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El feminismo del chivo expiatorio, los hombres y la “cultura de la violación”

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La Delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana ha tenido su minuto de notoriedad gracias a unas breves declaraciones, en las que preguntó retóricamente: «¿Qué os está pasando a los hombres que estamos retrocediendo a esta cultura de la violación que creíamos desterrada?». En unas pocas líneas introducía tres graves deformaciones de la realidad.

La primera, la de hacer responsables a todos los hombres de las violaciones de mujeres. No hay porque extrañarse. Es el reverso de la misma moneda de aquella otra idea que establece, que “los hombres (así, en general) matan a las mujeres (todas), por ser mujeres.”  Ya lo explicó Rene Girard con su teoría del chivo expiatorio. Es el procedimiento que aplica la tribu para señalar una víctima, concentrando en ella todos sus males. El hombre, en el caso de Gloria Calero, Delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana. Una categoría tan grande, que forzosamente necesita de la colaboración de otros presuntos violadores y abusadores sexuales, partidarios de tal exageración; es decir, de otros hombres, empezando por el presidente Sánchez, responsable de su nombramiento. Porque hombres lo son todos ellos.

La culpabilización de los hombres que practica la señora Gloria Calero sirve para ocultar la responsabilidad de la cultura hegemónica en la creciente violencia sexual, que se proyecta desde el progresismo feminista- según su propia definición- que nos gobierna. Pero antes de profundizar en esta acusación, continuemos con las restantes deformaciones de la realidad, que contenían la frase de Calero.

Una es , la idea de retroceso de este tipo de violencia, la de la violación en grupo, “las manadas”, que eran el motivo de su declaración. La afirmación presupone que había un “antes”, cuando abundaban las manadas, y un “después”, en el que habían ido a menos. Tal consideración no tiene ningún fundamento. Al revés, los datos constatan su aumento progresivo. Quienes lo cometen son, en su inmensa mayoría, adultos  jóvenes de menos de 35 años, con una participación creciente de menores, que ya significan una cuarta parte de los agresores.

Los culpables, son hombres que han sido educados en su razón y moral, bajo la egida del feminismo de género, iniciada por Rodríguez Zapatero, y que tuvo su momento fundacional con la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Hace 18 años que vienen desarrollando esta cultura y educación política, escolar y mediática, dieciocho años, toda una generación, en la que se ha construido el marco de referencia que debía liberar a la mujer de aquella violencia, mediante leyes, grandes recursos, un relato persistente contra el machismo, y la culpabilización del hombre. Los resultados muestran que ha logrado lo opuesto. Y la pregunta que no se hacen cae por su propio peso: ¿Qué es lo que les ha fallado?

Se han llenado las cárceles de hombres condenados por faltas, agravadas por aquella ley y transformadas en delito penal, si quien la comete es un hombre, se han indultado mujeres por el delito reiterado de retención ilegal de sus hijos, para impedir el ejercicio del derecho del padre, » el hombre». Se ha impedido legislar sobre otras violencias en el seno de la familia, como la de los menores, y la más invisible, contra los ancianos, especialmente si son dependientes, para no desviar el foco de la única violencia que merece atención; la de género. El resultado es un fracaso clamoroso.

La otra distorsión de la declaración de la Delegada del Gobierno es la de considerar que hubo un momento en el que las violaciones y las manadas fueron desterradas y han vuelto. ¿Cuándo se produjo, desde cuándo se abandonó esta práctica? Es obvio que nunca, al contrario, ha ido a más.

Estas declaraciones y su insistencia posterior, merecerían un cese si se gobernase para todos, pero como no es así, tal decisión no llegará. En definitiva, Calero no hace otra cosa que exponer la doctrina gubernamental.

Sus palabras señalan dos hechos que explican por qué vivimos en una serie de crisis sin soluciones. (1) Porque quienes deberían resolverlas son los mismos que las provocan, porque su propia ideología les impide practicar los diagnósticos que permitan establecerlas respuestas adecuadas. Una  ideología que, como describía Marx, constituye una deformación, que impide reconocer la realidad tal y como es. (2) Una concepción política basada en la polarización, la descalificación, el señalamiento del otro; la huida de las propias responsabilidades y la construcción siempre de un culpable, de un chivo expiatorio, que les absuelva de sus propias culpas.

La respuesta al problema radica en la destrucción de la educación escolar y social en las virtudes y en la formación del carácter. Se han olvidado de que todo proceso educativo implica una canalización y autocontrol de los deseos y pasiones, y no su aceptación y fomento.

Si se acepta una sexualidad sin límites entre los menores, que se prolonga y desarrolla en los adultos jóvenes, si la idea de respeto radical a la mujer ha sido propiciada por el feminismo del chivo expiatorio, si la conciencia religiosa ha desaparecido de la educación, y con ella el juez interior que nos señala el camino, si la excitación sexual está al orden del día, en los tipos de bailes, celebraciones, series de televisión, si el alcohol es el eje de la celebración en fiestas hasta la salida del sol, si se utilizan estimulantes de todo tipo. Si todo esto se mezcla, lo que resulta es la tormenta perfecta. Si a ello se le añade, segunda cuestión, que la cultura de la progresía feminista veta cualquier limitación de la pornografía, que cada vez muestra más una sexualidad basada en la violencia, el resultado es el que estamos viviendo.

Porque la pregunta que debería formular la Delegada, y el Gobierno con ella, es por qué cada vez más jóvenes y de menor edad se apuntan al sexo como agresión. Y deberían contestarse que no es nada extraño que se termine así, cuando la política y la cultura dominante, han normalizado la idea del sexo como una modalidad de deporte de contacto, en lugar de la culminación contenida de un crecimiento integral, afectivo, amoroso, constructor del bien del otro, entre un chico y una chica. Y es que todo deporte de contacto tiene un punto de fuga, que termina en violencia. La diferencia es que sus practicantes están entrenados para frenarlo, mientras que, a nuestros adolescentes y jóvenes, el poder los excita cuanto más mejor. Montero no reivindica ir por la noche sola y segura por la calle, sino además andar borracha.

El resultado está en los juzgados.

Artículo publicado en La Vanguardia

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4 Comentarios. Dejar nuevo

  • Daniel Fernández Venegas
    1 junio, 2022 12:54

    Lo que está pasando es muy evidente. Los y LAS jóvenes llevan años «educándose» en la pornografía, una pornografía cada vez más violenta contra la mujer y en la que «no significa si». Os animamos a conocer los resultados de nuestro estudio en https://pornificados.org/ dónde ya advertíamos sobre ello antes del fin del confinamiento.

    Responder
  • No se puede explicar ni expresar mejor. Excelente artículo. Muchas gracias por escribirlo y publicarlo en un medio de tanto alcance como La Vanguardia.

    La culpabilización de género que suelta esta señora es de vergüenza ajena, y además denunciable por incitación al odio contra «los hombres.»
    Como si dijésemos: «¿Qué os está pasando a las mujeres que estamos retrocediendo a esta cultura del genocidio que creíamos desterrada?». Porque aquí están los casi 100.000 abortos que se perpetran al año en España, legalizados, promovidos como un derecho, y financiados por el gobierno en el que sirve esta señora. Pero esto no convierte a «las mujeres» en abortistas, aunque el pseudo-feminismo dominante quiera hacernos creer que las mujeres, por el hecho de ser mujeres, son todas capaces de abortar. Ni mucho menos. Las mujeres no abortan, así como los hombres no violan. Solo que la violación está perseguida y penalizada por el Estado de Derecho, mientras que el aborto está ensalzado y protegido por ese mismo Estado. Absurdo.
    La culpa de las violaciones, como la de los abortos, la tiene la estúpida ideología que sostienen y aplican personajillos políticos de la calaña ideológica de Gloria Calero, que por muy Delgada del Gobierno en la Comunidad Valenciana que sea, se queda corta como persona.

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  • La salud moral de los ciudadanos al poder no le interesa. La industria pornográfica genera suculentos dineros.

    Diógenes: De acuerdo con su comentario salvo en la adopción de un lenguaje (culpabilizacion de «género») en el que no creemos. Al usarlo, en parte nos adaptamos al marco mental de quien ha impuesto ese lenguaje, o sea, concedemos la manipulación lingüística empleada para unos intereses y convicciones contrarios al sentido cristiano.

    Responder
  • Muchas gracias por la advertencia. Tiene razón. Aunque yo usaba el término en sentido irónico, para darles con el mismo palo que usan cuando hablan de «violencia de género». Pero mejor abstenerse, no sea que se lo tomen en serio y crean que nos han enredado en su marco mental.

    Responder

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