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¿Educación sexual? Acertar el diagnóstico, pero errar en la terapia

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No sorprende encontrarnos estas últimas semanas en los medios de comunicación noticias dispares con un común denominador: la preocupación por el aumento de las agresiones de tipo sexual, la grave incidencia de la pornografía a todos los niveles y la proliferación de las drogas en ambientes muy concretos, con su brutal influencia en la conducta de sus consumidores. Ahora llega la hora de la sorpresa por esta situación y de escandalizarse por: “hasta dónde hemos llegado; quien lo iba a decir; esto antes no pasaba…”

Las cosas no pasan porque sí, como por casualidad o fatídico destino. Estos problemas tienen sus causas y sus responsables, no queramos engañarnos. Sí, ahora, asustados o escandalizados queremos buscar a los culpables. Los hay, y a distintos niveles, cada uno con su grado de responsabilidad personal (mafias internacionales, personas sin escrúpulos, políticos cobardes y pasivos, padres ingenuos, pusilánimes o pseudo-liberales, etc.)

Esta vez no parece que se pueda culpabilizar, sectaria e interesadamente por motivos ideológicos, a la Iglesia y su “perversa moral represiva”, de todo este problema social y moral.

Ahora se oyen gritos y voces asustadas: ¡Hay que buscar soluciones! Cierto, correcto, pero no seamos nuevamente ingenuos. En un interesante artículo (“Sexo, droga y educación”, publicado en La Vanguardia el 28. XI. 2022) el periodista Jordi Basté propugnaba la necesidad de la educación para enfocar convenientemente esta lacra social, sobre todo la educación ya en sus  fases infantiles y adolescentes. Acertaba en el diagnóstico, pero no en la terapia. ¿Por qué? Porque no podemos caer en la ingenuidad de creer que cualquier llamada “educación” es ya el bálsamo de Fierabrás –como decía Don Quijote-, la panacea que todo lo curará. ¿Va a solucionar el tema la pretendida educación sexual impartida ya en etapas infantiles, reducida a mera propaganda pseudo-erótica, que propugna el actual Gobierno de la Generalitat de Cataluña? ¿Y merecen mi confianza los criterios éticos que tienen ciertos profesores dedicados a impartir esos talleres?  Lo pongo en seria duda…

Sin una apuesta clara y valiente por impartir una sólida educación moral –no simple clase de  biología descriptiva; y menos la contaminada por el adoctrinamiento en la ideología de género- que sepa formar a las personas en los criterios de lo que está bien y de lo que está mal, del respeto a la persona en su dignidad, el valor del matrimonio y la familia, poco o nada vamos a conseguir.

Todo lo demás son meros parches desprovistos de la eficacia que se pretende. Y esa formación moral comienza primariamente en la familia; los padres sí son y deben ser los protagonistas y responsables de dar esa educación sexual, bien dada. Y la escuela puede en todo caso cooperar, pero no sustituir la acción de los padres, y siempre en sintonía con los valores morales que desean esos padres. Lo otro es adoctrinamiento, abuso de poder y sectarismo.

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