que podemos cambiarlo. Si no, ya todo será definitivo Clic para tuitear

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