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El Papa llama a los jóvenes a plantearse a fondo su vocación

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“Si en una institución católica del tipo que sea: un colegio, una universidad, una parroquia, un centro cultural, una iniciativa social, etc. van pasando muchos años y de ella no surge ninguna vocación sacerdotal, religiosa o de otras formas de especial entrega, significa que allí algo se está haciendo mal”.

La idea de la frase anterior la he oído y reflexionado muchas veces, pero me la expresaba literalmente hace poco tiempo un dirigente de una organización católica. Nos sirve a todos los que pretendemos tener vida cristiana, transmitir la fe en las familias, que llevamos a los hijos a escuelas donde en principio se da formación cristiana, a los párrocos, a los pedagogos, a los movimientos católicos, a los institutos religiosos. No es ningún secreto que no pocas instituciones religiosas que tienen colegios por muchas partes de España o incluso en diversos países llevan décadas sin una sola vocación. Lo mismo parroquias en las que no existe ni el recuerdo de cuando de ella salió el último joven que fue al Seminario o muchacha que se hizo religiosa.

No es dudoso que el ambiente hedonista y líquido de la sociedad actual hace mucho más difícil que en otros tiempos que los jóvenes descubran su vocación, incluida la más general al matrimonio, y, más aún, que florezcan vocaciones de muy directa entrega a la evangelización como las del sacerdocio, de la vida religiosa o del celibato por motivos apostólicos, pero de ahí a que en décadas no haya “ni una” o que sean poquísimas hay un trecho.

Más que palabras mías recurro al texto de “Christus vivit”, la “Exhortación apostólica postsinodal del Papa Francisco a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios”, que fue hecha pública el pasado mes de abril y que he tenido ocasión de leer en las últimas semanas. Reproduzco con un “cortar-pegar” palabras del Papa en aquel texto. Las suyas son las que valen.

Hay un larguísimo apartado sobre la Pastoral juvenil, pero me limito a algunos aspectos dirigidos a la vocación de los jóvenes. Para la mayor parte de ellos, la vocación será el matrimonio. Dice Francisco “dificultades que sufren en su familia de origen llevan a muchos jóvenes a preguntarse si vale la pena formar una nueva familia, ser fieles, ser generosos. Quiero decirles que sí, que vale la pena apostar por la familia y que en ella encontrarán los mejores estímulos para madurar y las más bellas alegrías para compartir. No dejen que les roben el amor en serio. No dejen que los engañen esos que les proponen una vida de desenfreno individualista que finalmente lleva al aislamiento y a la peor soledad”.

Añade que “hoy reina una cultura de lo provisorio que es una ilusión. Creer que nada puede ser definitivo es un engaño y una mentira. Muchas veces hay quien dice que hoy el matrimonio está “pasado de moda” […]. En la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos predican que lo importante es “disfrutar” el momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas […]. Yo, en cambio, les pido que sean revolucionarios, les pido que vayan contracorriente; sí, en esto les pido que se rebelen contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, cree que ustedes no son capaces de amar verdaderamente. Yo sí tengo confianza en ustedes, y por eso los aliento a optar por el matrimonio”.

El Papa da un paso más y plantea a los jóvenes el cuestionarse si pueden recibir otra llamada de Dios. Preguntarse: “¿me conozco a mí mismo, más allá de las apariencias o de mis sensaciones?, ¿conozco lo que alegra o entristece mi corazón?, ¿cuáles son mis fortalezas y mis debilidades? Inmediatamente siguen otras preguntas: ¿cómo puedo servir mejor y ser más útil al mundo y a la Iglesia?, ¿cuál es mi lugar en esta tierra?, ¿qué podría ofrecer yo a la sociedad? Luego siguen otras muy realistas: ¿tengo las capacidades necesarias para prestar ese servicio?, o ¿podría adquirirlas y desarrollarlas?”,

“Estas preguntas tienen que situarse no tanto en relación con uno mismo y sus inclinaciones, sino con los otros, frente a ellos, de manera que el discernimiento plantee la propia vida en referencia a los demás. Por eso quiero recordar cuál es la gran pregunta: «Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “Pero ¿quién soy yo?”. Y tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate: “¿Para quién soy yo?”». Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros”.

Son preguntas que todo joven cristiano debería plantearse. Cuestiones que tampoco podemos orillar quienes nos relacionamos con ellos desde una práctica cristiana y a las que debemos dedicar mucha oración. Posiciones favorables que deben adoptar los padres ante posibles vocaciones especiales de sus hijos dándoles ayuda y vida libre. Inquietudes que deben asumir todas las instituciones cristianas para acompañar a los jóvenes a descubrir el camino que Dios quiere de cada uno, aunque con lógica prioricen que las posibles vocaciones vayan a su propia institución.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Francesc Martinez Porcell
    20 octubre, 2019 10:53

    Agradezco la publicidad del texto pontificio con el link oficial del Vaticano con sus 299 puntos. Asimismo agradezco que su escrito sea eco de otro publicado con anterioridad en Forum Libertas. Muchas veces no me entero de lo que Su Santidad publica. Pues a menos que caces la información al vuelo difícilmente te enteras. Raramente cuando estos textos son novedad en la Iglesia te enteras que existen en la homilía de la misa dominical. Todavía menos su eco en las posteriores homilías dominicales. El link del Vaticano es más que suficiente para leer y meditar el texto. Suelen publicarse y venderse a bajo coste en determinadas librerías. Gracias

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