11 beatos mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el lunes 21 de septiembre de 1936: tres laicos –Vicente Galbis, Manuel Torró y María de la Purificación Vidal Pastor– en la provincia de Valencia y una en la de Alicante; dos sacerdotes agustinos –Nicolás de Mier y Jacinto Martínez Ayuela– en Cuenca y uno en Málaga; dos sacerdotes trapenses en Santander, más un sacerdote franciscano –José Mariano (padre José María) Azurmendi de Larrínaga– en Azuaga (Badajoz) y otro de los Hijos de la Sagrada Familia en la de Barcelona.
Quería que su sangre lavara los pecados de todos, y la enterraron viva
María de la Purificación Vidal Pastor, de 44 años y valenciana de Alzira, dio clases en la Escuela de Obreras y actuó muchas veces pronunciando conferencias de propaganda de las mujeres de Acción Católica, además de pertenecer a otras muchas asociaciones católicas. No temía a la muerte y decía: «Si he de morir por Dios, mi sangre lave los pecados de todos». Junto con sus dos hermanas, Antonia, de 67 años, y Emilia, de 42, estuvo detenida en las Escuelas Pías de Alzira y el 21 de septiembre, antes de asesinarla, según la información publicada por Acción Católica, la enterraron viva, mientras gritaba: «¡Viva Cristo Rey!».
La información del estado 1 de Alzira para la Causa General (legajo 1369, expediente 13, folio 5) señala solo que fue fusilada ese día con sus dos hermanas y numerosas personas más en la carretera de Corbera.
«Llegará un día en que el Papa dedique una fiesta a los innumerables mártires de España»
Amalia Abad Casasempere, de 38 años y alicantina de Alcoy, casó en 1921 con el capitán Luis Maestre Vidal, quedando en 1924 viuda y con dos hijas; desde 1927 recibió pensión por haber muerto su marido en la guerra de África. Era de Acción Católica de la parroquia de San Mauro y San Francisco y se ocupó particularmente de ayudar a regularizar matrimonios. En 1935 visitó en Italia a su hermano sacerdote jesuita, que había sido su director espiritual, y tomó la decisión de una entrega total a Dios, que concretó en comenzar los estudios de comadrona para evitar la mortandad perinatal. Fue detenida el 21 de septiembre, interrogada y llevada a la checa del Colegio de las Esclavas. Alguna vez comentó que llegaría el día en que el Papa dedicaría un día a los innumerables mártires de España, y añadió estando en la cárcel: «Si nos pasa algo, más pronto nos veremos en el Cielo». Tras un episodio en que unos milicianos la golpearon en su celda, la mataron en Benillup (Alicante), de un tiro en la cabeza, en la cuneta de la carretera que va de este pueblo a Almudaina.
Se hacía pasar por sobrino de la mujer que le dio refugio
En Málaga lo fue el laico profeso agustino Diego Hompanera París, de 20 años y palentino de Muñeca, que no pudiendo ser sacerdote por su poca capacidad para los estudios, en 1934 ingresó en el noviciado de Leganés diciendo a los superiores: «He venido a la religión para servir a Dios y santificarme, y en todos los destinos dentro del estado religioso puedo servirle y alcanzar la perfección. Gustoso recibo el consejo, y abrazo con firmeza el estado de hermano lego». Profesó en 1935. Su destino fue Málaga, donde, desatada la revolución, después de cambiar varias veces de refugio fue capturado en casa de Manuela Gómez Ramadán, en la calle Compás de la Victoria, número 7, donde vivía haciéndose pasar por sobrino suyo. El 21 de septiembre fue incluido en una de las sacas y asesinado en las tapias del cementerio de San Rafael. Doña Manuela estuvo varios días en prisión por haberle defendido con gran valor y peligro de su vida.
Se negaron a apostatar
Los sacerdotes trapenses Francisco (padre Vicente) Pastor Garrido (de 31 años, había nacido en Valencia el 16 de febrero de 1905) y Herminio (P. Eugenio) García Pampliega (de 33 años, habia nacido en Villagonzalo Pedernales, Burgos, el 23 de noviembre de 1902) fueron los primeros mártires del monasterio de Viaceli, asaltado el 8 de septiembre de 1936; según este relato:
El mismo día de la expulsión los invasores habían retenido con ellos a dos sacerdotes: el secretario P. Eugenio García Pampliega y el P. Vicente Pastor Garrido, probablemente con la esperanza de poder apropiarse del dinero de la abadía, pensando que era rica. Sin embargo sus investigaciones no dieron ningún resultado y los dos monjes, instados a apostatar, se negaron. El 21 de septiembre los anarquistas pidieron a los dos acompañarles en coche a Santander. Retardando la salida hasta adentrada ya la noche, y a unos veinte kilómetros del monasterio, en el termino de Rumoroso, les mataron a golpe de pistola, abandonando los cadáveres al borde de la carretera. Encontrados al día siguiente, la gente del lugar les enterró en el cementerio de Rumoroso. Sólamente en 1940 los monjes de Viaceli exhumaron los restos y los trasladaron al monasterio, enterrándolos en el claustro de la lectura. Sus cuerpos fueron los únicos que se han podido recuperar (de los 15 trapenses mártires).
Puso a salvo a los jóvenes, pero a él le pillaron en casa de su tío sacerdote
El sacerdote José Vila Barri, de Camprodon (Girona) y recién ordenado a sus 26 años, era responsable en la congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de la comunidad compuesta por 13 jóvenes, en la casa de verano Mas Loreto de Mosqueroles (Barcelona), durante el mes de julio de 1936. Tuvieron que dispersarse por el bosque y él no descansó hasta que los hubo puesto a resguardo a todos. Huyendo por el bosque con dos de ellos, llegó hasta Vic, a casa de su hermana, donde se refugió junto con su tío escolapio Buenaventura Belart. Juntos rezaban el breviario y el rosario. El 20 de septiembre Belart intentó salir de Vic hacia Roma, pero fue detenido. Al atardecer del mismo día fueron a buscar también a Josep Vila, siendo ambos encarcelados y asesinados en Gurb de la Plana (Barcelona), en la noche del 21.
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