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El camino sinodal alemán (5): el Comité Central de los Católicos Alemanes

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Como explicábamos en el artículo anterior, el «camino sinodal» fue convocado por la Conferencia Episcopal y por el Comité Central de los Católicos Alemanes. Ahora nos corresponde explicar algo sobre este Comité.

En medio de las luchas revolucionarias del siglo XIX, que en Alemania se complicaron por la fragmentación política en una pléyade de pequeños estados independientes y por la división confesional entre protestantes y católicos, estos últimos celebraron en 1848 un congreso en el que los laicos empezaron a organizarse para defender posiciones religiosas desde la sociedad civil.

En 1868, en su segundo congreso, fundaron el Comité Central. Desde entonces los congresos católicos se celebran con regularidad, actualmente bianual y no son sólo un acto religioso, sino político, dada la presencia y los discursos que pronuncian políticos y miembros del gobierno (en realidad, en estos congresos se puede medir el grado de secularización al que ha llegado el catolicismo no sólo en este país).

La unificación de Alemania bajo la hegemonía protestante de Prusia trajo consigo una larga serie de conflictos confesionales. Los católicos se organizaron en un partido, el del Centro, con lo cual se establecieron vínculos muy estrechos entre el Comité y la política.

Desde la década de 1960 todos los presidentes del Comité fueron políticos afiliados a la coalición de la Unión Cristiano-Demócrata alemana y la Unión Social-Cristiana bávara, si bien entre sus miembros había también representantes de otros partidos. Esta situación ha acabado por convertirse en un pesado lastre para los católicos. En 2021, asumió la presidencia del Comité Central de los Católicos Alemanes Irme Stetter-Karp, sin afiliación de partido.

El Comité tiene según información propia «aproximadamente 230 miembros». No deja de ser muy curioso el adverbio «aproximadamente» en un organigrama. La procedencia y el modo de elección de los miembros del Comité es de una mareante complejidad…

Simplificando mucho (pues la cosa es bastante más enredada):

1- Los ya mencionados consejos diocesanos envían 87 delegados.

2- Otros 97 delegados son nombrados por la «Comunidad de Trabajo de las Asociaciones Católicas» de entre sus propios miembros, miembros de otras organizaciones y de órdenes religiosas. Esta Comunidad (por supuesto organizada de manera laberíntica) agrupa a 125 organizaciones católicas (a nivel diocesano hay muchísimas más) tan variopintas como se pueda imaginar.

Junto a entidades heterogéneas pero que no sorprenden (Movimiento Fokolar, Caritas, Orden Franciscana Secular, Comunidad de San Francisco de Sales, etc.), se hallan nombres tan pintorescos como «Asociación deportiva alemana fuerza juvenil», «Red por el diaconado femenino», «Centro Cristiano para el fomento de la lengua, la cultura y la tradición polacas en Alemania», «Comité católico LGBT+» y hasta una exótica «Agrupación de trabajo de las uniones de católicos de la nobleza», entre otras muchas.

3- El propio Comité Central de los Católicos Alemanes elige a otros 45 miembros. Se trata de «notables», generalmente políticos, ex-ministros, catedráticos, empresarios y demás personalidades prominentes.

De los más de veintiún millones de católicos que viven en Alemania solamente un número ínfimo forma parte activa de asociaciones católicas o participa en las elecciones a consejos parroquiales. No puede decirse que esto sea bueno, pero tampoco criticarse. Dado el funcionamiento de estas instituciones, la decepción es comprensible y muestra quizá no sólo pasividad, sino también una cierta sensatez.

Lo cierto es que todo este maremagnum que debería facilitar la inclusión de los laicos en la actividad de la Iglesia, se queda en manos de una minoría y se convierte en un «yo me lo guiso y yo me lo como».

El sistema de elección de los miembros de los consejos diocesanos y del Comité permite de facto el acceso sólo a un grupo «exclusivo».

Por otra parte, las decisiones que están en manos de los consejos parroquiales, decanales, regionales y diocesanos requieren una competencia que la mayoría de los fieles no tiene. A la vista de la situación de la Iglesia alemana, de sus parroquias y diócesis, diríamos que los miembros laicos de estos órganos lo demuestran con creces.

El modo en que se elige a los miembros del Comité Central de los Católicos Alemanes parece querer garantizar el establecimiento de una especie de «oligarquía» laica en el seno de la Iglesia, una «oligarquía» que, sea por su propia incompetencia, sea por representar valores e intereses ajenos al cristianismo, sea por ambas causas, más perjudica que beneficia a los creyentes.

El católico no involucrado en estos procesos y entidades está tan lejos de los laicos que teóricamente lo representan, como de un clero demasiado a menudo tibio, agobiado, desprestigiado, distante, mundano, escaso de ardor y no sobrado de sabiduría.

Pero volvamos al Comité Central de los Católicos Alemanes.

Lo que hasta hace no tantos años era un organismo algo ñoño y tedioso, se ha convertido en una especie de comité revolucionario que exige reformas radicales inmediatas y la sumisión de la jerarquía a sus dictados, pretendiendo representar la voluntad de los laicos.

De algún modo la actitud del Comité Central en la preparación y desarrollo del «camino sinodal» nos trae a la memoria la historia de los Estados Generales franceses de 1789, autoproclamados Asamblea Nacional y «representantes del pueblo», exigiendo cambios revolucionarios en un crispado tira y afloja con un rey y una corte incompetentes y rodeados por un enjambre de traidores potenciales.

En un contexto como éste nos hallamos con actitudes que difícilmente pueden ser compatibles con un verdadero catolicismo

Si nos informamos acerca de los miembros del Comité Central y de las posiciones ideológicas que manifiestan, veremos que en su mayoría son representantes más o menos conspicuos de la «corrección política» vigente. Será difícil encontrar entre ellos personas que no comulguen con la ideología de género, con el liberalismo globalizador, que no demuestren inquietudes «sociales» siempre que no resulten desfavorables a un determinado «establishment». Pocos serán entre ellos los que pongan seriamente en duda un desarrollo tecnológico incontrolado. El talante general es el de seguir por el camino por el que nos desbarrancamos. En un contexto como éste nos hallamos con actitudes que difícilmente pueden ser compatibles con un verdadero catolicismo.

Los ejemplos son incontables. Las posiciones de la actual presidenta del Comité son reveladoras. La Sra. Irme Stetter Karp, a menudo ataviada con los colores de la bandera ucraniana, pontifica sobre el tema de los abusos sexuales y categóricamente exige (no solicita, no recomienda, no desea, no discute, no negocia, no reflexiona: exige) reformas radicales y absolutamente inevitables, no hay otro camino. Este fatalismo argumentativo (no hay otra opción) es ya viejo, no lleva a ninguna reforma.

Durante décadas lo ha utilizado el neoliberalismo económico para imponer cambios legislativos favorables a grandes consorcios, lo han utilizado los gobiernos para imponer medidas restrictivas abusivas durante la pandemia, lo están utilizando para promover el rearme, evitar negociaciones de paz y alargar la guerra en Ucrania…

Precisamente al leer las declaraciones del Comité y su presidenta sobre este conflicto es inevitable sentir un escalofrío: tan contundente es el belicismo y el odio que destilan, tan servil la adhesión a las premisas gubernativas, tan agresivo el ataque a la Iglesia Ortodoxa Rusa, tan irreflexivo e irresponsable el tono, tan cortas las miras. El verano pasado, Stetter-Karp defendió el «derecho» de toda mujer a abortar en su entorno inmediato, sin necesidad de desplazarse lejos de su hogar.

Podríamos extendernos, pero ¿hace falta contar algo más? ¿Puede ser este Comité la representación de los católicos laicos en Alemania?
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