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Joan Roig i Diggle. “Dios está conmigo”

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La iglesia de Barcelona está de enhorabuena pues el pasado 3 de octubre  de 2019 la  diócesis recibía la noticia de que el papa Francisco había firmado el decreto por el que se reconocía que el joven Joan Roig y Diggle había sido martirizado por su fe y que, por tanto, sería declarado beato en una ceremonia que se celebrará el próximo 7 de noviembre en la basílica de la  Sagrada Familia.

El cardenal de Barcelona ha aprovechado la ocasión, para escribir una Carta pastoral titulada «Dios es conmigo!» que marca el inicio de curso 2020-2021 y nos ayuda a descubrir en profundidad la figura del mártir barcelonés, del cual se puede profundizar en el libro Joan Roig i Diggle. Dios está conmigo.

Nació en 1917 en Barcelona, hijo de Ramón Roig Fuente y de Maud Diggle Puckering, también de Barcelona, pero de familia inglesa. Comenzó sus primeras letras en el colegio de los Hermanos de la Salle, de la calle Condal. Su madre le acompañaba cada día en los cuatro viajes de ida y vuelta del colegio. En uno de ellos John le expresó su deseo de ser misionero.

Por un serio problema económico, la familia Roig Diggle tuvo que dejar Barcelona y trasladarse al Masnou. Para ayudar a su familia Juan entra a trabajar como dependiente en un almacén de tejidos, y luego en una fábrica en Barcelona. No abandona los estudios que sigue después del trabajo con la intención de terminar el bachillerato y estudiar para abogado.

“Veréis a Cataluña roja, pero no sólo de comunismo, sino de la sangre de sus mártires”

Al llegar al Masnou ingresa en la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. Juan Meseguer, Presidente en 1936 de los “avanguardistas” de Masnou, escribe de él: “Cuando vino a Masnou nadie lo conocía, pero muy pronto se hizo notoria su piedad y ardiente amor a la Eucaristía. Se pasaba horas ante el Santísimo sin darse cuenta. Su ejemplo convertía más que sus palabras. Quería ser misionero. En un Círculo de estudios celebrado pocos días antes del 18 de julio nos dijo que veríamos a Cataluña roja, pero no sólo de comunismo, sino de la sangre de sus mártires, y que nos preparásemos todos, porque si Dios nos había elegido para ser uno de éstos, debíamos estar dispuestos a recibir el martirio con gracia y valentía como corresponde a todo buen cristiano, y así lo hacían los primeros en las catacumbas.” Fue nombrado delegado de los vanguardistas, una veintena de jóvenes de 10 a 14 años, y vocal de la sección de Piedad.

Juan Roig Diggle sigue trabajando mañana y tarde. Va en tren, ida y vuelta a Barcelona, pero antes ayuda a misa a las 7 de la mañana y recibe la Eucaristía. Participa en las tareas de la Federación, y es nombrado vicepresidente del Consejo Comarcal de la Federación del Maresme, lo que le lleva a establecer gran amistad con su consiliario el padre Pedro Llumà, que será su director espiritual. Trató mucho con el Beato Pere Tarrés, su médico de confianza, con quien compartía ideales apostólicos.

Cuando tras las elecciones del 16 febrero empezaron a incendiar iglesias, John dijo que si el caso llegaba a Masnou, él no podría soportar el ver quemar la iglesia; dijo que se pondría de brazos en cruz ante de la puerta, y habrían de quemarlo también antes de sacarlo de allí.

“Ahora más que nunca hemos de luchar por Cristo”

Cuenta su hermana que el lunes 20 de julio se presentó abatido en casa con el presidente y otros compañeros de la F.J.C, y dijo: ¡Nos han quemado la Federación…! Pasó dos días sin decir palabra, hasta que habló: “Ara més que mai hem de lluitar per Crist.” (Ahora más que nunca hemos de luchar por Cristo)

Su director espiritual le había confiado el gran tesoro de la reserva eucarística ambulante. Dijo a la familia Rosés a la que visitó aquella tarde del 11 de septiembre de 1936: “nada temo, llevo conmigo al Amo”. Les dejó el Santísimo, y, a la vuelta del trabajo, lo recogió y llevó a su casa. Cuando horas después los milicianos golpeaban su puerta, se apresuró a sumir las Sagradas Formas como viático. Cuando se lo llevaban abrazó a su madre y se despidió de ella en su lengua: “God is with me”, Dios está conmigo.

1. “Dios está conmigo”

En su carta pastoral el cardenal de Barcelona resalta esta frase cono eje principal de su vida y también del momento de la prueba.

Pocos instantes antes de abandonar el domicilio familiar en El Masnou, donde había ido a prenderle un pelotón de hombres de la FAI –organización anarquista radical–, Joan Roig se abrazó a su madre y con voz dulce le dijo: «God is with me!»(« ¡Dios está conmigo!»). Poco antes se había administrado a sí mismo la Eucaristía. Había recibido el cuerpo precioso de Cristo y, por lo tanto, realmente, ¡Dios estaba con él! A las puertas de la muerte, el mártir revive los sentimientos de Jesús durante su pasión: « ¡Dios está conmigo!». Después de la última cena, Jesús deja el cenáculo y se va al huerto de Getsemaní a orar.

Podemos decir que Joan Roig entra en la pasión de manera similar al que es Maestro y Señor, en cuyo rebaño él es una pequeña oveja. Jesús acepta la voluntad de Dios y se pone en sus manos: «como quieres Tú».

Otro aspecto que el cardenal destaca es el amor a la eucaristía del joven Joan Roig.

2. «Me voy a comulgar»

Aquella noche del 11 al 12 de septiembre de 1936 los vehículos del pelotón rompieron el silencio. Juan y su madre estaban en sus habitaciones cuando sintieron que se acercaban a su casa. Pronto la casa quedó rodeada de gente armada e iluminada por las luces de los vehículos. Era inútil la fuga. Madre e hijo se encontraban en la habitación de Juan. Allí había depositada la reserva eucarística, que Mn. Pedro Llumà le había hecho a manos. De hecho, desde que a partir del 19 de julio de 1936 habían comenzado la quema de iglesias y los asesinatos frecuentes de personas -muchas de ellas relacionadas con la Iglesia- y había cesado toda la actividad sacramental y eclesial, Joan Roig no había podido recibir la Eucaristía -él que comulgaba todos los días! 

Por eso, cuando Mn. Pedro y Juan se encontraron en Barcelona el día 10 de septiembre de 1936, Joan insistió de poder llevarse la reserva eucarística, el cuerpo precioso de Jesucristo. De este modo, podría nutrirse del sacramento eucarístico y distribuirlo a otros en una situación en que su vida estaba realmente en peligro, como los hechos demostraron. En aquella ocasión el mártir dijo que, incluso, iría a Francia a pie para recibir la Eucaristía ni que fuera «una sola vez». Finalmente, Mn. Llumà accedió a la petición y le confió, como él mismo escribe, «el sublime tesoro de la Eucaristía». Este gesto por parte de Mn. Llumà, cuidadosamente meditado, provocó inmediatamente la gratitud de Juan, que exclamó: «Soy feliz. Seré otro Tarsicio ».

La comunión que Juan Roig se dio a sí mismo el 11 de septiembre por la noche tiene olor de Jueves Santo, respira un aire sacerdotal.

La carta destaca un último aspecto del mártir, su ojos de misericordia para todo,s también para sus enemigos.

3. «Que Dios os perdone, como yo os perdono»

La misericordia le acompañó mientras vivía y también en el momento de la muerte. El amor a Dios ya los hermanos le llevó a visitar a los enfermos en los hospitales ya instruir a los jóvenes trabajadores pobres y necesitados. Y cuando quemaron la iglesia de San Pedro de El Masnou, en julio de 1936, escribió: «El odio de unos hijos, hermanos nuestros, fue un fuego que la destruyó». Ni en ese momento terrible, en que la casa de Dios había quedado profanada y vacía, Joan dejó de mirar la situación con ojos de misericordia: los que habían quemado la iglesia movidos por el odio eran, de hecho, hijos del Padre del cielo y hermanos de los que ahora se habían quedado privados de la casa de Dios en la tierra.

La breve vida del mártir ha sido recogida en un libro publicado por San Pablo, Joan Roig i Diggle “Dios está conmigo” cuya autora es Carla Royo Villalonga y fue presentado el pasado 25 de septiembre en la basílica de la Sagrada Familia quién expresó la admiración que siente por el joven mártir. «Lo que más me sorprendió es la relación tan personal que tenía en Juan con Cristo».

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