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Boicot a la libertad de expresión

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La Universidad Complutense de Madrid se convirtió  el pasado miércoles en escenario de una lamentable demostración de falta de respeto hacia el pensamiento divergente. Un acto de la antropóloga mexicana, Marcela Lagarde, se ha convertido en un ejemplo de cómo el radicalismo puede eclipsar la libertad de expresión y el debate civilizado.

La antropóloga fue acallada

Marcela Lagarde, una de las mayores referentes del feminismo latinoamericano, reconocida por su incansable lucha por los derechos de las mujeres y su contribución al concepto de feminicidio, fue objeto de un boicot vergonzoso perpetrado por un grupo de individuos encapuchados. La antropóloga fue acallada por un colectivo a favor de las personas transgénero y no binarias, lo que provocó la interrupción del acto y traslado de este a una sala más pequeña. Por tanto, un evento que debería haber sido un espacio para la reflexión, se convirtió en una escena de caos, tensión y desorden, donde la violencia verbal sustituyó a la razón y la argumentación.

Acusaciones de transfobia

El video que circula en las redes sociales muestra cómo un  grupo de encapuchados interrumpe la conferencia de Marcela Lagarde, profiriendo acusaciones de transfobia sin ofrecer la más mínima oportunidad para el diálogo. Sus cabezas cubiertas son un símbolo de la cobardía que impulsa sus acciones, ocultándose detrás del anonimato para propagar su mensaje sectario.

La reacción de las autoridades académicas ante este lamentable incidente deja mucho que desear. Aunque la decana de la facultad intentó mediar con los manifestantes, su esfuerzo resultó infructuoso ante la determinación de los encapuchados de imponer su ideología a cualquier precio. El evento tuvo que concluir a puerta cerrada como una solución forzosa.

La falta de una acción clara e intransigente por parte de las autoridades para garantizar la seguridad y el respeto en estos eventos es alarmante

Es importante destacar que este no es un incidente aislado en la Universidad Complutense. Casos anteriores, como el boicot a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, demuestran que el problema del radicalismo está arraigado en esta institución. La falta de una acción clara e intransigente por parte de las autoridades para garantizar la seguridad y el respeto en estos eventos es alarmante. Además,  plantea serias dudas sobre el compromiso de la universidad con la libertad de expresión y el debate democrático.

El activismo no puede justificar la violencia y la intimidación como herramientas legítimas para promover ciertas ideas. Si se permite que la tropelía y la intolerancia dicten los términos del debate público, estaremos aprobando una vía muy peligrosa para la convivencia humana.

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