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Jóvenes por los que apostar

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Uno de los problemas más graves de nuestra sociedad es la degradación de muchos sectores de la población juvenil a la que corresponde con la desvinculación de los adultos. La mayor emergencia es la educativa: hay que volver a apostar y volver a apostar por los jóvenes. Silvio Cattarina, responsable de la comunidad de recuperación de drogodependientes l’Imprevisto (El Imprevisto) testimonia  que tan sólo un compromiso desde abajo, día a día, persona a persona puede ofrecer respuestas.

La ruina, la degradación de muchos estratos de la población juvenil es realmente grande. Es un drama de la época. Una situación sin precedentes, aún muy poco conocida. Llama la atención la desorientación, la inconsistencia de los jóvenes, la fragilidad existencial, el abandono, el descuido; el temor, la pasividad, a menudo el miedo que muestran hacia las cosas, hacia las situaciones, el trabajo, las relaciones…

Usan las redes sociales como única herramienta, dramática y salvaje para la relación y su propia realización.

Me duele el corazón al ver a tantos chicos menospreciarse así, ensuciarse de esta manera, lastimarse, cortarse… No se levantan por la mañana, ya no salen de casa, presas de una depresión cósmica. Revelan desvinculación y resignación. Las fiestas rave, las bandas juveniles o baby gangs, por ejemplo, son la prueba y la consecuencia. Usan las redes sociales como única herramienta, dramática y salvaje para la relación y su propia realización.

Me llamó la atención la frase pronunciada por un chico durante una fiesta rave: “¡Nos drogamos hasta el agotamiento!”. A estas alturas el acento, la atención ya no debe estar puesta en lo primero, el “chute”, sino en la última palabra: desgastarnos. “Queremos agotarnos, es decir, queremos, hemos decidido acabar, terminar, concluir… acabar con eso”.

¿Por qué nuestros muchachos se inmolan? ¿A quién y a qué han decidido ofrecer su vida, hasta las últimas consecuencias? ¿A quién, a qué le dan el corazón, como si fuera lo último, el último día? Qué drama tan sangriento y trascendental, nunca antes visto… ¿qué sacrificio es este? ¿A qué Dios elevan y arrojan el sacrificio que ofrecen en nombre de todos nosotros, del mundo entero? Basta pensar en los ríos, en los quintales de droga y alcohol que corren por nuestras ciudades…

Ciertamente es difícil, quizás por primera vez en la historia nos encontramos en un momento lleno de incertidumbre y preocupación, de fragilidad generalizada, de continuos y frecuentes convulsiones: guerra, pandemia, cambio climático, inestabilidad política, crisis energética y coste de la viva. La inestabilidad ha entrado tan profundamente en la sangre de la vida que pensamos que ya no podemos ver claramente el camino, la senda que recorrer. Y no sólo hay inestabilidad: hay guerra. La causa de la guerra tiene orígenes lejanos, profundas, está en lo más hondo del corazón de cada uno de nosotros: muchos jóvenes piensan que la vida es cuestión de violencia, de músculos, de opresión, de arrollar, de dominación, de astucia. En resumen, gana el más fuerte…

Impacta, sin embargo, el estado en que los jóvenes quedan abandonados por los adultos, por la escuela, por la iglesia, por las instituciones. ¿Por qué hemos dejado que la situación llegara tan lejos, arruinándose tan dramáticamente, casi sin posibilidad de reparación?

El estado de ansiedad que serpentea bajo nuestros pies y entra en nuestros pasos nos hace encarar en torno a lo ya conocido, lo ya sabido… creemos que ya no somos capaces de arriesgar, de lanzarnos hacia adelante.

Pero no puede ser que tiremos a la basura y dejemos que generaciones enteras de chavales vayan al matadero, cada vez más jóvenes. ¡El activo, el mayor tesoro de una sociedad es siempre su juventud!

Los jóvenes nunca son lo que muestran, siempre están en una gran necesidad, en una gran expectativa. La mayor emergencia es la educativa. La alarma más grande es la de los chicos que no tienen ganas de vivir. Antes de la crisis económica está la educativa: porque si los jóvenes no tienen fuerza, creatividad, ilusión, energía, no trabajan, no se casan, no tienen hijos…

Necesitamos volver a educar: la educación es también el origen de la paz.

Ayudémonos a afrontar la situación cada vez más dramática de los jóvenes, de los chicos de nuestra pobre Italia. Necesitamos equiparnos para luchar contra esa pobreza tan especial definida como educativa en la que se encuentran los jóvenes. No es una pobreza material, sino educativa, existencial, cultural, motivacional, de propósito, de razón.

Intentémoslo y volvamos a intentarlo, no nos cansemos nunca de apostar y volver a apostar por los jóvenes.

Queremos, deseamos trabajar, para seguir ofreciendo a todos el testimonio de que es posible ser jóvenes, jóvenes y bellos, jóvenes y comprometidos, generosos, fuertes, capaces de sacrificio, de heroísmo. Sí, jóvenes que aman la vida y se esfuerzan al máximo por hacerla cada vez más deseable y bella. Para que puedan encontrar motivos, razones de compromiso, de rescate, de altruismo, de generosidad: el joven es el generoso por excelencia.

Aún podemos, más aún, no estamos solos, no estamos desarmados, desequipados, no nos faltan fuerzas y coraje… si miramos, si volvemos a buscar, si volvemos a ser niños, si volvemos a aprender todo otra vez, si levantamos la mirada, si pedimos que alguien venga, si gritamos…

Publicado en Il Sussidiario el 6 de enero de 2023

www.ilsussidiario.net/ 

 

 

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