fbpx

¿Por qué nos cuesta tanto comprometernos?

COMPARTIR EN REDES

Cuando escuchamos grandes historias, vidas épicas, se nos enciende algo adentro. Nos dan ganas. Como un deseo que nos dice “quiero eso”. Pero al minuto… se nos mete el «sí, pero». Sí, pero ellos son especiales. Sí, pero yo tengo otras obligaciones. Sí, pero no es mi momento.

Y es ahí donde quiero que nos detengamos. En ese deseo, esa intuición. Porque, todos estamos llamados a algo grande.

Algo grande

San Agustín y Santo Tomás coincidían en que el alma humana tiene dos grandes facultades: conocer y amar. Y esas dos palabras, conocer y amar, son una bomba. Son el «no sé qué» que nos empuja a salir de nosotros mismos. Pero ojo, no basta con tenerlas: hay que usarlas. Activarlas, rezarlas y ponerlas en juego.

Y eso es lo que hicieron los que admiramos. No eran seres sobrenaturales, eran como tu y como yo pero se comprometieron. Se enamoraron en serio y entregaron todo.

Compromiso

Hoy la palabra compromiso nos da alergia y miedo a partes iguales. Nos la han enseñado como un sinónimo de carga, renuncia, menos libertad. Pero…  Nada que ver. Compromiso es vivir una vida grande, es enamorarse de una causa grande, que te supera y que pone tu vida en clave de entrega.

Compromiso es eso: pasión más entrega.

Tres enemigos: miedo, apatía, comodidad

Ahora bien, ¿por qué nos cuesta tanto comprometernos?

1. El miedo

El miedo nos frena. Miedo a fallar, a hacer el ridículo, a que las cosas salgan mal. ¿Pero vamos a dejar que el miedo bloquee lo mejor que llevamos dentro?

Las mejores decisiones son las que te ponen entre algo que te emociona y algo que te da miedo.

2. La supuesta falta de pasión

No me apasiono, no me divierto. Bueno, entonces involúcrate. Porque uno no ama lo que no conoce, y para conocer, hay que entregarse, desgastarse y darse

3. La comodidad

Esa gran enemiga camuflada de libertad. «Estoy bien así, tengo mi tiempo, no quiero complicarme». 
No. La comodidad no nos hace felices. La mediocridad no da plenitud. La grandeza, sí. Y cada uno está llamado a esa grandeza en su realidad y situación concreta.

¿Y después qué?

Te comprometiste, te enamoraste. Y ahora… ¿todo color de rosa? Ojalá.
Pero no. Comprometerse no es vivir flotando entre arcoiris sino comenzar cada día con integridad frente al escepticismo.

Haz todo lo que esté en tu mano.  Y después, entrégaselo a Dios”. Dios no es un espectador. No juega a que adivinemos nuestra misión y nos las arreglemos solos.

Este tiempo necesita de ti de tu compromiso y de tu fe. Tu momento es ahora. Porque también estás llamado a algo grande. ¿Te atrevés?

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.