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Decir o gritar

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SUMANDO SUBSTANCIAL (ESO ES, EL PRIMARIO): Tú dices una cosa, pero ellos entienden otra. ¿No será que no dices lo que piensas? Porque sí, mocete, igual estás convencido de que tienes razón, pero ellos hacen como que te la roban. ¿Estás seguro de que “dices la verdad”? Analízate el plumero, moreno, y advertirás que estás muy equivocado, pero ¿por qué razón, “si no mientes”? Mira: Llegas a la greña como para trillarla, fusionando un paso tras otro que son un todos a la vez, y lo primero que haces es amañar al personal con tus maneras de feria, hasta con pajarita de gomilla que no hace más que oler a chamusquina, y ahora (y después) te enseña (y les enseña) el plumero (tu plumero). Te crees el míster a quien todos deben pleitesía, y por eso les hablas desde tu tribuna de la corrida. ¡Estate alerta, mozo, que te viene el toro!

SUMANDO TERRENAL (ESO ES, EL SECUNDARIO): Enciendes tu pipa de farlopa porque dices que te ayuda a concentrarte. Mientras tanto, entre trapicheos vas llenando de humo la estancia, que más bien parece una cuadra, por aquello de que todo lo que se condensa dentro son animales de tiro y carga. Y sigues tirando, y los demás te tiran de la legua con tu farlopa, pues entre todos tiráis que sois un primor. Y sí, tienes razón, eres el líder de la velada, porque nadie ejecuta fantasmadas como tú, amigo. En eso no te equivocas, dado que los superas en mucho. Y eso, aun sin querer llamar la atención “a tu manera” -¿recuerdas la “melody” de Sinatra?: My way, decía él…-. Perdóname, no quiero decir que la decía, sino que la cantaba, y así, cantando como el gallo del corral, hasta en trino los superas a todos en mucho. Excuse me, master: ¿No sabías que el gorrión trina y el gallo canta? ¡Hasta en eso te viste bien el trino!

SUMARIO CONSUBSTANCIAL (ESO ES, EL TERCIARIO: ES DECIR, EL NO VA MÁS): Llevas ya un buen rato de farlopa, y se te ve crecientemente engreído por dentro, por aquello de la supuesta (tu supuesta) valía personal, ¿no es así?, pero por fuera se te ve tan remilgadamente humildico que hasta das con la fullería a tus hermanos. ¿Hermanos o amigos? Eso ya es lo de menos, porque en la Hermandad de la Fantochada todos son tus hermanos hasta que dejan de serlo. No obstante, sigues endiosado una vez y otra, ocupando el espacio en su predispuesta plenitud. Y venga, dale que te pego con tocar la cuerda de la persiana mientras te hinchas dicharachero con un chupito tras otro, y así de tanto en tanto suena a violón. “¿¡Cómo es posible, hermano, si no sé ni música ni hacer el paripé!?”, exclamas sumido entre zollipos. Y es entonces que, de sopetón, transcurrida toda la velada de nueve a tres, les parece verte llegar por primera vez y te escupen, porque tras tanto bregar juntos –farlopa va, farlopa viene-, la música salió como por casualidad, y entre trapicheos ya han adivinado que te hablabas a ti… y que ahí estabas.

¿Lo ves? ¡Tú que te creías que lo habías dicho, y lo has gritado! ¿Adivinas el desenlace? Por si no ves ya tres sobre una burra, te lo digo en un susurro, pero tú sigues a la tuya, y… el mechero se te ha caído sobre la paja: que uno, que dos, que tres, y ¡fuego!: ¡has provocado el incendio! Ahora, apágalo.

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