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Llevemos a Europa a un estadio superior en la lucha por la vida

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Europa, vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus raíces. Aviva tus valores. Revive tu unidad. Asumirás así tu misión en el mundo» Estas fueron las palabras con las que el Papa Juan Pablo II culminó su histórico discurso en Santiago de Compostela el 9 de noviembre de 1982. El Papa polaco animaba a Europa a reencontrarse con sus raíces cristianas y humanistas, como base para construir un futuro de unidad, paz y progreso.

Estas palabras siguen siendo más actuales y más necesarias que nunca para dar respuesta a la actual crisis de Europa, una manifestación más de las consecuencias de la ideología dominante, que ha convertido al aborto en ídolo de todos los derechos y pasaporte único a la democracia. El discurso europeo de Santiago y la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa siguen siendo una fuente de inspiración necesaria.

Desde aquella llamada a la acción y a la esperanza, lo cierto es que la situación europea ha empeorado mucho.

Sin ser la única ni primera causa, es cierto que, durante la última década, la Iglesia ha prestado escasa atención, sobre todo desde el decisivo centro romano, muy atento a las periferias existenciales, sin advertir que buena parte de Europa es de pleno, no ya una periferia cristiana, sino postcristiana, y en muchos aspectos anticristiana, como en el fundamental del sentido de la vida y el de la concepción del hombre.

La consecuencia ahora es que Europa vive un tiempo de turbación e incierto futuro, en una medida tal que nuevas palabras han sido acuñadas para describirlo: policrisis, permacrisis, krisenstaat. No existe un horizonte de sentido, ni de destino claro, para lo que ha sido durante mucho tiempo la gran esperanza europea.

Esta crisis, que sí es de sentido, es existencial, está muy vinculada a la renuncia de parte de las gentes de Europa, y sobre todo de partidos e instituciones políticos, también de una cierta cultura dominante inspirada en diversas variantes de la ideología gender, a construir una sociedad de la vida con el bienestar alcanzado.

Una sociedad donde la vida sea acogida desde el primer momento, celebrada, acompañada y cuidada hasta su fin natural. Esto forma parte del humanismo europeo y ha sido liquidado en gran medida. Al actuar así, rechazan el camino seguro señalado por este coloso de la historia que fue Juan Pablo II: “Europa, vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus raíces. Aviva tus valores. Revive tu unidad. Asumirás así tu misión en el mundo»

El resultado es la destrucción del amor más emblemático de todos, el de la madre hacia su hijo. Esta liquidación se convierte en cultura de masas. Es la desaparición de los hijos, alterando así la estructura misma de la vida humana e incluso amenazando la pervivencia de la propia Europa, de sus naciones y de su cultura común, enraizada en la cultura cristiana.

Tras esta esterilidad voluntaria trasluce un poso melancólico de temor y rechazo del mundo, que ha quedado desprovisto de finalidad y sentido, porque renunciar al hijo es renunciar a construir un mundo mejor. Se configura así una sociedad sin hermanos, con un número creciente de personas que viven en soledad y donde, junto con el aborto, va creciendo la otra vertiente de la cultura de la muerte, la eutanasia. En esta cultura  se nos dice que la solución se encuentra matando e impidiendo nacer.

Hemos de recuperar la verdad y el sentido: la vida es el primero de los valores y de los derechos porque fundamenta todo lo demás.

Es necesario evitar que la Unión Europea acabe por asumir, como uno de sus principios, el derecho a matar al ser humano que ha de nacer.

La respuesta solo puede ser una Gran Alianza Europea para la Sociedad de la Vida y su Dignidad. Alianza que configura un movimiento por la vida, transversal, de carácter social, cultural y económico.

Social, en la media que se promueve la participación de todo tipo de entidades, provida, juveniles, solidarias, de fomento, deportivas… que, con independencia de sus desempeños específicos, comparten el mismo objetivo. La cuestión que nos jugamos afecta a todos los ámbitos y es necesario mostrarlo.

Cultural, porque integra entidades de esta naturaleza y promueve y difunde acontecimientos, relatos, productos culturales acordes con el objetivo de la Alianza.

Político, porque las organizaciones políticas también participan en el ámbito que les es propio y especialmente en las instituciones de legislación y gobierno.

Un factor básico de estas tareas es conseguir a escala nacional y europea el reconocimiento de los derechos del ser humano que ha de nacer, terminando con la brutal anomalía de ignorar su existencia, si se trata del aborto, a pesar de reconocerlo en otros muchos ámbitos jurídicos civiles y penales.  Una primera Convención Europea para abordar su naturaleza jurídica es objetivo también de la Alianza.

Ese es el proyecto, esa es la iniciativa.

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