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“Poneos en camino”

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El título es una expresión de Jesús cuando, camino de Jerusalén, manda a 72 discípulos: “¡Poneos en camino! Os mando como ovejas entre lobos” (Lc 10,3). Ya lo apunta claramente Rod Dreher en una idea no textual que resumo así: “Todos aquellos que estaban en las manifestaciones del ’68, están ahora en trabajos corporativos” (Vivir sin mentiras, Ed. Encuentro. Madrid, 2021). Y digo yo que ellos controlan ahora todas las entradas y salidas en todos los trabajos directivos, de manera que uno que no piensa como ellos ya está proscrito del campo de juego, y la mala educación de guante blanco se impone por doquier.

¡Claro! ¡Porque nuestros abuelos se pararon en las glorias! ¿Cómo fue posible tanta ingenuidad? No lo sabemos y no lo sabremos hasta el Cielo. Lo que sí sabemos es que no debemos perder tiempo, y mucho menos haciendo cábalas. Y lo que debemos hacer ahora en retaguardia es luchar. Se acabó la poltronería, el descanso en el intermedio… Ahora toca luchar, y con los ojos bien abiertos. Como los primeros cristianos, desde nuestras pequeñas células de vida podemos hacer maravillas. Fíjate bien en lo que te digo: si tú y yo y él vamos a una (“la unión hace la fuerza”), venceremos.

Tenemos que remangarnos; eso es dejar de lado los protocolos; eso es caminar de la mano; eso es unir los enseres y nuestro tiempo; eso es… Para qué alargarnos. Eso es amor. Y… ¡eso será la gloria! Porque el tiempo que viene, ¿quién ha dicho que será peor? ¿Acaso porque la transición sea dura, la meta será el pozo? ¡Que no! ¡Que no es el Fin de Mundo! Es la Edad Cristiana que nos describe el Apocalipsis. Solo será peor si nos quedamos quietos y no hacemos nuestro deber, que es lo que podemos hacer.

Primero –claro está-, nos caerá encima el lazo y nos amordazará: “Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán” (Lc 21,26), y “habrá grandes signos en el sol y la luna y las estrellas” (Lc 21,25), pero pasará: “No os inquietéis, porque es necesario que todo esto ocurra, pero no es todavía el fin” (Mt 24,6), “Entonces, verán al Hijo del hombre que viene con gran poder y gloria” (Mt 24,30). ¡Jesús traerá la paz!

¿Lo ves? Comeremos manjares que nos sabrán a cielo, elaborados por maestros y por maestras que saben lo que hacen y trabajan a conciencia. Porque todos harán lo que deben para amar al prójimo. ¿Acaso porque será siendo pobres, el manjar carecerá de sabor? ¿No ves que es ahora cuando si comes una manzana sabe a corcho? ¿No ves que comiendo pollos con antibióticos acabamos todos enfermos? ¿No ves que nos acecha la reina de la Mentira, el Odio y el Dinero?

No sé si nuestra solución pasa por las comunidades a modo de los benedictinos que propone Rod Dreher en La Opción Benedictina (Ed. Encuentro. Madrid, 2018); lo iremos viendo. Lo que sí sé es que la educación es de vital importancia, ahora, hoy y mañana, para que nuestro proyecto llegue a puerto. El puerto es el Cielo, no lo olvides; y en el Cielo no entra cualquier cosa, Dios lo sabe y nos lo ha dicho: “Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará” (Jn 10,9).

Fíjate qué escribió san Pablo, inspirado por el Espíritu Santo que escribió la Biblia: “El que come, que no desprecie al que no come, y el que no come, que no juzgue al que come” (Rm 14,3). Es un desarrollo de la regla de oro que nos dejó Jesús: “Haced a los demás lo que queráis que ellos hagan con vosotros” (Mt 7,12). Y fíjate qué cuentan los Hechos de los Apóstoles: “No había entre ellos ningún necesitado, porque los que eran dueños de campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles. Luego, se repartía a cada uno según sus necesidades” (Hch 34,35). Y san Juan Crisóstomo, un padre de la Iglesia del siglo IV afirmó en una homilía: “Haz que los pobres se aprovechen de tu riquezas. Dios no necesita copas de oro, sino almas de oro” (Citado en Esta economía mata. Ed. Palabra. Madrid, 2015). ¿Necesitas más?

Así que despierta, amigo, amiga. Mientras nos organizamos, estaría bien que fuéramos enhebrando la aguja haciendo lo que podamos, que cada día es menos, pero es lo que toca, pues es lo que Dios nos da para que empecemos a andar juntos. Así que andemos. Y Dios dirá… y proveerá.

¿Acaso porque la transición sea dura, la meta será el pozo? ¡Que no! ¡Que no es el Fin de Mundo! Es la Edad Cristiana que nos describe el Apocalipsis Clic para tuitear

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