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Paz para Europa. Objetivos de las elecciones europeas de junio

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Hay un libro que ahora debería ser de general conocimiento y debería ser leído por los líderes políticos de toda Europa. Se trata de «Los sonámbulos», de  Christopher Clark, que trata de por qué se produjo la I Guerra Mundial (1914-1918).

La contienda, que tendría como resultado veinte millones de muertos, destruiría tres imperios y alteraría de forma permanente la historia mundial, y comenzaría la demolición de Europa y su cultura, en lo que se ha venido a llamar la Segunda Guerra de los Treinta años (1914-1945).

Los sonámbulos revela, con todo detalle, cómo se desató la crisis. Christopher Clark repasa las décadas de historia que conformaron los acontecimientos de 1914 y analiza los mutuos malentendidos y los gestos involuntarios en un contexto de tensiones políticas, alianzas complejas y malentendidos diplomáticos, que hicieron que se desatara la crisis en pocas semanas. Ofrece una nueva visión de los complejos acontecimientos y relaciones que llevaron a un grupo de líderes bienintencionados a un conflicto brutal y sangriento.

Lo más importante a retener de esta documentada historia es que la guerra no fue inevitable. El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria desencadenó una cadena de eventos que finalmente condujeron al estallido de la guerra, pero que no tenían por qué terminar así, si una serie de actitudes y pasos previos no hubieran llevado a un estallido global.

Se puede afirmar que una de las tesis era que los gobiernos entraron en la guerra sin una pretensión clara de hacerlo. En la tesis presentada en Los sonámbulos se destaca la idea de que los gobiernos de las principales potencias europeas entraron en la guerra sin una pretensión clara de hacerlo. No fue el resultado de una estrategia deliberada por parte de algún país en particular, sino más bien el resultado de una serie de decisiones mal calculadas, reacciones impulsivas y malentendidos diplomáticos que llevaron a una escalada de tensiones y finalmente al conflicto armado.

Los líderes políticos y militares fueron arrastrados a la guerra por una combinación de factores, incluyendo la presión de la opinión pública, la búsqueda de prestigio nacional y la creencia en la inevitabilidad del conflicto una vez que se desencadenaron ciertos eventos clave. En este sentido, Clark sugiere que los gobiernos actuaron casi como «sonámbulos», sin darse cuenta completamente de las consecuencias catastróficas que sus acciones podrían desencadenar.

Todo esto viene a cuento de las reacciones que están desencadenando algunos políticos y países en Europa, también por medios de la comunicación, como se hace evidente en España, donde en este caso el Gobierno Sánchez no participa de esta ofensiva de ardor guerrero y armamentista.

Macron, el mismo que ha impulsado la gran abominación de incorporar el derecho al aborto en la Constitución, es el dirigente más destacado, pero la propia presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, no descarta esta posibilidad y clama a rearmarse.

La que fue vicepresidenta económica de Sánchez y hoy máxima responsable del Banco Europeo de Inversiones (BEI), Nadia Calviño, acepta la posibilidad de que, por primera vez en su historia, los créditos blandos de este Banco público europeo se utilizaran para sufragar gasto militar. El rearme de Ucrania escala con medios cada vez más potentes y de alcance, y de esta manera se han ido traspasando distintas líneas rojas, hasta la última que señaló Macron: enviar jóvenes europeos a luchar contra Rusia en aquel país.

De hecho, a una escala modesta en número, pero muy especializada, unidades de la CIA y de fuerzas especiales británicas han estado o están en el escenario del conflicto, si bien no consta que hayan intervenido. Von der Leyen, por si fuera poco, ha pedido a Finlandia que asesore sobre un presunto programa para preparar a la población civil para una contienda.

El reciente  y cruel atentado que ha sufrido Rusia, sea quien sea la mano que haya mecido la cuna, alimenta el conflicto en el que el poder establecido de la Unión Europea, político y mediático, machaca una tesis obviamente falsa. El posible éxito de Putin en Ucrania, y se considera tal cosa que no abandone Crimea, significa la posibilidad de que ataque a algún país de la UE, cuando lo cierto es que aquella guerra muestra descarnadamente las limitaciones militares de una potencia militar del tamaño de Italia, de segundo orden, como es Rusia, cuyo único riesgo, y este sí es grande y brutal, es el de que, aculada contra la pared, se defienda con su arsenal nuclear. Se defienda, no que ataque con su limitado ejército convencional.

Tiene toda la razón del mundo cuando el papa Francisco  instó al Gobierno de Volodimir Zelenski a tener «valentía» afirmando que negociar «nunca es una rendición» y de hecho «es una postura valiente». Según el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, lo que hizo Francisco fue «retomar la imagen (de la bandera blanca) propuesta por el entrevistador» para exhortar al cese de las hostilidades y a una tregua alcanzada con el coraje de la negociación».

Cabe subrayar que la Embajada de Ucrania ante la Santa Sede respondió, con malestar, a las declaraciones del Pontífice, ya que durante la Segunda Guerra Mundial nadie habló «de negociaciones de paz con Hitler», informa Efe. Y ahí asoma la voluntad del gobierno ucraniano, legítima, pero inaceptable por peligrosa. No estamos en guerra con Rusia y no queremos provocarla, ni hay una ofensiva contra Europa. Lo que le interesa al actual gobierno ucraniano no es lo que le interesa a la Unión.

Para Francisco, la peor solución es seguir adelante con la guerra. El año pasado intentó una «misión de paz», enviando al cardenal Matteo Zuppi a Kiev, Moscú, Washington y Pekín. La mediación directa no fue posible, rechazada en primer lugar por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, pero al menos la iniciativa logró algunos resultados humanitarios ocultos, como el intercambio de prisioneros y el retorno de algunos de los niños ucranianos deportados a Rusia. «Es muy triste el hecho de que no haya otras perspectivas de negociación».

La Santa Sede está muy preocupada por la hipótesis recientemente planteada por el presidente francés, de algún tipo de intervención militar de Occidente en apoyo a Ucrania. El cardenal Parolín se refirió, en este sentido, a «un escenario que es verdaderamente aterrador de la escalada que siempre hemos tratado de evitar». Por eso Francisco llama a negociar.

Es vital que en las próximas elecciones europeas de junio, los ciudadanos reclamen y se inclinen por un voto que señale de manera ineludible la paz  para Europa como una opción válida. El esfuerzo de Europa es el de recuperar la Paz. La palabra del Papa debe ser escuchada.

Hay un libro que ahora debería ser de general conocimiento y debería ser leído por los líderes políticos de toda Europa. Se trata de Los sonámbulos, de Christopher Clark Clic para tuitear

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • «los gobiernos actuaron casi como «sonámbulos», sin darse cuenta completamente de las consecuencias catastróficas que sus acciones podrían desencadenar», esto en la I Guerra Mundial. Veo que seguimos sin aprender de experiencias pasadas, Europa y la Unión Europea las primeras. No sé a quien votar en las próximas elecciones europeas de junio.

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