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“K-Pop Demon Hunters” y nuestros hijos

Familia

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Estamos ante un fenómeno cultural que arrasan entre niños y adolescentes, la película K-Pop Demon Hunters, una producción de animación y musical que ha triunfado en Netflix y en los rankings globales, con un grupo de chicas que son, a la vez, estrellas del pop y cazadoras de demonios.

La película tiene calificación PG (Orientación Parental) por imágenes inquietantes, violencia de acción, alguna palabra disonante, material sugerente. Se lanzó en streaming en junio de 2025.

Este artículo no pretende alarmar, sino equipar a los padres: comprender por qué atrae a los niños y jóvenes, qué riesgos y oportunidades presenta, y cómo acompañar para que nuestros hijos crezcan en libertad y con criterio.

¿Por qué engancha tanto?

  • Estética potente y ritmo narrativo: mezcla de acción, comedia y coreografías que “entran por los ojos” y los oídos.

  • Modelos de pertenencia: el fandom K-pop ofrece comunidad, códigos, colores, retos de baile, merch; para un adolescente, eso significa identidad compartida.

  • Trama de doble vida: chicas normales que, de noche, salvan el mundo. El “tú también puedes ser héroe” conecta con el deseo juvenil de significado.

  • Canciones pegadizas: el soundtrack ha escalado listas, amplificando el fenómeno más allá de la película.

Nada de esto es malo en sí. El arte popular puede abrir puertas a la belleza y a conversaciones profundas. La cuestión es cómo se presentan ciertos temas y qué lugar ocupan en el corazón del niño o del joven.

Criterios claros

Un punto de controversia es la aparición de los demonios. Por eso, la evaluación no es “¿hay demonios? entonces prohibido”, sino: ¿cómo se representa el mal? ¿Qué visión del ser humano transmite? ¿Qué mueve en el corazón?

Propongo cuatro focos de discernimiento:

a) Trivialización del mal espiritual

Nuestros hijos necesitan saber que la realidad espiritual existe: Dios, ángeles, y también el demonio. El riesgo de ciertas ficciones es convertir lo preternatural en decorado cool o en power-ups que se solucionan con música y glow sticks.

Esto puede banalizar la batalla interior y confundir categorías: no todo “demonio” en pantalla remite a lo que la fe llama tentación o presencia del Maligno. Aquí el criterio es distinguir: el cine usa metáforas; la fe habla de realidades. No mezclarlas ingenuamente.

b) Magia, poderes y sincretismo

El Catecismo de la Iglesia advierte contra prácticas de adivinación y magia. Una ficción que presenta “poderes” puede ser legítima como recurso simbólico —“la amistad vence el mal”, “la música une”— si no invita a prácticas reales de esoterismo ni difumina la relación con Dios personal. Padres: observad qué rituales muestra la obra y cómo reacciona vuestro hijo: ¿curiosidad estética o búsqueda de control sobre lo espiritual?

c) Cuerpo, afectividad y sugestión erótica

Aunque la película sea apta para menores con Orientación Paternal, el universo K-pop a veces sexualiza sutilmente mediante vestuario, poses y letras. La pregunta educativa es: ¿ayuda a custodiar la mirada (Mt 5,8)? ¿Refuerza que el cuerpo es templo, no objeto (1 Co 6,19)? Aquí la calificación oficial ya nos avisa de “material sugerente”. Acompañad la visión sobre este tema, no la deleguéis o dejéis pasar la oportunidad.

d) Fama, rendimiento y autoestima

El relato del ídolo que lo sacrifica todo por el éxito puede alimentar comparaciones, ansiedad y autoestima pendular: “valgo si me aplauden”. Nosotros proponemos otra métrica: hijos amados por ser hijos, con dignidad dada por Dios, no por likes ni streams.

Riesgos prácticos 

  1. Hiperexposición: maratones de contenidos, challenges y fancams que roban sueño, estudio y silencio interior.

  2. Monopolio afectivo: el fandom coloniza conversaciones, estética y tiempo libre, empobreciendo otras amistades e intereses.

  3. Gasto impulsivo: merch, conciertos virtuales, suscripciones.

  4. Puertas al esoterismo blando: cuentas que mezclan K-pop con tarot, numerología

  5. Normalización de la violencia fantástica: a algunos niños les inquietan “imágenes perturbadoras” que luego se cuelan en la noche (la propia calificación lo reconoce).

Oportunidades educativas reales

  1. Hablar del mal sin miedo: partir de la ficción para explicar la batalla interior: no contra monstruos de neón, sino contra la mentira, la envidia, la pereza.

  2. Estética y belleza: distinguir entre estética llamativa y belleza que eleva . ¿Qué música me hace más agradecido, más veraz, más generoso?

  3. Trabajo en equipo y amistad: si la historia valora la lealtad y el sacrificio por el otro, subrayadlo: eso sí es evangelio.

  4. Alfabetización mediática: desmontar marketing, fandoms y algoritmos. “¿Por qué me recomienda esto? ¿Quién gana dinero con mi atención?”

  5. Oración y libertad: enseñar a decir “no” cuando se presente un contenido que aunque “todo el mundo lo vea” no me hace bien

¿Lo dejo ver o no? 

  • Niños pequeños (6-9): en general no es recomendable, aunque aparezca animación y música. La presencia de “imágenes inquietantes” y la temática demoníaca no es pedagógica a estas edades.

  • Preadolescentes (10-12): con acompañamiento. Visionado conjunto, pausas para comentar, y límites claros de consumo colateral (TikTok, fancams, etc.).

  • Adolescentes (13-17): posible con criterios explícitos:

    • Opción de ver en familia.

    • Acordar tiempos y espacios (no en la cama, no con auriculares toda la tarde).

    • Conversar sobre belleza vs. espectáculo, éxito vs. vocación, poder vs. servicio.

  • Mayores de 18: siempre ayuda preguntar: ¿qué te hace esta historia por dentro? Si te acerca a lo bueno, verdadero y bello, adelante; si te deja vacío o inquieto, discierne y corta.

¿Prohibir o acompañar?

A veces tocar el cable es necesario para aprender, pero no hace falta quemarse. Prohibir en bloque puede generar clandestinidad y permitir sin criterio deja desamparo. La vía óptima es acompañar con verdad y amor: “Esto sí, por esto y esto; esto no, por esto y esto; y si te equivocas, aquí estoy para volver a empezar”.

Por tanto, a la luz de su temática y calificación, no es recomendable la película para niños y tal vez podría ser interesante para adolescentes con acompañamiento cercano y conversación. “Todo lo verdadero, noble, justo, puro, amable… en esto pensad” (Flp 4,8).

Así vuestros hijos aprenderán que la cultura se saborea mejor cuando la vive un corazón libre.

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