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Dibujar nuevos mapas de esperanza: la educación como tarea decisiva de nuestro tiempo

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No ha recibido toda la atención que merece la Carta Apostólica de León XIV  Diseñar nuevos mapas de la esperanza “ con motivo del  LX Aniversario de la Declaración Conciliar Gravissimum Educationis sobre la educación cristiana a pesar de abordar una de las dimensiones más importantes y en estado crítico de nuestra sociedad.

La reciente carta apostólica Disegnare nuove mappe di speranza se publica con motivo del 60º aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis (1965), un texto fundamental del Concilio Vaticano II que subrayó la importancia decisiva de la educación para la vida humana, social y cristiana. Se trata de una conmemoración que no mira al pasado con nostalgia, sino que sirve de punto de partida para una reflexión profundamente actual.

El Papa recuerda que la educación no es una actividad secundaria o auxiliar, ni siquiera un simple ámbito, entre otros, de la acción eclesial. Es, en palabras del propio documento, la “matriz misma” de la evangelización: el lugar concreto donde el Evangelio se traduce en gesto educativo, relación personal, cultura compartida y horizonte de sentido. Allí donde se educa, se está configurando una determinada visión del ser humano y del mundo.

Este recordatorio adquiere especial relevancia en el contexto educativo actual, descrito como complejo, fragmentado y profundamente digitalizado.

Las transformaciones tecnológicas, el impacto creciente de la inteligencia artificial, la aceleración de los cambios culturales y la ruptura de referentes comunes han alterado de manera radical los procesos de transmisión del conocimiento y de formación de la persona. A ello se suman desafíos globales de enorme calado: el aumento de las desigualdades sociales y educativas, los flujos migratorios, la pobreza persistente, la crisis ecológica y la creciente fragilidad de la cohesión social.

Ante este escenario, la carta no propone refugiarse en modelos del pasado ni repetir esquemas agotados. Al contrario, lanza una llamada clara a “reiniciar”, a “dibujar nuevos mapas” para la educación del presente y del futuro. Se trata de impulsar un nuevo pacto educativo, renovado, creativo y esperanzador, capaz de integrar fe y razón, cultura y vida, memoria y porvenir. La educación, afirma el Papa, debe convertirse en un espacio de encuentro y no de confrontación, en un lugar donde se desarmen las ideologías y se reconstruyan los vínculos.

En este marco, se invita a las distintas comunidades educativas —escuelas, universidades, familias, comunidades eclesiales— a concebirse como auténticas “constelaciones” vivas. No se trata de uniformidad ni de centralización, sino de una pluralidad de carismas, instituciones y experiencias que, bien coordinadas, puedan proyectar esperanza, servicio y compromiso con el bien común. La fuerza educativa no reside en la acción aislada, sino en la comunión de esfuerzos.

El corazón de la propuesta es una visión integral de la persona. Educar no puede reducirse a formar profesionales eficientes o a transmitir competencias técnicas. La educación auténtica debe abarcar todas las dimensiones del ser humano: espiritual, intelectual, moral, social y ecológica. Su objetivo es formar ciudadanos íntegros, libres y responsables, dotados de sentido ético y capacidad de discernimiento. En este horizonte, fe y razón no aparecen como realidades opuestas, sino como dimensiones llamadas a una fecunda armonía. La verdad religiosa no es un añadido marginal al conocimiento, sino una condición para que este alcance su profundidad última y su verdadera orientación humana.

El documento insiste, además, en que la educación cristiana es siempre una tarea comunitaria. No es responsabilidad exclusiva de un maestro, de una institución o de un programa, sino el fruto de una red de relaciones vivas que incluye a docentes, alumnos, familias, instituciones educativas, movimientos sociales y la sociedad en su conjunto. De ahí la llamada explícita a la cooperación entre escuelas, universidades, organizaciones civiles, instituciones públicas y privadas, con el fin de afrontar de manera conjunta los retos educativos contemporáneos.

Especial atención merece la referencia a las nuevas realidades que configuran el mundo actual. La carta subraya la necesidad de educar en el uso responsable de la tecnología y de la inteligencia artificial, situando siempre la dignidad de la persona por encima de la mera eficiencia técnica o del beneficio económico. El progreso tecnológico, recuerda el Papa, solo es verdaderamente humano cuando está al servicio del desarrollo integral de las personas y de los pueblos.

Junto a ello, se destaca la dimensión ecológica y social de la educación. Educar hoy implica formar en la justicia, en el cuidado de la Creación, en estilos de vida sostenibles, en la paz y en la fraternidad. No se trata de contenidos accesorios, sino de aspectos esenciales de una educación que quiera responder a las urgencias de nuestro tiempo y preparar a las nuevas generaciones para una convivencia más humana.

La carta concluye con una exhortación de gran fuerza simbólica y pedagógica, dirigida a todas las comunidades educativas: “desarmar las palabras, levantar la mirada y salvaguardar el corazón”. Menos retórica y más confianza; menos confrontación estéril y más visión de futuro; menos obsesión por los programas y más centralidad de las relaciones personales. La prioridad no son los sistemas, sino las personas.

Finalmente, el Papa recuerda que el compromiso educativo de la Iglesia no es un ejercicio de nostalgia, sino un verdadero “laboratorio de discernimiento, de innovación pedagógica y de testimonio profético”. Educar es, en última instancia, apostar por la libertad, la responsabilidad y la esperanza. Dibujar nuevos mapas no significa renunciar a la verdad, sino encontrar caminos nuevos para hacerla habitable y fecunda para las generaciones que vienen.

La educación cristiana no es nostalgia: es laboratorio de discernimiento, innovación pedagógica y testimonio de esperanza. #Iglesia #EducaciónCristiana #Esperanza Compartir en X

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