De los 60 mártires del siglo XX en España que fueron martirizados un 28 de julio, 58 lo fueron el martes 28 de julio, entre ellos la dominica Ramona Perramón (ver artículo del 27). Los otros dos lo fueron en 1938: el marista Nemesio Cabria y el laico Ramón Hortelano, quemados vivos por milicianos o soldados republicanos. Los grupos más numerosos fueron los de los 14 estudiantes claretianos asesinados en Ciudad Real y Fernán Caballero; los de nueve hermanos de La Salle muertos junto con un laico en Griñón (Madrid); en Barcelona mataron a siete capuchinos y a tres monjes de Montserrat; cinco agustinos fueron asesinados en Belinchón (Cuenca) más otros cuatro en Vallecas -donde también mataron al marianista Miguel Léibar Garay; cuatro salesianos en Ronda (Málaga); dos escolapios en Gabasa (Huesca); más otros dos salesianos, uno en Madrid y otro en Barcelona. Además, en esta jornada fueron asesinados el canónigo tarraconense Narcís Feliu Costa, en Madrid el fundador de la Institución Teresiana, Pedro Poveda, uno de los 11 mártires de la revolución española que han sido canonizados, en la misma capital el vicenciano Estanislao Páramo y en Aitona (Lérida), el sacerdote diocesano Josep Camí, que era novicio trapense.
Los agustinos de Uclés
El monasterio agustiniano de Uclés (Cuenca) fue desalojado el 24 de julio y los monjes se refugiaron en casas de amigos o donde pudieron. Aunque fueron más los fusilados, hasta ahora han sido beatificados (en 2007) los cinco siguientes sacerdotes, detenidos por milicianos en la tarde del 27 de julio y asesinados la noche siguiente en el lugar conocido como Las Emes de Belinchón, distante unos 25 kilómetros en dirección a Madrid: Antolín Astorga Díez, de 30 años y oriundo de Aguilar de Campoo (Palencia); José Aurelio Calleja del Hierro, de 34 y natural de Melgar de Fernamental (Burgos); Vicente Toledano Valenciano, de 35 y de Saceda-Trasierra (Cuenca); Enrique Bernardino Francisco Serra Chorro, de 36 y de La Barraca, Alcira (Valencia); y el superior del monasterio, José Gutiérrez Arranz, de 53 años y nacido en Zuzones (Burgos).
Solo quedó la falange de un dedo de la mano
En la localidad oscense de Gabasa fueron asesinados los dos escolapios a que hacía referencia Faustino Oteiza en la carta en la que daba noticias sobre la muerte de Dionisio Pamplona: el hermano David (del Santísimo Sacramento) Carlos de Vergara Marañón, de 28 años y navarro de Asarta, y el sacerdote Manuel (de la Virgen del Pilar) Segura López, de 55 años y oriundo de Almonacid de la Sierra (Teruel). Del primero -que había hecho la profesión solemne como religioso en 1935- recordaba en 2009 una de sus familiares, Ana Marañón Alsasua -que había promovido la edición de un sello conmemorativo en la Fábrica de Moneda y Timbre-, que tuvo “una muerte muy dura. Le ofrecieron salvarse si se quitaba el hábito, pero no lo hizo. Le asesinaron junto a otros compañeros y lo quemaron después. Sólo quedó la falange de un dedo de la mano y una cruz en el lugar aproximado donde pereció”. Ambos estaban desde el 23 de julio presos en la casa Llari de Peralta de la Sal, con el resto de la comunidad. Segura era sacerdote desde 1907 y pasó por los colegios de Barbastro, Tamarite, Pamplona y Tafalla, antes de ser maestro de novicios en Peralta. Al llegar los milicianos armados, los novicios estaban jugando al fútbol en el patio. El padre maestro les dijo que pasaran del deporte al martirio. Ellos se libraron y lo recordaron siempre como un maestro de novicios lleno de virtudes. Cuando estando detenido lo llamaron, se dio cuenta de que iba a la muerte y se confesó con uno de sus compañeros detenidos. Murió gritando vivas a Cristo Rey. También quemaron su cadáver.

San Pedro Poveda

Poveda había dicho que “si hay que morir se muere, pero se muere con Cristo, en nombre de Cristo y para gloria de Cristo”. En una estampa de la Virgen había escrito: “El día 2 de febrero del año 1926, después de hechos los juramentos de defender con mi vida los misterios de la Asunción en cuerpo y alma, y de la Mediación universal, pido a la Santísima Virgen la gracia de ser mártir por estos dogmas”. Según ha relatado Álvaro del Portillo, la eventualidad del martirio fue tema de conversación, poco antes del estallido de la guerra, entre dos futuros santos, Poveda y Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei: “Hablaron de la eventualidad de que uno de los dos, o ambos, sufrieran martirio por ser sacerdotes. Habían llegado a la firme conclusión de que la muerte no interrumpiría su amistad. Aunque uno de los dos muriera, continuaría en el Cielo siendo amigo del otro”.
El 27 de julio de 1936, Poveda acababa de celebrar misa en su casa del nº 7 de la calle de la Alameda de Madrid, cuando irrumpieron cuatro milicianos, fusil en mano, con orden de detenerle. Les salió al encuentro diciéndoles: “Ese que buscan soy yo; Soy ministro del Señor”. Su hermano Carlos se empeñó en acompañarle a las dependencias oficiales donde le llevaron. Uno de los milicianos en el coche dijo: “la orden viene de muy alto; eres un pez muy gordo que has hecho mucho daño a los nuestros”. Pararon los milicianos en una taberna en la calle de la Luna a tomarse unos vinos. Pedro Poveda no bebió, y dijo a su hermano Carlos, cuando les separaron a la fuerza: “Se ve que Dios, además de fundador, me quiere mártir”, y le dio su pluma y su cartera. Un sacerdote contó que en una de las esperas para ser interrogado le preguntó:
-¿Es usted sacerdote?
-Sí.
–Quiero confesarme.
En la mañana del día 28, dos teresianas encontraron su cuerpo, con disparos de bala, al lado de la capilla del cementerio de La Almudena de Madrid. Les permitieron recogerlo y darle sepultura en la Sacramental de San Lorenzo.
Lo quemaron vivo por ser amigo de un religioso

La documentación de Villalba de la Sierra en la Causa General (Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1062, Exp.10, p. 498-505) no recoge la presencia de unidades republicanas ni el hallazgo de ningún cadáver de forasteros. En cambio, en el contiguo Tragacete se dice que el 1938 el pueblo fue evacuado por las fuerzas militares republicanas (Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1062, Exp.10, p. 398-405) y que fueron asesinadas algunas personas de una familia de Cuenca que trataba de pasar a la zona nacional.
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