fbpx

Pan y circo

COMPARTIR EN REDES

“Pan y circo”, dicen, aunque por ningún lado vemos pan ni vemos circo. ¿Qué ocurre? Estamos tan embutidos en el pan y en el circo que ya no vemos el mundo que nos rodea, y así no apercibimos ni al hermano… ni nuestra propia roña.

Fíjate, ¡abre los ojos, hermano, hermana del alma: no te escabullas! ¿No ves a toda esa gente sin nombre que se arrastra por nuestras aceras de escaparates de oro y perlas? Son hombres y mujeres –como tú y como yo– que aunque no te lo parezca tienen nombre y dignidad; van envueltos a duras penas con harapos y se nos acercan con manos temblorosas dudando de ella. Te vienen, y cuando te piden entre letras y carentes de palabras unos míseros céntimos para cubrir su paseo deambulando por las plazas y gazofilacios que llenamos de áureas pertenencias los que nos creemos todopoderosos, miramos a otra parte, como si ellos –los infelices– no existieran. No damos más que injusticia, “para que paguen su merecido”, y acallamos nuestra conciencia convenciéndonos a nosotros mismos de que algún mal habrán hecho para llegar a estar como están. ¡Y la mayoría (lo sabrás si te dignas entablar con ellos unas palabras) no han hecho más que tragar pan y circo! ¡Tu pan y tu circo, hermano, hermana del alma! ¡Tu pan y tu circo!

Y tenemos circo, ese que desde sus púlpitos nos propinan con sus juegos malabares pagados con nuestro silencio, con nuestra culpa, con nuestra inacción

Tenemos pan, hermano. Nos quejamos mucho de lo que nos hacen desde sus púlpitos los políticos, pero les permitimos que más que políticos sean traficantes. Nos lamentamos de cómo va el mundo que nos entregan, sin pararnos a pensar –porque duele– que el pan que nos roban es el pan que tenemos para repartir, y mientras no lo repartamos, no hallaremos la paz que deseamos. Y tenemos circo, ese que desde sus púlpitos nos propinan con sus juegos malabares pagados con nuestro silencio, con nuestra culpa, con nuestra inacción. Porque los que llegan al púlpito primero han sido unos de nosotros. Y nosotros vivimos –aunque Jesús nos ha advertido y aconsejado morir a ello– abrigados, atiborrados de pan y circo. ¡No queremos morir a nuestro ego!

¡Despierta de una vez, hermano, hermana del alma! ¡Te lo digo mucho, porque no me escuchas ni me haces caso, te lo repito: despierta! ¿No adviertes que eres tú y que soy yo y que somos todos nosotros quienes estamos arrasando todo vestigio de vida de nuestro mundo, en provecho de unos cuantos que desde sus púlpitos entregan el poder y el dinero a un puñado (si llega) de seres ególatras, y encima se regalan todos ellos con todo lo que nos roban? Es un regalo maldito ofrecido a Satán el que se hacen (les hacemos), porque les dará (nos dará) la cara el día certero en que Jesús, el Mesías que ha de volver, venga a nosotros con todo su poder y gloria, como no ha visto nadie en el mundo.

Y me sales con aquella con la que se sale siempre aquel que se lava las manos: “¿¡Y qué puedo hacer yo!?”

¡Puedes hacer lo que puedes hacer, hermano, hermana del alma! Ni más, ni menos. ¡Puedes dejar de esconder la verdad! ¡Puedes dar a tu hermano que te pide porque necesita! ¡Puedes dejarte de tus pretensiones de fatuas vanaglorias con las que te maquillas! ¡Puedes amar! Y mientras no seas sincero, no des y no ames, Dios no te dará más que las migajas que caen de la mesa… también a ti –como a un perro–, aunque ahora no te lo parezca. Porque la justicia llega a todos, hermano, hermana del alma; tarde o temprano (aunque sea tan tarde o tan temprano como en la otra vida), no dudes que Dios te dará tu merecido: si has amado, te dará su Amor; si te has hinchado de pan y circo, te mandará al horno encendido, “donde el gusano no muere y el fuego no se apaga” (Mc 9,48): allí vivirás vendido a Satán para siempre y tendrás –para siempre– tu pan y tu circo para atiborrarte sin que quieras. Ya no te maquillarás de ellos: te los tragarás en un permanente atraganto. Solo gritarás: “¡Pan y circo!”. Y no morirás. Morirás sin morir…

Y tenemos circo, ese que desde sus púlpitos nos propinan con sus juegos malabares pagados con nuestro silencio, con nuestra culpa, con nuestra inacción Clic para tuitear

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.