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Cuando el Corazón de Jesús te encuentra en una favela 

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Hay testimonios que se te meten muy dentro, como si el Espíritu soplara directamente desde las palabras. Así ha sido el de Romain Chateauvieux, francés, esposo, padre de seis hijos, arquitecto de formación, y misionero con el alma y el corazón dedicado a las periferias.

En la mesa “La esperanza nunca defrauda” del Congreso Internacional sobre el Corazón de Jesús, su relato no dejó indiferente a nadie.

Romain se limitó a contar su vida, con humor, sencillez y una fe que lo atraviesa todo. Y desde el primer momento dejó claro que lo suyo, como todo lo que tiene que ver con el Corazón de Jesús, es obra de amor y confianza y no un plan o estrategia. Pero si uno quiere entender su historia, primero tiene que conocer a Reina, su esposa.

Una favela, una Biblia, una santa

Reina nació en una de las favelas más pobres de Brasil, en Salvador de Bahía. Sin fe, sin catequesis, sin tradición religiosa. Hasta que un día, unos misioneros tocaron la puerta de su casa. Dejaron una Biblia. Y se fueron. Ella tenía 17 años.

Esa misma noche, Reina abrió la Biblia y leyó por primera vez la Pasión de Jesús. Fue como si todo su interior se encendiera. No vio letras: vio un Corazón ardiendo por ella. Salió corriendo a buscar una iglesia. Y allí empezó su camino de conversión, pidiendo el bautismo, la comunión… y de ayudante una santa: eligió a Santa Teresita del Niño Jesús.

Y lo que vino después fue fuego: seis años de vida misionera intensa en su misma favela, oración, apostolado y un encuentro con Jesús que lo cambió todo.

El Corazón de Jesús, cuando quiere unir caminos, lo hace sin GPS.

Un francés con barba, un Viacrucis, y una luz

Romain, mientras tanto, vivía en otro tipo de mundo: Francia, familia acomodada, buena educación, estudios de arquitectura, y una fe más cultural que vivida. Pero todo cambió con un viaje a Chile. Allí, en una pastoral juvenil de una parroquia pobre, le pidieron representar a Jesús en un Viacrucis viviente. ¿Por piedad? No. Porque tenía pelo largo y barba.

Lo que empezó como una anécdota acabo siendo una gracia sobrenatural.

Estación tras estación, sintió que Jesús no sufría en general: sufría por él. Por amor. Y lo haría de nuevo si hiciera falta. Terminó ese Viacrucis con el corazón hecho pedazos, entregado… y disponible para todo.

Ese mismo día, las Misioneras de la Caridad le pidieron llevarle una medicina a un anciano postrado. Y allí, mientras limpiaba sus lágrimas, escuchó en su interior una frase tan clara como imposible de olvidar:
“Román, la felicidad que buscas, al servicio de los pobres la encontrarás.”

Él pensó: “Bueno, Señor, con esto me llamas a ser sacerdote”. Pero el Corazón de Jesús tenía otros planes. Y tenían nombre de mujer: Reina.

Una vocación dentro de la vocación

Romain y Reina se casaron y le pidieron al Señor tres regalos: oración, sencillez y vida misionera.

Y Jesús, que no se deja ganar en generosidad, les dio todo eso y más. Fueron enviados como misioneros  a Atlanta, al barrio de “Little Mexico”, donde vivieron en una caravana entre inmigrantes ilegales.

Su misión era simple y radical: ser presencia de la Iglesia, anunciar y servir.

Después de dos años y viendo la necesidad en otros países, empezaron un viaje de tres años en una casa rodante convertida en hogar misionero, desde Estados Unidos hasta la Amazonía brasileña. Recorrieron 16 países. Empezaron con dos hijos, terminaron con cuatro. Y ahora tienen seis. La multiplicación misionera, versión doméstica.

Misericordia: el corazón de Jesús hecho barrio

Después de esa travesía, se instalaron en La Pincolla, un barrio de Santiago de Chile conocido como “el Bronx chileno”. Allí hicieron algo muy sencillo: escuchar a los vecinos, puerta a puerta. Y escucharon lo que cualquiera puede imaginar: sed de Dios, necesidad de educación, pobreza, abandono, heridas abiertas…

Su respuesta fue un gran proyecto: Misericordia.

Un proyecto que tiene el Corazón de Jesús en el centro literal. La iglesia está en el corazón físico del barrio, rodeada de 60 contenedores marítimos convertidos en proyectos sociales: apoyo escolar, atención médica, talleres, evangelización, capillas de adoración perpetua…

Cada año celebran una misa de Navidad en la calle, con una cena para 1.500 vecinos, mesas largas, comida buena, y presencia viva del Señor.

Allí la liturgia es bella, y la belleza, evangelizadora. “Queremos ofrecer lo mejor de la Iglesia a los más pobres”, dijo Romain.

Una iglesia con corazón

Misericordia funciona con dos brazos: compasión y evangelización. Uno sin el otro se queda corto. Y el alma de todo es la Eucaristía, adorada día y noche, el Corazón latiendo sin descanso.

“Queremos ser fuente —dijo Romain—, porque del Corazón de Jesús brota el agua viva. Queremos ser refugio, como su costado abierto. Y queremos ser una iglesia que no se encierra en estructuras, sino que habita los barrios y late con ellos.

Hoy están en Chile, Argentina, Francia y Nueva York. Y sueñan con llegar a España. La Cañada Real de Madrid les ha robado el corazón. Ojalá, algún día, el Corazón de Jesús también pueda reinar allí.

Escuchar a Romain, en el Congreso Internacional sobre el Corazón de Jesús,  ha sido  recordar que la misericordia es un rostro que tiene el Evangelio como guía y camino. El Corazón de Jesús sigue tocando puertas. Porque la esperanza nunca defrauda… y mucho menos cuando late desde el Corazón traspasado que ama hasta el extremo.

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