Los momentos de vigilia y oración que hemos visto cómo se han vivido en las calles de París por parte de mucha gente joven debido al incendio de Notre Dame, me han recordado la devoción, también con vigilias de oración por parte de mucha gente joven, que vi en 1997 y en 2008. Hace 22 años pasamos la Semana Santa en París. Hace 11 hicimos una estancia de tres días durante la visita de Benedicto XVI a la capital francesa. ¿Por qué digo esto? Pues porque nos sorprendió, entonces, ver la devoción de la juventud de París durante estos días de estancia en la Francia «laica». Y lo hemos visto repetido estos días de tristeza por el incendio de Notre Dame.
París, marzo de 1997
Una semana Santa con toda la familia en París.
La Semana Santa de 1997 hicimos una salida, toda la familia, a París. Estuvimos cinco días. Éramos catorce personas de tres generaciones. Hicimos las visitas «obligatorias» –Tour Eiffel, Louvre, Sacre Coeur, Notre Dame…– y otras. Todo lo hicimos en metro, bus, furgoneta y a pie. No fue fácil, pero, a Dios gracias, fue una buena experiencia. Uno de los motivos de esta estancia fue el poder asistir a los oficios de la Semana Santa.
Jueves santo. Día de trabajo en París. Misa en Saint Gervais. Lleno hasta los topes y de gente joven, de veinte años a treinta y pocos. Gente que va entrando y que da la sensación de que lo hace cuando sale del trabajo. Chicos y chicas con casco de moto. La función es larga, más de dos horas. Se acaba, la gente no tiene prisa por salir y se queda en la vela al Santísimo. Después de cenar subimos el Sacre Coeur. Un monumento al Santísimo precioso: otro lugar lleno hasta los topes de gente joven haciendo vela. Casi ni pudimos entrar.
Viernes Santo. Día de trabajo en París. Vía Crucis por las calles de París: lleno de gente. Oficios en Notre Dame. Llena a rebosar, una vez más de gente joven. Oficia el cardenal Lustiger. Función larga ya que además de las lecturas y oraciones está la veneración de la reliquia de la Santa Cruz y la distribución de la Comunión, lo que hace que todos los fieles tengan que pasar dos veces. Se acaba. La gente no tiene prisa por salir.
Sábado Santo. Misa de media noche. Nos quedamos en la Parroquia de Issy-les-Moulineaux. Iglesia pequeña pero llena a rebosar y la gente participando con devoción.
La devoción que vimos estos días fue espectacular, nada que ver con lo que vivimos en nuestra latitud.
París, septiembre 2008
Benedicto XVI visita Lourdes y París. Estábamos en París y vimos cómo la juventud se movilizó, hubo vigilias de oración con cantos a la Virgen en todas las iglesias, sobre todo en el barrio latino: Saint Séverin, Saint Julien le Pauvre…
Un recuerdo imborrable: el poema de Santa Teresa cantado en castellano en Saint Germain des Près por un grupo de scouts: Nada te turbe, / nada te espante, / todo se pasa, / Dios no se muda; / La paciencia todo lo alcanza; / quien a Dios Tiene / nada le falta: / solo Dios basta… Todavía se me pone la piel de gallina…
La procesión con lucecitas desde Notre Dame hasta la explanada de los Inválidos, por la rive gauche, llena a rebosar donde no podías moverte con demasiada facilidad pero con una devoción espectacular. Una experiencia difícil de explicar si no fuera porque las imágenes dan fe de ello.
A la mañana siguiente encuentro en la explanada de los Inválidos. Toda la explanada llena a rebosar. Rue Saint-Dominique, Rue de la Université, Quai d’Orsay, puente Alexandre III cruzando el Sena hasta los Jardines del Petit Palais. No me lo creía! Copio unas reflexiones del Papa de la homilía en Notre Dame.
«Estamos en la Iglesia Madre de la Diócesis de París, la catedral de Notre Dame, que se alza en el corazón de la cité como un signo vivo de la presencia de Dios entre los hombres. Alejandro III puso la primera piedra, Pío VII y Juan Pablo II la honraron con su visita, y yo estoy feliz de seguir sus huellas. Es difícil no dar gracias a Aquel que ha creado tanto la materia como el espíritu, por la belleza del edificio que nos acoge.
«La fe de la Edad Media edificó catedrales, y vuestros antepasados vinieron aquí para alabar a Dios. Grandes eventos religiosos y civiles se desarrollaron en este santuario de la Virgen, Patrona de estas tierras. Teatro de conversiones menos conocidas, pero no menos reales; cátedra de grandes predicadores; depositaria de reliquias del Lignum Crucis y de la Corona de Espinas, la catedral de Notre Dame permanece como uno de los monumentos más célebres del patrimonio de vuestro país.
«Notre Dame es un himno vivo de piedra y de luz para alabanza de este acto único de la historia humana: la Palabra eterna de Dios entrando en la historia de los hombres. En Notre Dame, tenemos el más bello ejemplo de fidelidad a la Palabra divina. Podemos decirle con serenidad: Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino».
París, abril de 2019
«Arde Notre Dame», «La historia quema en París». Pero, ¿qué pasó en las calles? He aquí el testimonio de un joven bielorruso:
«Estaba en casa, oí ruido de sirenas, abrí la ventana y vi una enorme columna de humo. Salí y en veinte minutos estaba delante de Notre Dame, al otro lado del Sena. Vi el incendio. Sólo me movía la curiosidad. No imaginaba lo que iba a pasar…
«Hubo gente que empezó a cantar el Ave María en francés: Je vous salue Marie. Me quedé allí. Iba llegando gente hasta que hubo cientos de personas cantando y rezando. Unos con estampas, otros de rodillas, otros con el rosario…
«Toda esta gente eran jóvenes como yo, entre veinte y treinta años. Chicos y chicas. Y familias con niños. Europeos, indios, marroquíes, africanos, chinos… La oración era constante, sin pausa. Había hombres corpulentos llorando como niños. No eran los únicos.
«Se rezó el Padrenuestro, la oración a santa Genoveva, patrona de París, la oración de Juan Pablo II a Notre Dame, la oración de san Francisco, un fragmento de Charles Péguy sobre la Virgen, la Salve Regina y el himno Nous Te saluons, Marie… También se rezó por los bomberos.
«Una pareja de jóvenes con violines y un violoncelista acompañaron con música los cantos. Sonaban muchas campanas. Cuando marchaba una joven periodista se acercó para preguntarme por la «canción» Je vous salue. Le expliqué lo que era.
«En las calles de alrededor también había mucha gente cantando. Había sucedido lo mismo en todas las calles, puentes y plazas. Miles de personas cantando por las calles durante horas. Era una «revolución» pacífica, espiritual.
«Todo se organizó espontáneamente. Nadie había convocado a todos estos jóvenes, ni curas, ni obispos. Nadie dirigía nada. Fue un movimiento espontáneo, ordenado y respetuoso. Eran como piedras de una Iglesia joven, real y viva que se mostraba a sí misma. Nadie esperaba el incendio. Pero tampoco nadie se esperaba una reacción de este tipo.
«Fue un evento, diferente a cualquier otra cosa que pudiéramos imaginar. La gente no lloraba por la pérdida de una obra de arte o un símbolo de la nación francesa, la gente estaba allí llorando y rezando a Notre Dame, a la Virgen».
Esto es lo que un grupo de personas realizó espontáneamente, mientras los bomberos combatían el fuego, el mundo entero veía caer la aguja y se quemaba Notre Dame.
El Papa Francisco envió sus condolencias al pueblo francés:
«Esta catástrofe ha dañado gravemente un edificio histórico y también ha afectado un símbolo nacional muy querido por los parisinos y los franceses sean cuales sean sus creencias. Notre Dame es la joya arquitectónica de una memoria colectiva, el lugar de encuentro de muchos acontecimientos importantes, el testimonio de la fe y de la oración de los católicos en el seno de la ciudad.
«Expreso mis mejores votos para que la catedral de Notre Dame vuelva a convertirse en este hermoso tesoro en el corazón de la ciudad, signo de la fe de quienes la edificaron, iglesia madre de su diócesis, patrimonio arquitectónico y espiritual de París, de Francia y de la humanidad».
En mayo de 1980 Juan Pablo II visitó París. No estábamos allí. En la homilía en Notre Dame habló sobre la fe de Francia, Tierra de Santos, y los franceses.
«En Notre Dame, encontramos el genio de Francia, que quedó expresado en la arquitectura de este templo y que sigue aquí, por testimonio del hombre. La Iglesia ha perseverado desde Jerusalén a Antioquía, en Roma, y también aquí: en Marsella, Lyon, París.
«Pedro se lleva con él la pregunta: ¿Me amas? allí donde a través de los siglos y de las generaciones. Otros también la han llevado: Pablo, Juan, Santiago, Andrés, Ireneo de Lyon, Benito de Nursia, Martín de Tours, Bernardo de Claraval, Francisco de Asís, Juana de Arco, Francisco de Sales, Juana Francisca de Chantal, Vicente de Paúl, Juan María Vianney, Teresa de Lisieux.
“Yo vengo aquí siguiendo sus huellas. Notre Dame, esta espléndida construcción, tesoro del arte gótico, vuestros abuelos la consagraron a la Virgen, a quien dio la respuesta más perfecta a la pregunta: ¿Me amas? A Ella le pido para la Iglesia en Francia, para el hombre y para el mundo contemporáneo».
A la vista de estas manifestaciones de piedad vividas en las calles de París pienso que estas reflexiones nos tienen que mover a vivir la fe con el espíritu que nos piden los Papas:
«Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo».
«A Ella le pido que su intercesión sea útil y fructuosa para la Iglesia en Francia, para el hombre y para el mundo contemporáneo».
«Que Notre Dame vuelva a convertirse en el testimonio de la fe y de la oración de los católicos en el seno de la ciudad».