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Disney no se detiene: “Andor” vuelve a imponer la agenda del lobby gay en Star Wars

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Disney lo ha vuelto a hacer. En el último episodio de la serie Andor, perteneciente al universo Star Wars, se incluye un beso homosexual entre dos mujeres, personajes secundarios que ya habían sido insinuadas como pareja en temporadas anteriores. Aunque breve, la escena ha sido deliberadamente integrada con una clara carga simbólica. Esta es la confirmación definitiva de que la compañía no ha abandonado su agenda ideológica, pese a los recientes rumores de “repliegue” de sus posturas más polémicas.

Lo que está en juego no es una simple escena. Es el modo en que la cultura popular moldea la mentalidad colectiva, especialmente la de los más jóvenes. La normalización de relaciones homosexuales en series mainstream —en este caso en una de ciencia ficción con miles de seguidores fieles en todo el mundo— responde a una estrategia ideológica: convertir en ordinario lo que, desde una visión cristiana del ser humano, no lo es.

El problema no es solo moral: es cultural

Eso es lo que muchos argumentan: “es solo una historia de amor”. Pero sabemos que no todas las historias son iguales, ni todas las formas de supuesto amor conducen a la plenitud. Dios nos ha creado hombre y mujer, y el amor entre ambos, abierto a la vida y vivido en fidelidad, es signo de Su imagen y vocación más profunda.

Convertir en espectáculo una relación que contradice esta verdad no es “incluir” ni “diversificar”. Es, más bien, distorsionar lo que el amor es en su raíz, desdibujar el diseño divino, y sobre todo, sembrar confusión entre los jóvenes, que absorben estos contenidos sin filtros.

El universo Star Wars nació como un mito moderno: lucha entre el bien y el mal, redención, familia, tradición, sacrificio, identidad. Pero en los últimos años, esta saga ha sido colonizada por discursos ideológicos que poco tienen que ver con su esencia original. Feminismo militante, revisionismo histórico, inclusión forzada, y ahora, agenda del lobby gay en pantalla.

No se trata de “odiar” ni de “excluir”, como algunos acusan. Se trata de reconocer que la cultura actual está siendo instrumentalizada para promover ideas que desfiguran al ser humano. Y que las familias tienen todo el derecho —y el deber— de levantar la voz.

Disney, entre los negocios y la ideología

Durante los últimos meses, Disney ha recibido críticas por sus fracasos comerciales. Algunos analistas sugerían que la compañía estaba empezando a replantear su deriva “woke” tras el rechazo de los espectadores y las pérdidas millonarias. Sin embargo, esta escena en Andor demuestra que la agenda sigue viva.

Mientras ejecutivos como Bob Iger intentan tranquilizar a los inversores, los contenidos continúan empujando una narrativa que va mucho más allá del entretenimiento. Es una batalla por el alma cultural de las próximas generaciones.

¿Qué podemos hacer?

Ante esta realidad, no basta con indignarse. Es hora de responder con claridad, caridad y convicción:

  1. Educar la mirada: enseñar a los hijos a discernir lo que consumen. No todo lo que está en una pantalla es neutro o inofensivo. Hay que aprender a mirar con ojos creyentes.

  2. Elegir con criterio: existen alternativas. Películas, series, libros, videojuegos con valores auténticos. Apoyémoslos.

  3. Levantar la voz: no es censura exigir respeto por nuestras convicciones. Es un acto legítimo de ciudadanía y fe.

  4. Testimoniar el verdadero amor: el que no se impone ni se exhibe, sino el que se dona, perdura y fecunda. El amor de Cristo, reflejado en el matrimonio y la familia cristiana.

La batalla cultural no se gana solo con argumentos. Se gana con vida coherente, formación sólida y propuestas luminosas. Mientras Disney y otras plataformas insisten en difundir un modelo antropológico que contradice la verdad revelada, los católicos estamos llamados a crear una cultura nueva, arraigada en la verdad del Evangelio y abierta a la belleza de la vida humana.

Andor pasará. Las modas también. Pero la verdad del amor humano permanece, porque viene de Dios. Y esa verdad no necesita efectos especiales, solo corazones valientes que la vivan y la anuncien.

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