Hace años que los medios de noticias financiados por el gobierno ruso, como Russia Today (RT) o Sputnik se dirigen a los lectores de Europa y las Américas con una línea editorial marcadamente favorable al Kremlin.
Al-Jazeera, originalmente un canal de televisión fundado en 1996 por el Emir de Qatar, cuenta también con una plataforma online en inglés. Su apoyo al estado es menos evidente que sus equivalentes rusos, pero Al-Jazeera no deja de ser una herramienta política del pequeño emirato. Critica Israel, ensalza Palestina y promueve las corrientes progresistas en Europa. Nada que ver con la línea dura islamista, cercana a los Hermanos Musulmanes, que el mismo medio tiene en los países árabes, pero esto forma parte del juego.
En cualquier caso, después del éxito de los medios rusos y árabes en Occidente, otro jugador internacional se dispone a entrar en la conquista mediática de Europa y América. Se trata, evidentemente, de China.
Beijing no tenía hasta ahora un medio de comunicación tan refinado como RT o Al-Jazeera, que se adaptan a los códigos occidentales y contratan periodistas europeos y estadounidenses para reforzar su imagen de imparcialidad y proximidad. Hasta ahora, la principal herramienta mediática de China era su insulsa agencia de noticias, Xinhua. Un portal conocido por su rigidez y actitud defensiva ante los medios occidentales.
Ahora, la estrategia del presidente chino Xi Jinping para convertirse en la primera potencia mundial pasa también por transmitir mejor la visión de China. Y para hacerlo de forma efectiva, nada mejor que la infiltración a través de un canal con el que el público occidental se pueda sentir cómodo.
Xi, que se considera un visionario comparable a Mao Zedong, afirmó ya en 2013 que los líderes chinos debían encontrar nuevas formas de «explicar bien la visión de China» para «hacer llegar de forma apropiada su voz».
Con este objetivo el 2016 se estrenó la CGTN, la nueva rama internacional de la televisión pública china CCTV. Dos años después, esta entidad está formando en Londres un vasto equipo de 90 periodistas. De momento, el principal problema de la CGTN ha sido el exceso de candidatos: casi 70 por cada plaza ofertada.
Como sus homólogos rusos y qataríes, el plan de los chinos pasa por aprovechar las ventaja de la libertad de prensa en Occidente inyectando grandes cantidades de recursos a las plataformas que funcionan como altavoces.
Pero los medios de apariencia occidental e independientes no son la única forma que China utiliza para hacer llegar su mensaje. Según The Guardian, Beijing también paga títulos universitarios de periodismo, paga por la inclusión de suplementos sobre China en los periódicos de todo el mundo (como hace por ejemplo con El País en España) y organiza viajes pagados para corresponsales extranjeros.
China ha aprendido de sus errores del pasado, como por ejemplo los continuos escándalos mediáticos relacionados con los derechos humanos y la situación en el Tíbet durante la vuelta al mundo de la antorcha olímpica antes de los juegos de Beijing de 2008. El año siguiente tomó la decisión de invertir más de 7.000 millones de euros en su presencia global. En diez años, los chinos han aprendido mucho.